EL TORMENTO
DE LA SANTA INQUISICIÓN
Marina y Luis eran
amigos desde hacía ya un tiempo, a ambos les unía la misma pasión,
el estudio y conocimiento de la Santa Inquisición en España y los misterios que
rodearon durante siglos las condenas y torturas que se llevaron a cabo durante
el siglo XV en España.
Para ello
eligieron alquilar una pequeña casita en una Aldea en Veiga situada
al nordeste de Ourense, Marina había pasado parte de su infancia en esa
zona y le despertaba cierta curiosidad las leyendas que de niña
escuchaba.
Allí vivía
la Gaya o también llamada en el pueblo la bruja, una mujer octogenaria
que les había prometido contarles la historia de su familia marcada por el
Tribunal del Santo Oficio durante siglos y que aún hoy seguía arrastrando
su deshonra de por vida.
Al llegar al
atardecer, encontraron una pequeña casita rodeado de una frondosa
arboleda cerca de un río y un fuerte olor que no fueron capaces de
identificar, en la puerta la Gaya una mujer maltratada por la vida cuya mirada
inspiraba cierta ternura.
Hacía mucho frío y
agradecieron el caldo que la Gaya les había preparado sabiendo que así se
crearía un clima de complicidad entre todos ya que ella no recibía muchas
visitas.
Luis sacó su
cuaderno y empezó a escribir con interés todo lo que aquella mujer contaba.
Hace mucho años
una bella mujer enamoró a varios mozos del pueblo con los que mantenía
relaciones, contaban que tras visitarla los hombres regresaban aturdidos a sus
casas y apenas pronunciaban palabra durante varios días, no comían, no dormían,
ni siquiera el médico del pueblo podía dar explicación a aquellos hechos tan
extraños.
Mientras la
Anciana contaba el relato, Marina se levantó del calor de las brasas, estaba
sudando y necesitaba un poco de aire fresco, salió al pequeño
porche de la casona observando la gran oscuridad que invadía el bosque, no
había estrellas y era raro el cielo estaba despejado, sin embargo no pudo
ver ni una sola estrella a pesar de que la casa se encontraba muy
retirada del pueblo.
Tampoco se
oía ni un solo animal en el bosque. ¿Cómo podía ser que en un bosque no
se escuchara lobos, lechuzas o cualquier otro animal que saliera al
amparo de la noche, algo que hiciera pensar a Marina que la
naturaleza de aquel lugar estaba muerta.
Regreso de nuevo
al calor del hogar, ahí estaba sentado Luis, había dejado de anotar en su
libreta y miraba a la Gaya boquiabierto, ¡ven Marina! Escucha,
jamás escuche una historia como esta, siga cuéntele a mi amiga que paso
después.
La Gaya era una
mujer demasiado mayor y había estado demasiado tiempo sola, hablar
tanto le había agotado necesitaba descansar.
Entre tanto Marina
mostro a Luis su preocupación por el silencio que inundaba toda la casa, ¿Cómo
puede ser que no se escuche nada en el bosque? Luis tengo miedo sabes que no me
asusto fácilmente pero hay algo que…. y ese olor cada vez es más fuerte, no
quiero saber más de lo que sucedió aquí hace tantos siglos, presiento un
gran dolor y sufrimiento.
Luis se levantó de
la silla y enfadado miró a Marina recriminándola que justamente había sido ella
quien quiso venir a esta casa, ella ya sabía algo de la historia de este
pequeño pueblo y de sus leyendas.
Luis decidió
retirarse a descansar y calmar así un poco los ánimo quizás más tarde Marina
estaría más tranquila y podrían continuar escuchando la historia de aquella
misteriosa mujer.
Marina prefirió
quedarse recostada un rato en la mecedor, apenas habían pasado unos minutos
cuando escuchó un ruido en el rellano de la casa, hacía mucho frío cogió una
manta y se la echo encima de los hombros, el vapor que se acumulaba en la
ventana no le dejaba ver y decidió salir fuera.
Había mucha
niebla, pero algo se movía entre la maleza, se retiró un poco, volvió de nuevo
a acercarse ¿Qué estaba sucediendo?, algo se acercaba hacia la casa,
surgió de la nada, una mujer de melena larga y negra, ataviada con un vestido
blanco entallado que dejaba ver su bella figura, era arrastrada por varios
hombres y mujeres que no dejaban de insultarla y obligada a arrodillarse ,atada
a un árbol con unas cuerdas ante un hombre vestido de negro que todos llamaban
el calificador junto con los inquisidores que no hacían más que repetir
“herejía, herejía” ¡confiesa tu culpa, serás condenada por seducir con tus
pócimas a los hombres de esta comarca has arruinado a familias enteras
destrozado a sus mujeres confiesa ya…
Ella respondió “no
recuerdo, quítenme de aquí. Hice lo que los testigos han dicho, el
calificador le pidió que explicara con detalle, “señores, por amor de
Dios, tengan piedad de mí ¡oh señor!, ¿no ve que estás personas me están
matando?, Miró al cielo pidiendo piedad, y cayó desplomada a suelo. Hubo
un silencio alguien gritó ¡la hemos matado por Dios! ¿Qué hemos hecho? Pero su
voz se disipó con los gritos de Justicia, hemos hecho justicia muerte a la
Bruja.
Marina apenas
podía respirar, ¿Qué es lo que había visto? ¿Por qué ella? De repente el bosque
volvía a tener esa calma inquietante, y Marina calló al suelo.
Al
despertar, la Gaya había conseguido arrastrarla hasta dentro de la casa estaba
recostada en el sillón y escuchaba el llanto de la anciana.
Dígame, usted
sabía lo que iba a pasar? Como sabía que yo iba a ver como ajusticiaban a esa
pobre mujer indefensa.
Hija no sabía nada
de lo que iba a suceder esta noche, esta es la maldición, solo los
descendientes de aquella mujer pueden ver el tormento que sufrió Marina la
mujer ajusticiada por la Santa Inquisición.
Alejandro Mora
Moradona... las brujas no existen, pero es muy bonito... Besis..A2
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