NOS
VEMOS EN LA GRAN VIA
Amanecía Madrid con típico calor
de las mañanas del mes de Julio, a día 2 del mismo mes del año 1958 para más
señas. Mientras desayunaba mi café con leche y tostadas se podía leer en la
portada del ABC el siguiente titular “EL VIAJE DEL MINISTRO DE AGRICULTURA” y la fotografía de una
presa de Badajoz, publicidad y fútbol, Brasil ganaba la copa del mundo. La
verdad es que no me importaba mucho la política a esa edad, y el futbol menos, pero…
¿qué se puede esperar de una jovencita de 18 años?
Desperté aquella mañana con
las expectativas de cualquiera en un día de verano; pasar calor, hacer recados
y quizás salir con amigas a la caída de la tarde, todo eso si mi madre no me
encargaba cuidar de mi hermano pequeño, aunque a mi lo que me apetecía de
verdad era irme a comprar aquellas sandalias tan bonitas que había visto en las
zapaterías de la Gran Vía, que tanto me gustaba recorrer.
Mi amiga Lola había llamado
temprano para decirme que celebraba un guateque en su casa con la excusa de que
su prima había venido a Madrid a visitarla. Me contó que iría mucha gente. Me
quedé pensando si mis padres me dejarían y que lo más probable fuera que
llegara tarde si mi madre finalmente me encargaba del cuidado de mi hermano…
***
El verano de Córdoba es
bastante más caluroso que el de Madrid, pero merece la pena pasar algo de calor
en esta ciudad que ofrece planes tan interesantes, al menos cine y estrenos de
teatro.
Oía a mi primo vocear desde
la otra punta de la casa, algo sobre un guateque que daba una chiquilla que
habíamos conocido dos tardes atrás. La verdad, es que era lo que menos me
apetecía, me acababan de dar plantón y yo seguía pensando en ella…aun sabiendo
que ella, a varios kilómetros de distancia, ya no pensaba en mi.
Mi primo seguía intentando
convencerme de la fiesta y además no paraba de hablar de la boda de su hermano
Eduardo, y yo de bodas, la verdad es que tampoco quería oír hablar.
***
Subí rápida las escaleras del
portal de mi amiga Lola, atusándome la ropa y el peinado y aunque llegaba una
hora tarde, no implicaba que hubiera perdido la ilusión o se me hubieran
quitado las ganas, es más, me apetecía un montón.
Llamé a la puerta y Lola se
me abalanzó para darme un cálido abrazo, tan cariñosa como siempre, y de paso
contarme colgada de mi brazo, que había dos amigos suyos que habían venido
desde Córdoba y que había generado expectativas en ellos, hasta tal punto que uno
de ellos estaba esperando la llegada de la famosa Malena.
Entré al salón y vi a todos
mis amigos, y al fondo los dos desconocidos con quien nunca me había
encontrado.
***
Me sentía rodeado de niñatos de Madrid que no pasaban de los
19 años, bailando al ritmo de las canciones del
Dúo Dinámico y de los boleros
de Lucho Gatica y Antonio Machín, con
su cup de vino blanco algo aguado en
la mano. Mi primo estaba “en su salsa”, divirtiendo al personal con sus chistes
y su animada conversación, pero yo me aburría bastante, no era día para
fiestas.
Lola nos había dicho que
llegaría una de sus mejores amigas y que nos la presentaría, pero de momento no
había rastro de ella.
Levanté la mirada de mi cup de frutas y esta se topó con la de
una chica rubia con ojos azules de más o menos unos 18 años que venía hacia
nosotros ¡un guayabito vaya!
De pronto Lola y su amiga
agarradas del brazo se fueron acercando, llegaba el momento del protocolo y las
presentaciones.
***
-Antonio, Toni si lo
prefieres, encantado.- dijo él, que parecía muy mayor y serio, pero que tenía
su gracia.
-Yo soy Magdalena, Male si
prefieres, es un placer- respondí rápidamente, ¿estaba nerviosa?
Me preguntó si me apetecía
bailar y no vi inconveniente en ello, además comenzamos a charlar de nuestras
cosas: me contó que su novia le había dejado recientemente y yo le respondí con
mucha fe y para darle ánimos: “no te preocupes demasiado, seguro que os
arregláis”. En aquel momento no era consciente de lo que el destino me tenía
preparado, pero… ¿quién lo es?
Me preguntó si tenía novio,
yo le contesté que no, y me comentó que solo estaba de paso por Madrid y que en
nada volvería a Córdoba. Desveló que tenia 27 años y poco más, apenas le di
importancia, seguimos charlando, bailando y comentando sobre el calor de Madrid.
Al final de la velada nos despedimos,
con formalismos eso sí. “Encantada”, “ha sido un placer”, “suerte con tu novia”,
y también intercambiamos direcciones por si en otra ocasión volvía por Madrid.
¡Adiós buen viaje! Fue lo último que le comenté, pensando que nunca más nos
volveríamos a ver.
Seguí con mi vida en aquel
verano del 58, como si nada hubiera ocurrido. Dejé a un lado a Antonio, y tuve
uno de esos fugaces amores de verano en Torrevieja, que todavía sonrío al
recordarlo.
***
Una postal y mi pluma, no
necesité más para escribirla por navidad, desearle un feliz año nuevo y dejar
caer una postdata que concluyó con un: “nos vemos pronto”.
Conseguí encontrar el papel
donde anoté su dirección, pronto volvería a Madrid de nuevo y ¿por qué no?
Tenía cierta expectativa de volver a encontrarme con ella. Me iba a quedar en
Madrid para preparar las oposiciones, así que necesitaba conocer gente para
poder airearme y salir de paseo de vez en cuando.
Después de tres días en la
capital, donde el frío de Enero del 59 entumecía a cualquiera, mi primo me
propuso ir al cine en la Gran Vía para echar la tarde. Me apetecía el plan, en
esa calle siempre había ambiente y era por donde paseaba lo más florido de todo
Madrid, seguro que al final nos encontrábamos con alguien, sin saber que me
tropezaría de nuevo con aquella chica, otra vez una jugada de casualidad.
***
Había estado varios días
dándole vueltas a aquella postal, era muy considerado por su parte enviarme
aquello, que chico tan formal. Dejé de pensaren ello cuando Lola y yo entramos
al cine a ver La casa de té de la luna de
Agosto, un peliculón de cine americano, así que era una estupidez pensar si
volvería a verle algún día. Me senté a disfrutar de la sesión en el Coliseum.
Al acabar la película salimos
comentando animadamente, Marlon Brando y Glenn Ford estaban guapísimos. De
pronto en medio del bullicio de la Gran Vía, alguien nos chistó desde la acera
de en frente, nos hicimos las locas, ¡qué atrevidos!. Siguieron chistándonos y
de repente una voz gritó ¡Male!, me di la vuelta y ahí estaba él.
Nos acercamos y nos saludamos,
no podía creerlo, era increíble que estuviera justo allí. Comenzamos a hablar y
me contó que ya estaba viviendo en Madrid y que si me apetecía podríamos salir
algún día a bailar o a pasear y tomar un café. Y sin saber por qué, acepté.
***
Mientras me arreglaba, los nervios recorrían mi
cuerpo…“tranquilo, solo es salir a bailar, nada más.”
Pasé a recogerla a casa y allí estaba, monísima,
con un vestido precioso, ¿comenzaba a gustarme de verdad? No, imposible…la tarde fue estupenda, todo salió de maravilla,
acordé llamarla y por qué no, ambos decidimos vernos de nuevo.
***
Y así fueron pasando los
días, mi abuelo la llamaba por teléfono y hablaban, se contaban sus cosas,
reían, iban a bailar, a tomar café, a pasear por Madrid, incluso fueron juntos
a ver llegar a Madrid al Presidente Eisenhower, entre todas estas cosas parecía
que ambos comenzaban a gustarse de verdad.
Y de la misma manera fueron
pasando los meses y se completaron los años, su noviazgo se consolidó, y
terminó en boda un ventoso día 24 del mes de Abril del año 1964. La ceremonia
religiosa fue en la Iglesia de San Agustín en la calle de Joaquín Costa, y la
celebración, como no podía ser de otro modo, fue en el Hotel Plaza, donde acaba
la Gran Vía y se abre la Plaza de España, y donde en tantas ocasiones habían
bailado en su famosa terraza de verano situada en la azotea, y donde tantas
veces disfrutaron de las vistas sobre Madrid.
Cuarenta y ocho años después,
yo acompaño el mediodía de mis abuelos Male y Antonio, los martes de este curso
de 2013, y son ellos con su relato quienes me han ayudado a desgranar el
argumento para este trabajo de economía que, la segunda de sus siete nietos,
había decidido presentar…
Irene Oslé Herrero.
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