Porque
hermana solo hay una
¡Enana!
¡Muchísimas
felicidades! Todavía no me puedo creer que ya tengas dieciocho años. Recuerdo
perfectamente el día en que me enteré de que iba a tener un hermanito. Aún no
sabíamos si serías niño o niña, pero yo siempre quise que fueses una chica,
como yo. Nos podía imaginar haciendo planes juntas, compartiendo ropa, saliendo
de fiesta…
Y finalmente, nos
dijeron que eras una niña. Empezamos a pensar en nombres, e hicimos una lista.
Añadíamos nombres que oíamos por la calle, nombres que leíamos… cualquiera que
nos gustase. La verdad es que la mitad de los nombres los escogí yo. Creo que
estaba más emocionada que papá y mamá juntos.
Entonces fue cuando
empezamos a decorar tu habitación. Tuvimos que elegir el color de la pared, la
cuna, los muebles… Cada vez que íbamos a alguna tienda, mamá me tenía que
parar, porque quería comprarte todo. Y papá… bueno, papá era papá, la
decoración no es lo suyo.
El tiempo parecía no
pasar, y los meses se me hicieron muuuuuy largos. Me acuerdo de cómo le
preguntaba a mamá si todavía quedaba mucho.
Pero el día por fin
llegó. Cuando salí del colegio, era
abuelita quien me estaba esperando, y me dijo que todos estaban en el hospital,
porque ibas a nacer ya. Yo quería ir corriendo, quería verte. ¡Llevaba meses
esperándote! Sin embargo, en el hospital dijeron que era muy pequeña, y no me
dejaron pasar, así que tuve que esperar fuera. Lo cierto es que puede que
hubiese llorado un poquito. Solo un poquito.
Al día siguiente pude
pasar a verte. Creo que jamás olvidaré la primera vez que te vi. Eras… pequeña.
Me acerqué a ti, y tú me cogiste un dedo, y te quedaste dormida. No quería que
ese momento acabase nunca. Era feliz.
Días después, cuando
volví a casa, te encontré allí. Y supe que ahora ya podría abrazarte y verte
todos los días.
Con el tiempo, fuiste
creciendo, y cada vez hacíamos más cosas juntas. Fuimos de compras, al cine y
de viaje. Hemos cocinado, reído y peleado. Y tengo claro que mi vida no sería
la misma sin ti. Sé que si lo necesito, tú vas a ser la primera en ayudarme,
porque yo haría lo mismo por ti.
Pero la realidad es que
no voy a estar ahí para ayudarte. Cuando leas esto probablemente ya no estaré a
tu lado, no podré darte abrazos, ayudarte con tus problemas, ni hacerte sonreír
cuando estés triste.
Es por eso que quiero
que sepas que no importa lo que hagas, siempre tendrás mi apoyo. Que aunque
parezca que ya no estoy, nunca te dejaré, y menos cuando me necesites. También
tienes que saber que estoy muy orgullosa de ti. Nada que pueda ocurrir va a
cambiar eso.
Unos últimos consejos:
Vive tu vida al máximo,
aprovecha cada momento, porque no sabes cuál va a ser el último.
Es preferible
arrepentirse de haber hecho algo, que de no haberlo hecho.
Llega hasta el fin del
mundo para cumplir tus sueños.
Y recuerda que la
felicidad es lo único por lo que merece la pena luchar.
Siento no poder estar
ahí para ver cómo te conviertes en la increíble mujer que sé que eres. Te quiero mucho.
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