EN
UN MOMENTO:
Era
un día corriente, o eso parecía, estaba volviendo a mi casa, hacía frio, ya eran las 9 de la noche y la calle estaba
llena de gente cenando en diferentes restaurantes. Sin duda esa era mi calle
favorita de todo París. Cada vez que pasaba por allí encontraba algo nuevo que
me llamaba la atención, me estaba bebiendo un batido de vainilla, mi sabor
favorito, mientras disfrutaba de esa calle y esa gente que tanto me gustaba. Y
sin darme cuenta, pasó algo que me cambió la vida.
Hubo
un estruendo muy fuerte, y por un momento toda la calle se quedó en silencio. Al
momento, todo el mundo comenzó a gritar y a correr por todos lados. Yo me quedé
en blanco, no podía moverme y no podía reaccionar. Pasaron unos segundos, que
fueron como horas hasta que me di cuenta de lo que estaba pasando.
Pensé
en correr a casa, pero aún me quedaban 10 minutos andando y decidí hacer lo
mismo que la gente de mí alrededor, esconderme en alguna tienda o restaurante. De
repente, otra vez ocurrió, solo que esta vez eran muchos sonidos fuertes y
secos pero más cortos, me estaban retumbando en mis oídos y supuse que eran
disparos que no debían de estar muy lejos.
Al
alzar la vista, vi esa heladería en la que tantas tardes había pasado, decidí
esconderme allí pero al llegar, la puerta ya estaba cerrada, pude ver a varias
personas escondidas allí dentro, detrás del mostrador y debajo de las mesas
pero ninguno se levantó a abrirme la puerta. Aporreé la puerta un par de veces,
gritando que por favor me abrieran, pero solo me miraban y nadie se movió. La
angustia y la impotencia se apoderaron de mí.
Salí
corriendo sin saber bien hacia donde me dirigía, decidí bajar la calle. Cada
poco tiempo se escuchaban más disparos, gritos y explosiones. Entre ese jaleo
escuché unas voces que parecía que me llamaban, me di la vuelta y vi a cuatro
personas asomadas desde la puerta de un restaurante de pizzas en el que había
estado un par de veces y me dirigí allí lo más rápido que pude.
Nada
más llegar, cerraron la puerta y me dijeron que me escondiese rápido. Decidí
tumbar una mesa en el suelo y esperar a
que todo pasara. Desde mi escondite se podían escuchar los disparos de fondo y
sabía que esos sonidos no se me iban a borrar de la cabeza nunca. También podía ver a toda la gente que había
escondida en ese local, a los dos
camareros escondidos detrás del mostrador, una pareja mayor en la cocina, dos
niños de entre 4 y 6 años llorando asustados al lado de sus padres y más
personas detrás de las mesas como yo.
Estuvimos
un gran rato allí sentados, todos en
silencio. Podía escuchar respiraciones agitadas y de vez en cuando algún
llanto. Yo estaba al lado de una de las
chicas que me habían gritado desde la puerta jugándose la vida. Decidimos
llamar a la policía para que nos intentaran rescatar de allí pero las líneas
estaban saturadas y era imposible contactar con alguien. Yo solo quería
despertarme de esa pesadilla.
Durante
todo el tiempo que estuve allí, pensé en mi familia, en mis amigos, en que hubiera
pasado si no me hubieran abierto la puerta de este local, etc. Pero de repente
vi pasar a un hombre con un arma en la mano, quien tras echar un vistazo, decidió romper el
cristal con el arma y entrar en el local. En ese momento se desató el pánico
pero yo no era consciente de lo que estaba viviendo y me quedé completamente paralizado.
El
hombre observó por encima todo el local y se dirigió hacia la persona que más
cerca tenía, parecía un hombre de unos 50 años, le apuntó y le disparo en la
frente. Los oídos me empezaron a pitar y el disparo retumbaba en mi cabeza.
Después
de esto, se dirigió a la siguiente persona. Estaba llorando muy fuerte y la vi
cerrar los ojos por última vez. Ella era una de las personas que me había
ayudado a esconderme en ese local, me
había salvado la vida y no había podido cruzar palabra con ella. Y otra vez ese
sonido.
No
podía creer que en unos momentos iba a acabar todo, el hombre disparó a la
siguiente persona y a la siguiente. Ahora me tocaba a mí.
En
cuanto le vi acercarse, me vinieron a la mente muchos recuerdos, en unos solos
segundos pude ver a mi abuela, a mis padres, mi 18 cumpleaños, el viaje con mis
amigos, a mi hermana pequeña, y un largo etcétera. Abrí los ojos y se me escapó
una lágrima. Pude ver al hombre
apretando el gatillo y los cerré otra vez instintivamente.
No
pasó nada durante un par de segundos, pensé que ya había acabado todo pero abrí
los ojos y vi al hombre con una cara extrañada, esa cara que permanecerá
siempre en mi memoria. Se puso a gritar como loco y volvió a intentar disparar,
pero no pudo. El arma se había encasquillado y esa bala no llegó a salir
nunca. Se hizo el silencio de nuevo y el
hombre salió corriendo.
Santiago
Hernández del Valle. 1ºA
Febrero
2020
2ª
evaluación
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