Víctor Flecha Polvorinos (La crueldad de la ignorancia)


 

LA CRUELDAD DE LA IGNORANCIA


Reír, un gesto que una persona produce ante un estimulo gracioso, algo que le produce felicidad, o simplemente, por la ignorancia de la propia persona. Por este último nos reímos mi hermano y yo un nueve de marzo de 2020.

 

Nos quedábamos en casa quince días, sin colegio durante dos semanas, libres de deberes libres, de lo que para nosotros era un supuesto sufrimiento. Lo que verdaderamente no sabíamos era en lo que nos estábamos metiendo. China había avisado ya de que esta enfermedad no era un juego, pero como no nos afectaba a nosotros, no nos preocupábamos y cuando quisimos frenar todo, ya era muy tarde.

 

Mi hermano y yo nos dimos cuenta de que no iban a ser unos simples quince días sin colegio. Nos dimos cuenta, principalmente, por el hecho de que caímos enfermos todos a los 6 días, gracias a Dios nosotros lo pasamos sin augurios, pero nos parecía un poco raro que nuestra madre se fuese tan a menudo a casa de mi abuela cuando todo el mundo tenía que estar recluido en casa.

 

Un día nuestra madre nos explico todo lo que estaba pasando, mi abuela (que era grupo de riesgo) estaba muy enferma y no sabían lo que la pasaba y como cuidarla (todo esto fue durante las primeras semanas de la cuarentena, por lo cual no sabían cómo tratar el virus).

 

A todo esto mi tío cayó enfermo y le dio mucha reacción. Hubo un día en el que el sistema respiratorio le empezó a fallar y se desplomo en el suelo. A todo esto, los sanitarios le decían a mi madre que no los llevase al hospital, ya que estaban abarrotados y no había espacio.

 

A mi abuela de repente se le quedaba la mente en blanco y se le iban los ojos, era todo muy raro y encima frustrante ya que tampoco podíamos hacer nada.

 

Tras todo esto, decidieron llevar (aunque no les dejasen) a mi abuela y a mi tío al hospital. Al llegar allí metieron a los dos en la UCI y no dijeron nada a nadie ni dieron esperanzas, no sabíamos si volverían a salir de allí. Cuando mi madre llego a casa y nos conto esto yo no sabía cómo reaccionar ya que no sabía si el ultimo recuerdo que iba a tener de ellos iba a ser un recuerdo débil, feo, alborotado y triste.

 

Al día siguiente llamaron a casa, era el hospital. Yo me fui a mi cuarto ya que no quería saber nada del tema. Gracias a Dios no había pasado nada, simplemente era una llamada diciendo q con los respiradores estaban mejorando y que a lo mejor les iban a pinchar una serie de vacunas para ver qué efecto tenían.

 

A todo esto yo reaccione mal, estaba de capa caída todo el día, sin ganas de hacer nada y viendo pasar los días y que no pasaba nada que no hubiese visto ayer, una simple pantalla de ordenador y el alivio de poder salir al jardín a respirar algo.

 

Las cosas empezaron a mejorar, esos pinchazos surgieron efecto y ya los respiradores no hacían falta.

 

Se cumplieron tres semanas desde que mi abuela y  mi tío entraron al hospital, tal como entraron, salieron, cansados, sin fuerza alguna, pero manteniendo lo más importante, la vida.

 

Así fue como unos supuestos 15 días que creíamos que eran de disfrute y de alguna manera, descanso, se convirtieron en más de un mes de sufrimiento y estrés.

 

Claro que esto no había acabado, todavía quedaban días en casa y eso a lo que llamaban “nueva normalidad”, a la que habría que adaptarse, pero yo ya estaba tranquilo, sabía que mi familia estaba sana y salva en casa.

 

Supongo que como dicen, el que ríe último ríe mejor y aunque reí en un principio ignorando lo que esto significaba, me sintió mejor reír con todos en casa, un poco de conciencia y sabiendo que los míos estaban bien.

 

 

Víctor Flecha Polvorinos, Noviembre 2021.

Comentarios

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