CINCO MINUTOS
Ese silencio el la sala era tan
denso que se podía cortar con un cuchillo. Cinco hombres, cada uno con sus
propios problemas, pero con una ilusión reflejada en sus ojos. Miraban con
atención el plano de la mansión Guzmán Postigo. Dentro de ella estaba su
objetivo: un Richard Mille, un reloj único en el mundo, asequible solo para
unos pocos.
La mansión estaba en una urbanización rodeada
de seguridad y cuya tecnología era la mas avanzada y se decía que era
inaccesible, pero los ladrones sabían que toda fortaleza tiene su punto débil,
y ellos estaban a punto de encontrarlo.
Ese punto débil, unas antiguas
tuberías olvidadas, fue el centro de atención. El cerebrito, señaló en el
plano, la tubería, “Este es nuestro punto de entrada”, dijo nervioso, “debajo
de la biblioteca, por ahí nos podremos meter. La chica mientras se dirigía a
los guardas y el cerrajero se encargaría de abrir el sótano de la biblioteca y
mientras el técnico quita las caras de seguridad y mientras el conductor nos
esperaría en la puerta con un traje haciéndose pasar por chofer.
El plan parecía sencillo, pero requería
de una sincronización perfecta: el al mas mínimo error podría fastidiarlo. Por
eso todos los participantes en los mejores de su campo.
Cada uno se estudiaron su plan a la
perfección, el cerrajero, ágil y sigilos como un gato, se memorizo los planos
del túnel, “la puerta esta sellada con acero”, susurró. Pero ese no era el
problema, el problema eran los pasillos, estrechos y con poca luz. El técnico
mientras tanto, ya tenia un virus para infiltrarse en el sistema, “estará listo
en pocos minuto”, aclaró. El conductor, esperando en la entrada, revisaba su
coche.
El cerrajero, cogió de la mochila las herramientas necesarias para perforar esa puerta de acero oxidado, y tras pocos minutos la puerta cedió con un leve crujido. El cerrajero al verse dentro del túnel sintió el peso de la misión sobre sus hombros. Cada vez que daba un paso resonaba por todo el túnel, aumentando la tensión del momento. El técnico ya se había adentrado en las cámaras de seguridad y solo tendrían cinco minutos para completar la misión, “Cinco minutos, pensó, cinco minutos y será nuestro”. La chica mientras se acercaba a los guardias, “Buenas noches, podrían indicarme por donde esta la salida de la urbanización”.
Con el corazón a mil, el cerrajero
se deslizó dentro de la bóveda. Allí estaba, el Richard Mille, una esfera de
oro macizo, que brillaba con una luz propia. Su respiración cada vez se volvió
cada vez mas pesada. Alargo la mano, con los dedos temblorosos, a punto de
tocarlo cuando… Unas llaves suenan al adentrarlas en la cerradura. Ahí el
cerrajero se quedó helado al ver no que no había una escapatoria rápida, y de
repente, se abrió la puerta…
Rodrigo Jiménez García
N° 16
1°A
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