Rodrigo Jiménez. (Cinco minutos)

 

CINCO MINUTOS

Ese silencio el la sala era tan denso que se podía cortar con un cuchillo. Cinco hombres, cada uno con sus propios problemas, pero con una ilusión reflejada en sus ojos. Miraban con atención el plano de la mansión Guzmán Postigo. Dentro de ella estaba su objetivo: un Richard Mille, un reloj único en el mundo, asequible solo para unos pocos.

 

 La mansión estaba en una urbanización rodeada de seguridad y cuya tecnología era la mas avanzada y se decía que era inaccesible, pero los ladrones sabían que toda fortaleza tiene su punto débil, y ellos estaban a punto de encontrarlo.

 

Ese punto débil, unas antiguas tuberías olvidadas, fue el centro de atención. El cerebrito, señaló en el plano, la tubería, “Este es nuestro punto de entrada”, dijo nervioso, “debajo de la biblioteca, por ahí nos podremos meter. La chica mientras se dirigía a los guardas y el cerrajero se encargaría de abrir el sótano de la biblioteca y mientras el técnico quita las caras de seguridad y mientras el conductor nos esperaría en la puerta con un traje haciéndose pasar por chofer.

 

El plan parecía sencillo, pero requería de una sincronización perfecta: el al mas mínimo error podría fastidiarlo. Por eso todos los participantes en los mejores de su campo.

 

Cada uno se estudiaron su plan a la perfección, el cerrajero, ágil y sigilos como un gato, se memorizo los planos del túnel, “la puerta esta sellada con acero”, susurró. Pero ese no era el problema, el problema eran los pasillos, estrechos y con poca luz. El técnico mientras tanto, ya tenia un virus para infiltrarse en el sistema, “estará listo en pocos minuto”, aclaró. El conductor, esperando en la entrada, revisaba su coche.

 

El cerrajero, cogió de la mochila las herramientas necesarias para perforar esa puerta de acero oxidado, y tras pocos minutos la puerta cedió con un leve crujido. El cerrajero al verse dentro del túnel sintió el peso de la misión sobre sus hombros. Cada vez que daba un paso resonaba por todo el túnel, aumentando la tensión del momento. El técnico ya se había adentrado en las cámaras de seguridad y solo tendrían cinco minutos para completar la misión, “Cinco minutos, pensó, cinco minutos y será nuestro”. La chica mientras se acercaba a los guardias, “Buenas noches, podrían indicarme por donde esta la salida de la urbanización”.

 

Con el corazón a mil, el cerrajero se deslizó dentro de la bóveda. Allí estaba, el Richard Mille, una esfera de oro macizo, que brillaba con una luz propia. Su respiración cada vez se volvió cada vez mas pesada. Alargo la mano, con los dedos temblorosos, a punto de tocarlo cuando… Unas llaves suenan al adentrarlas en la cerradura. Ahí el cerrajero se quedó helado al ver no que no había una escapatoria rápida, y de repente, se abrió la puerta…

 

 

Rodrigo Jiménez García

N° 16

1°A


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