JUSTICIA ÁNGEL
PÉREZ TRASANCOS
Son las 7 de
la mañana. Acaba de sonar el despertador, pero yo ya estaba despierto. En parte
por la lluvia torrencial que no dejaba de golpear mi ventana, y sobretodo por
los nervios al saber que hoy era el gran día. Tras una larga investigación, he
conseguido destapar una de las mayores tramas de corrupción de los últimos
tiempos, en la que está involucrado un alto cargo del gobierno.
A pesar de no
haber dormido, no tengo sueño. Tengo ganas de que todo acabe. Los nervios me
han cerrado el estómago, pero me obligo a comer unas tostadas. Me van a haber
falta. Como todos los días, me ducho, me afeito y me visto. Tengo una cita con
Antonio Rubio, periodista de investigación. Allí, le contaré todo, a la espera
de que me indique la mejor vía de actuación.
Salgo a la
calle. Sigue lloviendo. Hay más gente de lo normal, a pesar de estar lloviendo.
Me paro un momento a observarles. Parecen normales, sin darse cuenta de que
políticos están viviendo y defraudando a costa de sus esfuerzos. Aunque a veces
se enteren, tampoco están dispuestos a hacer nada drástico. Prefieren la
tranquilidad diaria, no arriesgarse. Pueden pasarse horas criticando a un
partido o a un político, pero a las siguientes elecciones ir a votarles. Es así
de triste, pero es algo que ninguno podemos cambiar.
Tras esta
pausa, cojo el metro para dirigirme a la redacción del periódico. Poco a poco
me voy sintiendo más nervioso, hasta el punto de que puedo escuchar los latidos
de mi corazón. Es mi gran oportunidad, no puedo desaprovecharla.
Entro en la
recepción del periódico. Tras una larga espera, la recepcionista me dirige al
despacho del periodista. Me sorprende el desorden, hojas y carpetas por todos
lados. Antonio me pregunta que que era lo que tenía que contarle, y que por qué
es tan urgente. Se le ve algo impaciente. Tras una hora contándole todos los
detalles de mi investigación, me confiesa su sorpresa, y me dice que la información
que tengo es muy peligrosa. Me siento aliviado. Al fin puedo compartir esta
información con alguien.
Tras pensarlo
unos instantes, me dice que lo mejor que podían hacer era convocar una rueda de
prensa, para que la información sea pública, y después enseñar a la policía las
pruebas. Tras dar mi aprobación al plan, me dirijo hacia mi casa. Va a ser una
tarde larga, que dedicaré a preparar la rueda de prensa de mañana. No se me da
bien hablar en público, nunca me ha gustado, pero entiendo que es la mejor
manera.
Tras toda una
tarde trabajando, me siento agotado. Curiosamente no estoy nervioso. Veo que
todo va a salir bien, tengo esperanzas de hacer justicia. Consigo dormir toda
la noche. Me levanto, y repito lo del día anterior. La rueda de prnsa es a las
12:00, por lo que no tengo mucho tiempo. Salgo de casa, cojo el metro y me
dirijo hacia la dirección del periódico.
Cuando llego está Antonio Rubio en una sala
Rodeado de policías. En un primer momento
me asusto, Pero luego me doy cuenta de que los ha llamado él. Todos van con
uniforme, menos uno, que viste un elegante traje. Ese debe ser el jefe, y es a
él al que nos dirigimos al contarle la trama de corrupción descubierta por mí.
Decide arrestar a todos los políticos implicados
mientras se suceda la rueda de prensa, para que no tengan margen de maniobra y
no puedan escapar. Al fin llega la hora. Son las 12:00. Es el momento. Hay más
gente de la que me esperaba. Me siento algo abrumado. Comienza hablando
Antonio, introduciéndome y presentándome a los periodistas. Cuando termina, me
pasa el micro. Un poco titubeante al principio, mi voz va cogiendo fuerza conforme
avanza mi exposición, y al terminar de hablar, una vez destapados todos los
detalles y todos los implicados en la operación, resuena por la sala un sonoro
aplauso. Entienden que el descubrimiento es gracias a mí, y yo me siento feliz
de haber contribuido a una sociedad mejor, a que haya un corrupto menos en el
gobierno, a que se haga justicia.
Durante los
días siguientes, todos los periódicos y los programas de televisión se hacen
eco de la noticia. Me invitan a muchos programas de televisión, Mi nombre coge
bastante popularidad, la gente me reconoce por la calle y me siento admirado.
Es una sensación que me gusta. Sentir que la gente aprecia y valora tu
esfuerzo. Todo va bien. Todo va mejor de lo que me había podido imaginar.
Quizás todavía haya esperanza. En realidad, sé que no.
En realidad,
nada de esto ocurrió. En realidad, cuando salí de casa el día lluvioso, dos
matones mandados por el grupo de políticos corruptos me encerraron en un
callejón, y, por así decirlo, me “silenciaron”. Seguramente, alguien con quién
había hablado durante la investigación filtraría algo. No podemos saber que
consiguió. Probablemente dinero o poder, las dos cosas por las que se mueve la
gente. Después de todo mi esfuerzo, consiguieron lo que querían. Nadie sabrá
nunca lo que han hecho, darán mítines y conferencias y la gente les aplaudirá.
Nada cambiará. Me creí que podía ir contra el mundo, que podía desafiar a
ciertas personas, y me equivoqué. Al final ganan los de siempre, y también
perdemos los de siempre.
FIN
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