La sombra de la sociedad.
“Todos los
seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, dotados como están
de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”
–Derechos humanos artículo uno. Supongo que en algún punto del camino el ser
humano olvidó esto, distraído por el dinero, las innovaciones tecnológicas,
poniéndose a sí mismo ante los demás. Todos fingen que les importan los menos
favorecidos, una vez al año se ponen la máscara de “oh, cuanto lo lamento” y
hacen una buena obra de la que más tarde alardearán con sus compañeros,
familiares y amigos, los cuales sonreirán y asentirán mientras comentan lo
buenas personas que son todos y la lástima que da que ninguno de nosotros
colaboremos más, que con que todos hagamos un poco conseguiremos mucho…
Pero como ya he dicho esto sólo sucede una, a veces dos,
veces al año. Estas personas simplemente lo hacen para mantener la conciencia
tranquila. Pero yo he estado al otro lado y, no quiero que me tachéis de
desagradecido, pero no nos sirve para nada. No nos ayuda el hecho de que un día
estéis a nuestro lado, nos sonriáis y escuchéis, si al día siguiente vamos a
volver a convertirnos en sombras, entidades invisibles que lo único que hacen
es ensuciar la preciosa vista de vuestras preciosas calles, dar una mala imagen
a vuestros lujosos barrios y avergonzaros con nuestra mera presencia.
Una simple tarde
en la que os traguéis vuestro orgullo y pongáis buena cara (mientras que por
dentro, cada vez que tenéis algún tipo de contacto con nosotros, aunque sea
verbal, estéis preguntándoos qué clase de enfermedad os estaremos transmitiendo)
no va a borrar los 364 días de desprecio restantes.
De todos modos qué voy a saber yo ¿No? Tampoco he
conocido otra cosa, tuve una infancia
turbulenta, de joven no iba a la escuela y me gustaba meterme en líos, robaba,
pegaba a niños pequeños (ya que de pequeño los mayores me habían pegado a mí).
Heredé la tradición familiar, proseguí con el pasatiempo favorito de mi padre,
el de beber sin descanso y dormitar y quejarme en el tiempo restante. Soy un
desgraciado, un impresentable, nunca doy las gracias, huelo mal y si me dais la
oportunidad, os robaré la cartera y cualquier otra cosa de valor que llevéis con
vosotros. Al menos así es como me veis y prejuzgáis. De alguna forma eso os
hace sentir mejor, ¿Por qué ibais a tratar de ayudarnos si todo lo que somos es
mala gente? Al menos de esta forma nos segregamos y os dejamos a vosotros en
paz. Lo que muchos desconocéis es que os habéis equivocado, eso es otra cosa
que odiáis: no tener razón, posiblemente os estaréis preguntando cómo es que
creo saber tanto sobre todo esto, que por qué me quejo de que generalicéis si
yo también lo estoy haciendo. En eso tenéis razón, supongo que habrá gente que
haga buenas obras y las haga de corazón, es solo que normalmente esa gente
acaba mal y que el resto suele aprovecharse de ellos. Convirtiéndolos así,
mediante la rabia al haber sido utilizado como a un objeto de usar y tirar, en
más marionetas sin sentimientos que van vagando por el mundo, creando una
coraza cada vez más y más gruesa a su alrededor, para evitar que ningún tipo de
pena o remordimiento del exterior consiga perturbaros.
El caso es que
ahora estoy aquí, pero también he estado allí. También he sonreído falsamente,
llevado los diseños de las marcas más caras, comprado los inventos más
novedosos e innecesarios, también he dejado fuera cualquier cosa que pudiese
nublar mi visión para concentrarme mejor en los negocios, centrándome así en tan
solo en lo material. Me di cuenta demasiado tarde de lo que suponía llevar la
vida que estaba llevando y cuando traté de parar me vi sin trabajo. Todos los
que presumían de ser mis amigos me dieron la espalda, más tarde me arrendaron
la casa, mi novia se avergonzaba de que nos viesen juntos hasta que un día me
dejó, con el sutil mensaje de encontrarla con mi “mejor amigo”. Más tarde me enteré de que se
llevaban viendo desde bastante antes de que todo esto pasara, pero para entonces
a mí ya me daba igual. Encontré una nueva compañera que me hacía olvidar todo
lo demás, a la que ya conocía pero que no solía visitar tan a menudo, así es
como me enamoré de la bebida y dejé todo lo demás aparte. Así es como
lentamente mi existencia se hizo más y más difusa, hasta ser olvidado e
ignorado.
Supongo que no era mucho mejor que ninguno de vosotros,
cuando tuve los medios no hice nada y ahora que no los tengo no soy más que un
juguete roto que se quedó sin voz hace tiempo.
Sólo soy un mero observador, y mi visión a menudo está
nublada por el alcohol, no formo parte de la vida de nadie y nadie forma parte
de la mía, estoy sólo, me achacan a una clase social en la que nadie se conoce
y a la que todos tratan de evitar. Posiblemente, si me diesen la oportunidad
podría cambiar muchas cosas y mejorar muchas otras, el caso es que me he cansado
de nadar y creo que ya va siendo hora de que me deje llevar por la corriente,
no quiero ahogarme, o quizás sí. La barrera entre lo que quiero y no quiero se
ha ido estrechando a lo largo de los años, según veía con impotencia como no
podía adquirir lo que quería ni librarme de lo que no quería.
Me he cansado de observar con desconsuelo como la
sociedad se va autodestruyendo mediante engaños y robos. Me he cansado de ver a
gente viviendo a costa de otros, de ver como el mundo critica injusticias para
luego no hacer nada con tal de pararlas. Hubo un tiempo en el que fui joven,
lleno de energía y grandes planes, un tiempo en el que estaba totalmente seguro
de que algún día la gente recordaría mi nombre; debido a que, de una forma u
otra cambié para mejor sus vidas. Sin embargo aquí estoy, escondido entre las
sombras, no porque me avergüence de ser como soy (eso lo tengo bastante
aceptado) sino para tratar de alguna forma de ayudaros a vosotros, ya que
habéis dejado bastante claro que mi presencia simplemente os incomoda y no
quiero ser más estorbo de lo que ya soy. Si la meta de todo ser humano es ser
feliz, entonces, ¿Realmente merece la pena seguir viviendo de esta manera? Mi
respuesta es no.
Quizás, querido desconocido, estés pensando que soy un
pesimista, que aún cabe la posibilidad de que mi vida de un giro inesperado y
todo cambie. Pero llevo años esperando a ese giro, incluso una simple y pequeña
curva habría bastado para levantarme el ánimo, pero en su lugar me he
encontrado con la una rectilínea y vacía existencia que jamás cambió y jamás dio
signo alguno de que fuese a hacerlo.
Espero que, seas quien seas, leer esto haya causado algún
tipo de efecto en ti y que te empuje a luchar contra la pétrea pared de la
sociedad. Puede que a lo largo de mi vida esa visión de futuro que tuve de
joven no estuviese a mi alcance; pero igual, después esto, sea capaz de mejorar
la vida de alguien.
Para cuando alguien encuentre esta carta, si acaso
alguien la encuentra, yo ya me habré ido, la gente habla de lo duras que son
las despedidas pero el caso es que cuando no tienes nadie de quién despedirte
tampoco cuestan tanto.
Espero que algún día la gente se acuerde de que por muy
de noche que se haga, eso no significa que las sombras dejamos de existir.
Atentamente:
Otra sombra olvidada.
Belén
Montabes
Muy buen relato... Sigue escribiendo así!!!
ResponderEliminarDe parte de 1º A y D