UNA AMIGA
DEMASIADO CERCANA
Yo soy el mayor de tres hermanos,
nacido en una familia adinerada del centro de Madrid. Durante mi infancia
siempre sentía la necesidad de triunfar y llegar a ser alguien importante en la
vida. Presionado por mi padre, quien tan exitosamente había logrado llegar a
ser un alto cargo de una empresa de consultoría, muy reconocida nacional e
internacionalmente, me vi obligado a estudiar su misma carrera, la cual ni
comprendía ni me gustaba.
Al terminar la carrera conseguí trabajo
y lo único que buscaba, como muchos otros, era ascender, caer bien a mis
compañeros de la oficina y llegar a adaptarme completamente. El día que lo
conseguí ya había pasado demasiado tiempo como para saber por qué motivo
trabajaba ahí, ya que ni si quiera me gustaba mi empleo.
Pasaba los días sin preguntarme el
porqué de las cosas y lo más emocionante que me podía llegar a pasar es poder salir antes del despacho.
No era ni de cerca el mejor en lo que hacía, pero al menos ganaba lo suficiente
para mantener aquella vida, sumida siempre en la misma rutina, anclado a un
horario, un estilo en el que ya estaba pensado lo qué iba a comer (normalmente alimentos
precalentados) y qué ropa iba a llevar (mi armario constaba de tres trajes
distintos que iba combinando con diferentes camisas o corbatas)
Uno de los momentos más duros de mi
vida fue cuando me di cuenta de que llevaba tiempo sin disfrutar con lo que hacía,
había perdido 12 años queriendo ascender en una empresa que odiaba y en la cual
me veía atrapado. A mis 42 años, soltero y sin hijos, no veía la forma de salir
de esa desconsolada y monótona vida.
Pero entonces llegó aquel maravilloso
y fatídico día en el que la conocí. Ella me entendía y me consolaba. Ella siempre me esperaba
después del trabajo, llegase a la hora que llegase. Le hacía terribles
confesiones y nunca me juzgaba. Era mi apoyo.
Me enseñó a ver la vida de otra
manera, comprendí solo entonces que la vida únicamente se hace tan terrible
cuando nosotros nos vemos sin escapatoria, y ella me ofrecía una. Cuando estaba
junto a ella todos mis problemas desaparecían. Los primeros meses fueron
increíbles para mí, no podíamos vivir el uno sin el otro. No entendía cómo
podía haber pasado tantos años sin conocerla.
Frecuentemente contaba las horas en
el trabajo para poder estar junto a ella, tenerla junto a mí. Me había vuelto
posesivo, controlador y un tanto avaricioso.
Pasó el tiempo, y ya no solo me
esperaba en casa si no que a veces, sin que nadie la viera, me hacía visitas
en el trabajo. Y sin saber muy bien por
qué, ella se convirtió en parte de mí. Me tuve que alejar de mi familia, ellos
no me comprendían. No entendían nada. Por una vez en mi vida era yo el que
tenía el control y no eran ellos quiénes para quitarme esa felicidad que tan
brevemente ella me brindaba.
Pero esto, nuestra relación, como
todo en la vida, llegó a su fin. No existe nada en la vida que perdure para
siempre y no hay certeza mayor que la incertidumbre que sentía ante el
desconocimiento de nuestro futuro. Amores eternos que se enfrían, amistades que
se distancian, familiares que mueren… y ella me había prometido estar ahí para
siempre. Pero no era verdad.
Cuando quise darme cuenta ya era
tarde, creía que tenía el control, pero era ella la que me controlaba. Sentía
una terrible ansiedad cuando pasaba mucho tiempo sin estar junto a ella. Me
hacía saltarme mis horarios, distanciarme de mi familia y así lo perdí todo. Perdí
el trabajo y con él mi vida y todo el empeño, esfuerzo y valor se desvanecieron
súbitamente.
Y todo por ella. Lo que al
principio parecía prometedor se había convertido en una cárcel y no había forma
de salir de ella.
Un día me di cuenta de que de joven
se me había advertido de ella, muchos años atrás el mundo se veía de una manera
diferente. Era joven e ignorante y en aquella época lo único importante eran
mis amigos. Unos hombres vinieron a hablarnos. No comprendía lo que decían y
mucho menos tenía yo la paciencia para intentar comprenderles. Me contaban sus
problemas y a mí, la verdad, no me interesaban. Eso nunca me sucedería a mí, mi
familia tenía dinero y eso solo le pasa a la gente pobre y estúpida, pensé.
Pero ella esta en todos lados, seas
pobre o rico; ella, queridos amigos, es la bebida.
Han pasado 18 años desde ese
momento en que me vi desbordado, sin dinero, casa, trabajo o familia con la que
me hablara. Y gracias a mi familia pude salir adelante. Recuperé no sin
esfuerzo la dignidad y reuní el valor para volver a ser yo mismo. Mentiría si
os dijese que de vez en cuando no pienso en ella, pero poco a poco la he
expulsado de mi vida. Fue una parte de mí, y una parte de mí siempre querrá
volver con ella pero gracias a ellos he logrado enterrar esa parte.
Con esto os pido que no seáis tan
inconscientes como yo. He sufrido mucho y no le deseo este mal a nadie.
Apreciad la bondad de los demás porque son ellos los que me han ayudado a salir
adelante, y espero con mi ejemplo evitar que otros hagan lo mismo que yo. Es
por esto que me despido pidiéndoos que reflexionéis y escuchéis lo que este
pobre viejo os ha intentado decir.
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