Una noche para
el olvido
Me llamo Gael Lacroix, miembro del cuerpo nacional
de policía francesa, vivo solo en un pequeño barrio alejado del centro de la más
conocida como “ciudad de la luz”, París.
Voy a poneros en situación; como otro día cualquiera
sonó el despertador y como cualquier otro día también, mi cuerpo no parecía
querer despegarse de la cama. Finalmente me levanté de un brinco, debía ir a
trabajar. Mientras ponía el café comencé a buscar en mi armario mi uniforme.
Bebí con precavidos sorbos el caliente café que salía de la cafetera y con paso
firme crucé el umbral de la puerta para empezar un nuevo día no sin algo de
monotonía. Me subí al coche y conduje hasta la comisaria. Encendí la radio,
nada nuevo, nada raro, nada que avecinase lo que iba a suceder.
Ya en comisaria, saludé a mi compañero Jean-Luc no
sin dirigirle una pícara sonrisa recordándole que sería el encargado de
conducir hoy. Nos montamos en el coche patrulla. Un coche patrulla es un no
parar de sonidos que se alternan para romper un silencio que en mis comienzos
en el cuerpo, nada más conocer a Jean-Luc, eran muy frecuentes e incómodos.
Él es una persona con gesto serio y autoritario pero
no por eso menos entrañable. Jean-Luc era una bellísima persona y tardé poco en
descubrirlo, de hecho me di cuenta al empezar a hablar con él, al conocer su
historia. No tardamos en hacernos buenos amigos y construir una bella amistad.
A nivel de trabajo, nos completábamos mutuamente, mi faceta, más bien atrevida
y con un toque alocado, chocaba y se mezclaba con su temperamento tranquilo y
serio para formar un equipo en el que el uno confiaba plenamente en el otro.
El día, como era de esperar, se sucede con total
normalidad. Controles rutinarios, vigilancia de las calles,… en fin otro día de
trabajo más sin nada que destacar excepto las dudas que me asaltan
continuamente desde hace unos meses, ¿Era esto a lo que quería dedicar cada uno
de los días de mi vida? ¿Era este el trabajo que soñaba con desempeñar? …
Cae la noche en París y la radio de fondo me hace
caer en la cuenta de que en el Stade de France se celebraría esa noche un
amistoso internacional entre Francia y Alemania. Recibo ordenes de patrullar
las calles circundantes al estadio, a solo unos cientos de metros del mismo,
velar por la seguridad de ambas aficiones asistentes al partido y así evitar
posibles altercados. El reloj marca las 21:20, oigo un sonido brusco en la
lejanía pero decido no darle más importancia. Trato de buscar en la radio del
coche, con el fin de amenizar la pesada labor de vigilancia, hasta que logro
sintonizar un canal que me permite escuchar el partido.
Nada más empezar el partido, nuestras respectivas
radios comienzan a sonar como locas, podemos distinguir con claridad la frase:
“Solicitamos refuerzos”. Solo se oyen gritos y en ese momento, ni Jean-Luc ni
yo entendemos nada de lo que está sucediendo. Llegamos al lugar concreto donde
se nos ha ordenado acudir, observamos un panorama que nos deja totalmente fuera
de lugar y comenzamos a unir hilos, me doy cuenta de que el sonido que había
oído, podía haberse debido a la explosión cuya desoladora visión de horror casi
dantesca había causado y ahora contemplábamos sin saber cómo reaccionar. En lo
primero que pienso es en la gente que llena el estadio, mientras tanto más
coches de policía de diversas brigadas y unidades de emergencia sanitaria
invaden la zona.
Se me informa de varios tiroteos en la ciudad y de
una posible toma de rehenes en uno de los iconos de la noche Parisina: La sala
Bataclan. Llegamos a la zona y veo la sala cercada completamente. De repente me
asaltan recuerdos felices de mi juventud, cuando salía con mis amigos de la
universidad, aquellas interminables noches bailando y escuchando grupos de
música. Pero no es momento de ponerse a pensar, hay que actuar. Inmediatamente
oigo lo que puede ser la detonación de un explosivo proveniente del interior de
la sala. Miro a Jean-Luc y no es el único, todos los policías aquí situados con
la mirada perdida en el vacío y la tez completamente pálida se preguntan cómo
reaccionar. Mientras ayudamos a la gente que estaba en los pisos superiores de
la sala a salir y ponerse a salvo, un pelotón de las fuerzas especiales asalta
la sala. Se oyen una serie de disparos y a continuación silencio. Solo escucho
gritos y gente dándome las gracias y diciéndome que les habíamos salvado la
vida. Y a pesar de la gravedad de la situación, fue la primera vez que valoré
mi labor y me di cuenta que estaba salvando vidas y que al igual que yo, cientos de miles de hombres se juegan la vida en el día a
día para proteger a la población.
Ahora como lectores deberíamos recapacitar y
agradecer y sobretodo tener muy en cuenta que gente que no conocemos de nada dé
su vida por nosotros. Que esto sea un homenaje a todos los que esa noche del 13
de Noviembre salieron a defendernos y a luchar por nuestra seguridad.
HUGO RESPALDIZA GUENOUN 1ª BACHILLERATO 20-11-15
DJ Hugo, nos gusto mucho la forma en que pronuncias en francés. Aunque esta historia me suena de otros relatos leidos por tus compañeros. Una pena que no presentaras ningun relato en la segunda. Regards. Esperamos con ansia tu próxima sesión.
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