SÍ,
TENGO MIEDO
El miedo nos acompaña
desde que tenemos uso de razón. Nos impide dejar ir a nuestros padres el primer
día de colegio, nos hace correr a la cama cuando apagamos la luz, no nos deja
vivir experiencias nuevas fácilmente… pero a la vez, es el sentimiento que más
se preocupa por nosotros, nos cuida y protege.
La primera vez que me
di cuenta de lo que era tener miedo de verdad fue hace ya tres años cuando
conocí a María Isabel. Yo ya había oído hablar de ella y del miedo que daba su
mera existencia. Una mujer elegante, de avanzada edad, famosa y a su vez
desconocida para muchos, amiga y enemiga de todos; y con quien ni el tiempo
podía, porque ella siempre ha estado en nuestras vidas.
Ella nos avisó de que iba a venir a
visitarnos, y menos mal que lo hizo porque tardó apenas unas semanas. El día de
su visita, mi padre y yo nos levantamos y pusimos rumbo a donde íbamos a
recibirla pensando que teníamos tiempo antes de su llegada. Nos habíamos
despertado inquietos e incómodos. Estamos ya al final del trayecto cuando
recibimos esa llamada, esa llamada que indicaba que se nos había adelantado.
Ya es por la noche, el
resto de mi familia está en camino para reunirse con nosotros y celebrar su
bienvenida ya que es tradición hacer una fiesta durante toda la noche todos
juntos. A veces vienen amigos o familiares más lejanos, pero se tienen que ir.
Recuerdo cómo había momentos en los que me quedaba mirándola a la cara
esperando a que no fuera real, que solo fuera un sueño y que todavía no era el
momento para conocerla. No es que me cayera mal pero tampoco me apasionaba su
presencia. No pude aguantar toda la noche de celebración, me despedí de ella,
le di las gracias por venir y me fui pronto, sobre las 3 o las 4 de la mañana.
Ella ya había quedado
casi en el olvido, después de varios meses recordando esa gran noche era de
esas personas de las que te acuerdas momentáneamente por algo en específico y
ya. Sin embargo, este verano me pareció verla en un par de ocasiones, pero al
final, esas ocasiones se quedaron en simples ilusiones o eso me parecía a mí.
Al cabo de unos días y sin previo aviso más que mis alucinaciones, recibimos
esa llamada, esa misma llamada que indicaba su llegada. Esta vez, la fiesta fue
más grande, más divertida pero también más dura. Ahora ya sabía lo que
significaba su visita, que por mucho que la mirara no desaparecería, seguiría
justo ahí de pie, en frente de mí. Al final de la noche me di cuenta de que su
visita no siempre era tan horrible como decían, nos acabamos soportando, aunque
esperando no volver a vernos la una a la otra en una temporada.
Hoy en día me doy
cuenta de que nunca habían sido alucinaciones, ella siempre está ahí preparada,
tan radiante como siempre para hacer su gran aparición, pero por muchas ganas
que tenga, a veces se queda en la puerta y decide no pasar por misterios de la
vida a los que todo el mundo llama “segundas oportunidades”.
He de reconocer que yo
temía más a la muerte hasta que la conocí en persona, ahora no la temo ni la
espero, simplemente sé que está ahí y que un día puede venir para quedarse.
Miriam Cassinello Cebral, 1ºBachillerato A
06-02-2020
2º Evaluación
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