ESTE ES MI BISABUELO
Hoy
os voy a hablar de mis bisabuelos por parte de madre. Mis bisabuelos, a pesar de
no tener una gran cultura, supieron dar a sus cuatro hijos , entre
ellos mi abuela, todo lo que ellos mismos no habían tenido,
principalmente una educación, el saber estar y unos principios que les ha
servido en sus vidas para situarse en un nivel social como ellos deseaban y de
lo cual se sentían muy orgullosos.
Hablemos
de ellos que es el tema principal.
Mis
bisabuelos tuvieron unos principios muy duros, pues estalló la guerra al año de
casarse. Mi bisabuelo era funcionario, tenían muchos contactos con colegios de
religiosas, que tenían niños y niñas, o bien huérfanos o que procedían de la
inclusa. Como sería la grandeza de alma de mi bisabuelo que mandó a mi
bisabuela con mi abuela ,que era la mayor de los cuatro, con sus padres y puso
su casa a disposición de unas cuantas religiosas, procedentes de uno de los
colegios, haciéndose cargo de todos los gastos durante la guerra. En más de una
ocasión se jugó la vida por defenderlas, por ejemplo, en la calle Bravo
Murillo, vio como tenían a dos monjas tiradas en el suelo desnudas, dándoles
latigazos con unas correas. Haciéndose pasar por uno de los que las azotaba les
insinuó que él se encargaba de ellas, entró a toda velocidad en una ferretería de
había, le quitó los guardapolvos a dos dependientes , salió se los puso a las
monjas, y cargó con ellas metiéndolas en la furgoneta de la misma ferretería,
¿Dónde las llevó?, al hospital general donde él tenía muchos contactos. Se
salvaron gracias a él y esto consta en un libro que editaron sobre el martirio
de una de ellas, con nombre y apellidos
Este
era mi bisabuelo.
Cuando
pasó la guerra y volvieron mi bisabuela con mi abuela a su casa, convertida en
convento durante los tres años, nació la segunda de sus hijas, o sea mi tía
abuela, que es niña de postguerra, pero gracias a mi bisabuelo no conocieron el
hambre ni todos esos problemas que sufrieron muchas familias. Las religiosas
que habían estado en su casa, ya de vuelta a sus colegios supieron recompensar
lo mucho que había hecho mi bisabuelo por ellas, y no solo a ellos nunca les
faltó el pan sino que repartía entre todos los vecinos.
Mi
bisabuelo era tan conocido en el barrio, que todos acudían a él cuando tenían
algún problema de salud, y allá iba él o a San Juan de Dios o al Hospital
General, movilizaba a todas las monjas, hasta que atendían a la persona que
llevaba, especialmente si se trataba de niños.
No
por eso quiero dejar a mi bisabuela a un lado, porque era la persona más
bondadosa y dulce que uno se pueda imaginar, y sino que le pregunten a
cualquiera de los niños de la inclusa que al terminar el tiempo de internado,
salían del colegio con 18 años, sin más oficio ni beneficio que la calle. Entonces
es cuando aparecía mi padre con alguno de ellos en casa, hasta que le encontraba
trabajo y un lugar donde vivir, podía ser dos meses, un años, lo que
necesitara.
Este
era mi bisabuelo.
La
casa era pequeña, pero cabían todos, mis bisabuelos, mi abuela y sus hermanos y
una hermana de mi bisabuela que se fue a vivir con ellos. Eran las personas más
felices del mundo. Aquí entra en juego mi bisabuela, que a todos les daba el
cariño que les faltaba y pasaban a formar parte de la familia. Si tenían uno a
dormir , a la hora de comer aparecía mi bisabuelo con dos o tres, a ninguno le
faltó nunca un plato de comida. Luego estaban los que iban una vez a la semana,
que era, por ejemplo, la tata María, una chica de la inclusa que estuvo con mis
bisabuelos un tiempo y luego la buscaron trabajo en un hospital donde pasó el
resto de su vida, pero como no tenía más familia que ellos, iba una vez por
semana, comía con ellos, les contaba todas sus penas y se iba reconfortada con
el ambiente familiar para el resto de la semana.
Se
dice que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, y este es el caso de mis
bisabuelos, jamás se oyó una queja de mi bisabuela cuando le planteaba una
ayuda que había que hacer a alguien. Siempre vivió alrededor de personas
necesitadas, ellos le decían que era amigo de todos los “ministros” y es que su
corazón era tan grande que llegaba más allá donde precisaba él.
Desgraciadamente
tuvo un final tan sumamente horroroso, que solo una persona como él sabría
sobrellevarlo. Con 72 años le dio un trombosis que le dejó hemipléjico incluso
al habla. Estuvo ingresado 8 meses, de los cuales mi bisabuela no se separó
jamás de él. Cuando sus hijos le paseaban por los jardines en silla de ruedas
se les acercaban los empleados de hospital y les preguntaban ¿pero este es…? Le
abrazaban con gran cariño y su comentario era…¡este hombre no se merecía esto.
Este
era mi bisabuelo.
Esta
desgarradora situación duró nada más y nada menos que 14 años, teniendo que
pasar por el fatal desenlace de la muerte de mi bisabuela, la pobre no pudo
más, era una carga muy fuerte para ella. A pesar de que sus hijos “abandonaran”
maridos e hijos y se dedicaran en cuerpo y alma a ellos, aun así su corazón no
pudo más y en tres días murió. Esto mi bisabuelo no pudo superar, su tristeza
era tan grande que con gestos y con sus ojos solo sabía decir que quería irse
con mi bisabuela. Fue un año y medio lo que tardó en reunirse con mi bisabuela.
Durante este tiempo estuvo siempre rodeado de toda la familia, sin sacarle
nunca de su casa para que no se sintiese extraño. La cara de mi bisabuelo tenía
una expresión de santidad que nunca se les borrará, fue un ejemplo de
resignación, de paz, de ayudar a todos, de dar todo su cariño, de agradecerles
a sus hijos lo que estaban haciendo por él, les cogía las manos y las llenaba
de besos.
Este
era mi bisabuelo.
Nos
dejó desgraciadamente un 23 de julio, fue muy llorado por todo el mundo que
había seguido su enfermedad, para todos fue un ejemplo su forma de acertarla.
Para mí, un santo sin subirle a los altares, pero que no dudo Dios habrá sabido
colocarles donde se merecía.
Ethel de Oteyza, 1 noviembre 2020, 1ºevaluación
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