OPERACIÓN
DINAMO
Londres,
primero de abril de 1940.
Me
encuentro sentado en mi sofá favorito. Saboreo un exquisito habano, quizá sea
de los últimos que pruebe. Hace ya unos meses que mi mujer y yo nos mudamos al
décimo de Downing Street, y a pesar de nuestros esfuerzos por convertir lo que
sería los próximos 4 años nuestra residencia oficial en un hogar, aquella casa
nos seguía pareciendo extraña, como si no perteneciéramos a ella.
Es
un sentimiento extraño el de desear algo toda tu vida y que, cuando al fin se
cumpla, tengas la sensación de que no eres lo suficientemente bueno para ello.
He pensado en dimitir más de una vez, ni siquiera el propio rey confía en mí,
pero si dimitiera estaría condenando a todo mi país. Aquella noche apenas pude
dormir. Recuerdos de mi niñez me vinieron a la mente, cómo solía recorrer con
mis amigos las calles de aquel Londres victoriano, ahora destruido por la Luftwaffe
alemana. Sin embargo, no fue la nostalgia la que me privó del descanso aquella
noche de abril, fueron los casi trescientos cuarenta mil soldados aliados que
se encontraban acorralados por el ejercito nazi en las playas de Dunkerque, sin
los cuales, la guerra estaba perdida.
Londres,
séptimo de abril de 1940.
Llevo
una semana de reuniones en el Ministerio de Guerra. El ambiente es de extremo
pesimismo. Durante estos 7 últimos días la fuerza aérea alemana ha bombardeado
gran parte del este londinense, dejando numerosos muertos e incontables
heridos. Cada día que pasa, más y más soldados pierden la vida en Dunkerque. Si
no actuamos de inmediato, todos esos jóvenes arrastrados a la guerra por
promesas de fama y gloria morirán, y Gran Bretaña sucumbirá ante el ejército de
Hitler. Tras la negativa estadounidense de ayudar en la guerra, parece que la
única opción viable es la rendición. Esta medida quizás ayudaría a apaciguar la
situación a corto plazo. Pero a la larga, estoy seguro de que las aspiraciones
imperialistas de Hitler le llevarían a conquistar nuestra isla y Dios sabe que
otros territorios. De repente, una idea empieza a cobrar más y más fuerza en mi
cabeza, ¿y si evacuamos a nuestros hombres de Dunkerque?
En
una primera instancia, el gabinete rechazó la idea. Decían que era imposible y
que no había ejército lo suficientemente grande en todo el mundo para llevar a
cabo una operación así. Pero con el tiempo, la idea empezó a calar en las
mentes de los miembros del gabinete. No sé si fue por la desesperación de no
saber que hacer, o por el rechazo a pactar con un hombre como Hitler, pero
finalmente aceptaron mi propuesta. Comenzaba así la operación Dinamo.
Londres,
25 de mayo de 1940
Todo
está listo. Llevamos varias semanas preparando lo que algunos ya denominan como
la mayor evacuación militar de la historia. Los más de 800 barcos que hemos
conseguido habilitar para esta misión, estarán en apenas 24h cruzando el Canal
de la Mancha rumbo a la costa francesa.
Una sensación de nervios recorre todo mi
cuerpo, sensación que comparto con todos los miembros del gabinete. Podemos ser
recordados como los artífices de una de las hazañas bélicas más grandes de la
historia humana, o ser recordados como los hombres que, por culpa de su
incompetencia, le abrieron las puertas de Gran Bretaña y del mundo a Hitler.
Todo se decide mañana, el futuro de la humanidad depende de nosotros.
Londres.
5 de junio de 1940.
La
operación Dinamo duró 10 días. Cada día, más y más barcos desembarcaban en
Dunkerque para rescatar a los soldados mas débiles, mientras que los más
capacitados frenaban el avance de los nazis, haciendo así posible la
evacuación. De los trescientos cuarenta mil soldados aliados que se encontraban
en estas playas, casi trescientos treinta mil fueron exitosamente evacuados.
Hoy, me encuentro en el estadio de Wembley, en
Londres. Cien mil personas se encuentran expectantes, me dispongo a dar un
discurso delante de todos ellos. Estoy calmado, como no lo había estado hace
mucho tiempo. Siempre me he considerado un hombre de gran oratoria y no le
tengo miedo a ningún discurso.
“¡Habitantes del Reino
Unido!” Exclamé.
La multitud comenzó a
corear mi nombre, “Churchill, Churchill”. Yo me limité a seguir con mi
discurso.
“Ayer
mismo, concluyó la operación Dinamo. Gracias a la cual, muchos de nuestros
hombres están hoy con sus familias y amigos. La prensa lo esta catalogando de
milagro, yo no opino igual. No creo que fuera ninguna intervención divina lo
que sacó a nuestros hombres de Dunkerque. Lo que hizo posible la evacuación,
fue la valentía de todos los hombres que, a pesar de poner su vida en riesgo,
embarcaron hacia Francia para salvar a sus hermanos. Si hay algo que nos
diferencia a nosotros de los nazis, es que ellos luchan por una causa vacía y
carente de sentido. Nosotros, luchamos por la libertad”.
Pablo Muñoz Loriga
1B
30 de octubre de
2024
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