NUNCA ME RENDIRÉ
Fabio
dejo caer la toalla que llevaba encima y miró a su alrededor, en su humilde
tienda de juguetes por el centro de Valencia. Era la misma tienda que, hace
unos años, había decidido hacer una tienda de juguetes, para crecer tanto
económica como socialmente. Sin embargo, esa mañana de octubre de 2008 la
tienda estaba más vacía que nunca.
Los
juguetes cubiertos de polvo y suciedad. Miraba por la ventana y veía como una
bonita ciudad se había trasformado en un sitio con incertidumbre de lo que está
ocurriendo, y mientras escuchaba un eco de las voces de los niños que entraban
en la tienda, con la curiosidad de que es lo que sus padres les iban a comprar,
junto a una pregunta constante en su mente: “¿Cuánto tiempo podré mantener esta
tienda a flote?”. Recordaba los tiempos pasados, hace dos años, cuando el ruido
de los niños saliendo del colegio llenaban el lugar de sonrisas y los momentos enseñando
a su hijo sobre el negocio y técnicas de venta. Todavía recuerda el día en el que
le hicieron el primer pedido, que por la noche no podía pegar ojo pensando en
si iba a llegar bien al destino.
Ahora
todo había cambiado. Su hijo ya no puede ayudarle en la tienda ya que ha tenido
que buscar un trabajo para traer dinero a casa. Su mujer también le insinúa en
vender el negocio. Cada día, cuando le llegaba una carta tenia un nudo en el estómago
temiendo que fuera otra deuda.
Una
mañana, cuando casi había perdido la esperanza, escuchó el sonido de la puerta.
Era una anciana preguntando por un juguete de cumpleaños para su nieto. Fabio, viendo
un poco de luz a final del túnel, le pregunto que cual era el juguete que necesitaba.
Sin embargo, ese mismo día recibió una carta con el logotipo del banco: un aviso
de embargo. En ese momento sintió que el mundo se le venía abajo. Sabía que no
podía perder el negocio que había construido y había visto crecer a su hijo. Esa
noche, era incapaz de dormir preguntándose si debería seguir el camino de su
amigo Camac, quien había dejado todo atrás y se había ido a Alemania en busca
de trabajo. Sin embargo, abandonar la ciudad en la que ha crecido y vivido toda
su vida parecía que le atormentaba.
A
Fabio le llegó una última oportunidad. Le llego un encargo de 80 peluches para
una asociación contra el cáncer. Este pedido le hizo reflexionar a Fabio y empieza
a ver la vida de otra forma, al saber que siempre hay personas en peores
situaciones y eso le hizo adoptar una actitud de esfuerzo y sacrificio pese a
la crisis.
Fabio
decidió quedarse con el negocio y no rendirse, a pesar de las deudas y la
preocupación de su familia. Cada mañana se levantaba con energía y motivación para
ir a trabajar. Aunque las ventas no fueran abundantes, él se refugia en su
trabajo y sus juguetes. Una tarde, mientras pensaba como pagar todas las
deudas, recibió una visita de un cliente habitual, el Sr. Roberto, que solía
comprar juguetes a sus nietos cada vez que iban a visitarle. Le pide si tiene
un coche de colección que sus nietos le piden desde hace tiempo y el no ha
podido comprarlo por las dificultades económicas, pero mañana era el cumple de
su nieto y quería regalarle algo, le respondió que no lo tenía pero podía
pedirlo y en unos días lo tiene. Mas tarde mientras Fabio encargaba el pedido
se llenaba de nostalgia por lo que hace y como hace felices a los niños.
Con
el pedido ya entregado, Fabio empezó a aceptar q su negocio no iba a ser como antes,
pero esa felicidad de vender juguetes nunca la perdería.
Ahora,
mirando hacia el futuro, Fabio estaba dispuesto a mantener el negocio abierto, sin
importar las dificultades que se le pongan por delante que el siempre va a
seguir adelante. La crisis lo había cambiado, pero también le había mostrado la felicidad
que puede dar.
La
luz del atardecer que entraba por la ventana, iluminando los juguetes. Eran
simples piezas de plástico, pero para Fabio lo significaba todo. En ellos
estaban sus recuerdos y experiencias, y en su mente una frase: “Nunca me
rendiré”.
FIN
Rodrigo Jiménez García
1ºA
30/10/2024
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