HORA
DE LA DUCHA
Era
una tarde de primavera en una pequeña aldea polaca en 1940. El viento corría y
la aromática esencia de las flores de la pradera llevaba. Mis amigos y yo
jugábamos, esperando a que nuestras madres nos llamasen para ir a cenar. Nuestros
padres disfrutaban charlando y viéndonos pasarlo bien. Y con ellos estaba él,
mi padre. Era un hombre de sabiduría y amor, y cada tarde compartíamos historias
sobre el pasado y sobre los héroes de nuestro pueblo.
Esa
noche durante la cena, un fuerte golpe en la puerta nos hizo levantarnos a
todos del asiento. Eran los nazis, y venían a por nosotros. Entraron en el
comedor apuntándonos con sus fusiles. Mi madre me cogió en brazos y me tapo la
cara. Mi padre nos dijo que nos fuésemos a la habitación, pero los nazis
dijeron que también venían a por mí. Fuimos llevados a un camión de carga donde
nos encontramos con vecinos del pueblo.
En
el camión todos íbamos callados y yo me estaba empezando a poner nervioso. Le
preguntaba a mi padre si todo iba a ir bien y el me respondía que no me
preocupase que siempre iba a estar conmigo pasase lo que pasase. Eso me hacía
estar más tranquilo, pero me volvía a ver a mi padre y no tenía buena cara. Tras
ello acabe durmiéndome. Tras varias horas terminamos llegando al destino final.
Bajamos del camión, nadie hablaba. Un par de solados nos llevaron en fila hacia
una puerta. Nos iban azotando e insultándonos mientras caminábamos. Yo iba
refugiado entre las piernas de mi padre. Llegamos a la puerta y en ese momento
vi el infierno en persona.
Un
paisaje desolador repleto de alambre de espino y figuras demacradas. Los hombres
y las mujeres eran tratados como animales. Podía ver sus miradas de
desesperación. Era como entrar en otro mundo totalmente diferente.
Entramos
y a mi padre y a mi nos asignaron un ropaje, un número y una habitación. Era un
traje que parecía un pijama de rayas, un poco feo en mi opinión. Llegamos a la
habitación asignada y nos encontramos con algunos conocidos. En la habitación
se mascaba la tragedia. Llegamos a nuestras camas y nos tumbamos a descansar.
Al
día siguiente mi padre me dijo que me escondiese entre las sábanas mientras él
iba a hacer unos trabajos. No se muy bien que tenía que hacer en aquel sitio,
pero bueno, yo le hice caso y me quedé escondido todo el día. Pasé mucha hambre
hasta que encontré un trozo de pan escondido entre la ropa de otro señor. Tras
mucha espera mi padre llegó con los otros. Estaba lleno de barro y muy cansado
así que nos fuimos a dormir.
Pasaron
así otros tres días más. Lo mismo de siempre y cada vez teníamos más hambre y
estábamos más débiles. Los días se hacían eternos. Cuando llegaba mi padre de
trabajar me daba un abrazo y rompía a llorar mientras me decía que todo iba a
salir bien y que pronto veríamos a mamá y a todos nuestros amigos.
Esa
misma noche entro un soldado en la habitación y nos dio de cenar. Cenamos todos
juntos como ya de costumbre. Estábamos toda la habitación en silencio, se
respiraba un ambiente tenso. Tras la cena otro soldado entró y nos dijo que era
hora de ducharnos.
Todo
el mundo entró en pánico, puesto que sabían lo que nos esperaba. Todos menos yo.
Me giré a ver a mi padre, que me miraba con lágrimas en los ojos. Me cogió la
cara y me abrazó mientras me decía te quiero. El soldado nos dirigió hasta la
zona de las duchas.
Nadie
quería entrar. Los soldados tuvieron que meter a la fuerza a los primeros.
Llegamos a los baños y empezamos a prepararnos para la ducha. No hablaba nadie.
Todo el mundo estaba cabizbajo. Mi padre me miró y me dijo que me quitase la
ropa y que me preparase. Nunca había visto a mi padre así. Tan desolado. Con la
mirada perdida, como si el mundo se fuera a acabar.
Nos
dirigimos a las duchas. Todo el mundo se puso debajo de ella y yo me puse al
lado de mi padre que me dijo: “Te amo hijo, no lo olvides nunca”. Le abracé.
Empezó a salir gas de la ducha y… ahí junto a mi padre vi pasar por delante
todos nuestros recuerdos, nuestras vivencias, me acordé de mi madre y de todos
los momentos que habíamos pasado. Y allí, en aquel infierno, aquel mar de
dudas, donde nadie salía vivo, me dormí y no volví a despertar.
Jacobo
Montalbán Ibáñez 1ºB 10/2024
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