La crisis
Éramos felices. Todas las familias tenían
trabajo, ganaban dinero y vivían bien. Como tenían dinero, compraban cosas,
entre ellas una casa, un chalet o un apartamento en la playa. El dinero era
barato y los bancos ganaban dinero prestándolo, por lo que empezaron a dar
créditos sin prestar atención a quien se lo daban y para qué. Los directores de
esos bancos ganaban mucho dinero dando esos préstamos y la ambición les cegó.
La noticia de este estado de bienestar se difundió por el mundo y ello provocó
que mucha gente de otros países más pobres que el nuestro viniesen a vivir el
sueño español, especialmente de aquellos países más cercanos, como Marruecos, o
aquellos que comparten nuestro idioma, como Ecuador, Argentina, Colombia y, en
general, los países iberoamericanos.
El Estado también era feliz, pues, a pesar de
haber bajado los impuestos, la recaudación era mayor y sus cuentas arrojaban
superávit, pues al haber mucha gente, la mayoría de ella con trabajo, había más
consumo, y por tanto, más recaudación vía impuestos; además, el gasto público
era menor que los ingresos públicos, pues al haber mucha gente en edad de
trabajar y trabajando, la mayor partida de gasto como es el subsidio de
desempleo y el de jubilación, disminuyó enormemente.
Y de repente, casi sin darnos cuenta ( o sin
querer darnos cuenta), todo cambió. La ambición de ganar dinero fácilmente, a
través de la especulación, hizo que mucha gente se dedicase a construir casas,
para lo cual pedía a los bancos grandes cantidades de dinero prestadas. Pero se
hicieron tantas casas y los precios de las mismas habían subido tanto, que la
burbuja inmobiliaria que se había creado estalló y la mayoría de las familias
sin felicidad se quedó.
La gente dejó de comprar casas, con lo que
los que las habían construido o las estaban construyendo, no pudieron devolver
al banco los préstamos que habían pedido y empezaron a despedir a sus
trabajadores para ahorrar y no tener que cerrar. Pero ya era demasiado tarde, y
muchas tuvieron que cerrar. En poco tiempo, mucha gente se quedó en paro y
tampoco pudo pagar al banco los préstamos que les habían dado para comprar su
casa. Los que habían venido de otros países regresaron y muchos españoles tuvieron que irse a otros
países en busca de trabajo.
Toda la riqueza generada en los años de
bonanza se esfumó tan rápido como la casa de los cerditos que no fueron
previsores.
Los bancos se encontraron, de pronto, con
cientos de miles de casas, construidas o a medio construir, de la gente y de
las empresas que no habían podido pagar sus préstamos y se veían obligados a
dar al banco sus casas en pago de sus deudas. Pero como al haber más casas de
las que la gente podía o quería comprar sus precios habían caído casi por los
suelos, los bancos se encontraron con que las casas que habían recibido de la
gente que no podía pagar sus préstamos no valían el dinero que dichos bancos
habían prestado. De este modo, los bancos tuvieron que destinar gran parte del
dinero que habían ganado en los años de bonanza a cubrir esas grandes pérdidas.
Pero no acabaron ahí los males de los bancos.
El Estado, que había vivido en los años de bonanza por encima de sus
posibilidades reales, dedicándose a construir más vías de trenes de alta
velocidad que ningún otro país, más aeropuertos que ningún otro país, en
ciudades con escasa población que nunca serían rentables y a despilfarrar, en
definitiva, los recursos que los ciudadanos habían generado con su esfuerzo y
sus impuestos. Como el Estado gastaba mucho más de lo que ingresaba, necesitaba
que alguien le prestase dinero para financiar esa diferencia. Para eso emitía
unos papelitos que prometían a quien los comprase recibir un tiempo después una
cantidad igual al precio pagado más unos intereses. Esos papelitos se llamaron
" Deuda del Tesoro".
En los buenos tiempos en que el Estado era de
fiar, todo el mundo compraba esos papelitos, pues estaban garantizados por el
Estado, lo que significaba que los compradores recuperarían su dinero pasase lo
que pasase y además ganarían un importe adicional, por los intereses que los
pagaría el Estado.
Pero, de repente, la gente dejó de fiarse del
Estado, pues había acumulado tantas deudas que dudaban que pudiese generar
recursos suficientes para devolver su dinero a la gente que comprase la Deuda
del Tesoro. Para que la gente no dejase de comprar los papelitos del Estado,
este tuvo que prometerles pagarles unos intereses altísimos. Y todos conocimos
a la "prima de riesgo". Pues el tal "riesgo" y su
"prima" casi se nos llevan por delante. En pocas palabras, esa prima
consistía en que el Estado tenía que ofrecer unos intereses mucho más altos que
los que ofrecían otros países (fundamentalmente Alemania, de la que nadie sale
porque todo el mundo se fía) para que la gente comprase los papelitos de España
y no las de esos países.
Como la gente no compraba los papelitos de
España, tuvieron que hacerlo los bancos. Ello, unido a las pérdidas que habían
sufrido por haber dado préstamos a quien no debían, hizo que no tuvieran dinero
para dar préstamos a empresas que no se dedicaban a especular sino a generar
riqueza de verdad y puestos de trabajo. Eso hizo que las empresas tuvieran que
recortar gastos para poder pagarlos con los ingresos que generaban con su
actividad. Y no se les ocurrió otra manera que empezar a despedir a sus
trabajadores. Otras, ni siquiera reduciendo gastos pudieron sobrevivir y
tuvieron que cerrar, despidiendo a todos sus trabajadores y dejando de pagar a
otras empresas que les habían vendido bienes o prestado servicios, con lo cual
estas otras empresas también tuvieron que despedir trabajadores e incluso
cerrar.
En definitiva, se produjo un efecto dominó
que acabó con casi seis millones de personas sin trabajo. Y esas personas no
solo perdieron sus casas, pues no generaban ingresos para poder pagarlas, sino
que tampoco compraban cosas.
Ello hizo que los precios de los productos
bajasen, pues no había suficiente gente que comprase lo que las empresas
producían. Así, del riesgo de inflación se pasó al riesgo de deflación, que es
peor todavía, pues si los precios son bajos las empresas no ganan dinero y si
no ganan dinero se produce lo que ya conocemos, que despiden a sus trabajadores
o, incluso, cierran.
La situación llego a ser insostenible y
hubiera sido insalvable si no nos hubiésemos dado cuenta de que había que
cambiar y hacer un esfuerzo entre todos.
Pero ese proceso lo dejo para la siguiente
historia.
Muchas gracias.
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