Paula Mc.Crory (Petter, un ejemplo a seguir)




PETTER, UN EJEMPLO A SEGUIR


Petter nació en el seno de una familia humilde en Rusia, era el menor de tres hermanos. Su madre deseaba una niña y por eso se quedó, de nuevo, embarazada a pesar de los pocos recursos económicos. Ella soñaba con su pequeña día y noche, en ningún momento se le pasó por la cabeza que su bebé pudiera llegar a ser otro niño. Incluso en el hospital, cuando le dieron la noticia, no podía creerlo. Pero al verle tan rubio y con esos enormes ojos azules quedó fascinada y se olvidó al instante de su pequeña Olivia.

Petter crecía feliz, sin darse cuenta de la precariedad de su familia y su madre le adoraba, era un bebé precioso que nada tenía que ver con sus otros dos hermanos. Era dulce y alegre, siempre estaba sonriendo.

Pasaba el tiempo y Petter no conseguía andar parecía como si sus piernas fueran de plomo. Al cumplir dos años aún no lograba caminar, su madre muy preocupada le llevó al médico y tras realizarle muchas pruebas comprobaron que había nacido con una grave deficiencia, nunca según le explicaron a su madre, podría caminar.

Al volver a casa le dio la mala noticia a su padre, su reacción fue mala, insistió a la madre que era imposible cuidar de aquel niño, que solo sería una carga, que les complicaría la vida hasta el punto de no poder ir a trabajar y eso era lo peor que les podía pasar ya que ni siquiera trabajando los dos llegaban a fin de mes. Tenían que pensar también en sus otros dos hijos y su única opción era deshacerse de él lo antes posible.

La madre, sin haber dormido a penas, se levantó en mitad de la noche, cogió a Petter y enrollado en una manta lo llevó caminando hasta un convento de monjas a las afueras de la ciudad. Llamó a la puerta dos veces, lo dejó allí dormido en su mantita y se marchó rápidamente sin mirar atrás.

Se montó un gran revuelo en el convento al oír el timbre a aquellas horas de la noche y al  abrir el portón no vieron a nadie, estaban a punto de cerrar, cuando Petter comenzó a llorar.

Petter durante los días siguientes buscaba a su mamá, quería jugar con sus hermanos mayores, pensaba en su padre… no lograba entender por qué estaba en aquel lugar sin ellos, con gente desconocida y tenía miedo.

Todos parecían esforzarse mucho en que estuviera bien, le daban de comer, le cuidaban y eran amables pero tenían, al parecer, muchas cosas que hacer y Petter tenía que quedarse casi todo el día solo sentado en su cuarto o a veces en la cocina.

Pronto conoció a otros niños que vivían también en el convento y entre todos ellos el que más le gustaba era Serguey, sus padres habían fallecido en un accidente de coche hacía varios y por eso estaba allí. Petter pensó que se parecía mucho a él, su pelo rubio, sus ojos claros, podía ser su hermano gemelo, su gemelo que andaba y corría por todas partes. ¡Ojalá también se pareciera a él en eso!

Desde que Serguey era su amigo todo cambió, se enganchaba a sus piernas y le llevaba a todas partes, ya no tenía que esperar solo hasta la hora de comer o cena y eso era maravilloso, Serguey no solo era su amigo, era sus piernas.

El tiempo transcurría rápido y Petter ya no recordaba a su mamá, ni a sus hermanos, era como si no hubieran existido nunca. Su única familia era Serguey, todas las monjitas y el resto de los niños que vivían en el orfanato.

La vida allí era dura, siempre había poco para comer, el fío era intenso y cada vez llegaban más niños nuevos. Las monjas hacían todo lo que podían pero nunca era suficiente y tuvieron que plantearse buscar familias que desearan adoptar a todos sus pequeños.

Un día de sol radiante y aprovechando que no hacía tanto frío les ducharon a todos en el patio y les vistieron con ropas nuevas que las monjas habían conseguido días antes en el pueblo. Les dijeron que estuviéramos alegres que hoy era un gran día, iban a venir muchos papás de todos los rincones del mundo para adoptar a muchos de ellos.

Y así fue como Petter, un pequeño niño ruso, llegó a Madrid en concreto a Villanueva de la Cañada. Comenzó a formar parte de una familia numerosa, ahora tenía cuatro hermanas y el por supuesto, era el pequeño. Sus padres eran estupendos y le apoyaban en todo, consiguieron que encontrara la confianza en sí mismo, dándole la fuerza necesaria para afrontar todos los obstáculos que le impedían caminar.

En el colegio su madre insistía a sus profesores para que le trataran como a cualquier otro niño y ella siempre le hacía saber, a Petter, que era igual a todos sus compañeros y tenía que esforzarse por hacer siempre lo mismo que ellos.

Con este ánimo por parte de todos, su gran esfuerzo, actitud y la ayuda de los hierros que los médicos colocaron en sus piernas, logró ser uno más. No se puso ningún límite, practicó natación, tenis, Educación física en el cole, incluso se apuntaba todos los años al Cross solidario de su Municipio.

Era muy feliz en su nueva vida y con su nueva familia pero no podía olvidar a Serguey, su gemelo, su madre lo sabía y un día llamó al orfanato para ver si Serguei había sido adoptado y al comprobar que no, animó a su hermana, tía de Petter, que no podía tener hijos a que le adoptara.

Así fue como Petter y Serguey han conseguido en la actualidad llegar a ser primos y vivir juntos como siempre habían querido.

El deseo de Petter, después de haber visto cumplidos todos sus sueños, es volver algún día a Rusia, encontrar a su madre biológica y poder quitarle el remordimiento tan grande que debe sentir por haberle abandonado, haciéndola saber que la vida le ha regalado infinidad de cosas buenas que jamás pensó llegar a conseguir, que no la guarda ningún rencor y que la perdona de todo corazón.



Paula Mc.Crory Hernáez
1ºBACH A
Noviembre de 2018



































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