LOS DOMINGOS POR LA TARDE CAMINANDO A CHAMARTÍN
Madrid, 18 de marzo de 1962. Un domingo por la mañana ya con el aroma de la primavera en las calles madrileñas me levanté temprano por la mañana, ya que mi padre me había dicho que tenía una sorpresa para mí que, seguro que iba a gustar, así que yo tan emocionado por lo que podía ser me fui directo a la cocina para ver si mi padre estaba ya desayunando, pero no fue así, así que yo algo decepcionado me fui a desayunar. Un rato más tarde después de haber desayunado galletas con Cola-cao se levantaron mis padres. Yo les saludé, les di un beso y pregunté a mi padre si ya podía contarme cual era aquella sorpresa que tanto estaba esperando, mi padre me contesto que me esperara que luego me contaría.
Yo tenía 4 hermanos, dos chicos que eran mellizos y dos chicas de 14 y 7 años. Mis hermanos estaban destinados en Ceuta haciendo el servicio militar, así que cuando mi padre se ausentaba de casa yo me sentía el hombre de la casa. Mis dos hermanas estaban tardando mucho en levantarse, así que mi madre las levanto, dado que no podíamos llegar tarde a misa y menos un domingo de cuaresma. La Iglesia de San Pascual estaba a solo 5 minutos de mi casa andando, y todos los domingos bajábamos el paseo de Recoletos toda la familia para ir a misa.
Cuando acabó la misa primero fuimos a casa a coger el coche, algo un poco raro, ya que como hacíamos todos los domingos íbamos a comer a casa de mis abuelos y siempre íbamos paseando porque estaba ubicada en la calle Gran Vía. Allí iban también mis primos y mis tíos. Comimos rápidamente un rico cocido madrileño debido a que mi padre me dijo que me diera prisa, y tras la comida yo ya estaba esperando ansioso la sorpresa de mi padre, sobre las 4 de la tarde, igual un poco antes, mi padre me llamó solo a mi para irnos de casa de mis abuelos, así que nos despedimos de todos los allí presentes y bajamos hacia el coche. Nos subimos y mi padre arrancó el coche, y comenzó a bajar por el antiguo paseo de la Castellana hasta que llegamos a Nuevos Ministerios donde aparcó su SEAT 600 negro. Seguimos bajando por la castellana andando, algo que me pareció muy raro puesto que lo podríamos haber hecho en coche, pero por si acaso yo no pregunté, lo que yo no sabía es que aquella tarde de domingo estábamos caminando a Chamartín.
A medida que subíamos la calle, empezaba a ver a la gente andando en la misma dirección que yo, y cuando vi aquel enorme estadio ya me di cuenta de la sorpresa, mi padre me estaba llevando al Santiago Bernabéu. En aquel momento yo era el niño más feliz del mundo, iba a ir a ver al Real Madrid un día en el que podía cantar el alirón y ganar su octava liga jugando contra el Mallorca. Le di las gracias a mi padre unas diez veces, él no era consciente lo feliz que yo era sabiendo que iba a ver a mi equipo y a mis grandes ídolos como Di Stéfano, Gento, Puskas...
En la calle ya se respiraba el ambiente de fútbol, la gente con banderas del Madrid, el cartel de NO HAY BILLETES colgado en las taquillas... Nosotros entramos por la puerta 20, ubicada en el fondo sur del estadio. Cuando entramos 10 minutos antes, el estadio estaba ya casi lleno, con todo el público de pie y pegada entre sí, cuando mi padre me contó que allí dentro cabían cien mil personas yo no me lo creía.
Antes de empezar el partido se aplaudió al jefe del estado Francisco Franco, que estaba presenciando el partido en el palco del Bernabéu porque hoy el Madrid podía ser campeón. Estaba acompañado por el presidente Don Santiago Bernabéu y el presidente del Mallorca de por aquel entonces, aunque ahora no consigo acordarme de su nombre. El árbitro aquel día era el señor Birigay Nieva que salía el primero por el túnel de vestuarios, con los jugadores por detrás.
En el minuto 2 de partido un ataque por la banda izquierda de Paco Gento que puso un centro al área que con el remate de Di Stéfano hacía el primero gol del partido. El estadio estalló a vítores. El partido continuaba 1-0 y los nervios se acrecentaban. En la segunda parte mi padre se quedó en los sitios que nos correspondían por nuestras entradas, pero yo me bajé a primera fila para poder ver a los jugadores más de cerca. Cerca del minuto 80 un ataque otra vez de Paco Gento que colgó el balón al área y Luis del Sol llegó desde segunda línea para hacer el 2-0. Tras el gol yo lo celebré y me fui a subir al sitio donde estaba mi padre a celebrarlo con la mala suerte que al subir las escaleras de cemento del antiguo estadio me caí y me partí el labio. A pesar de la cantidad de sangre que me salía del labio me dieron un pañuelo un amigo de mi padre y me quedé hasta el final del partido que me fui a la enfermería del estadio donde me atendieron y me curaron el labio. Aquel 18 de marzo había cumplido mi sueño de ver al Real Madrid ganar su octava liga.
Hoy en 2025 todo ha cambiado mucho, bajar la castellana ha pasado de bajar por prácticamente un descampado con mi padre, a bajar por la zona financiera de Madrid con mi nieto hemos pasado de estar de pie a estar sentado, de cantar las mocitas madrileñas a la historia que tu hiciste, de Don Santiago Bernabéu a Florentino Pérez, de Di Stefano a Mbappe, de los domingos a las 5 de la tarde a los horarios impuestos por las televisiones, de un estadio abierto al cielo de Madrid a un coliseo con tecnología punta, de bufandas y banderas tejidas en casa a camisetas de 200€, en resumen, del fútbol clásico al fútbol cada vez más moderno, yo por lo menos tengo claro lo que prefiero. Una cosa que no ha cambiado es la grandeza y la gloria de Madrid, porque el Madrid no es solo un club de fútbol, sino que es historia, es legado, es un sentimiento que pasa de generación en generación. Yo ya no lo veré, pero, mientras las siguientes generaciones sigan subiendo la Castellana rumbo al Bernabéu, el Real Madrid será eterno.
Ignacio Hernanz López
Número 14 | 1 BACHILLERATO A
26 de
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