Alejandro Mora (El tormento de la Santa Inquisición)



EL TORMENTO DE  LA SANTA INQUISICIÓN
Marina y Luis eran amigos desde hacía  ya un tiempo,  a ambos les unía la misma pasión, el estudio y conocimiento de la Santa Inquisición en España y los misterios que rodearon durante siglos las condenas y torturas que se llevaron a cabo durante el siglo XV en España. 
Para ello eligieron alquilar  una pequeña casita  en una Aldea en Veiga situada al  nordeste de Ourense, Marina había pasado parte de su infancia en esa zona y le  despertaba cierta curiosidad las leyendas  que de niña escuchaba. 
Allí vivía  la Gaya o también llamada en el pueblo la bruja,  una mujer octogenaria que les había prometido contarles la historia de su familia marcada por el Tribunal del Santo Oficio durante siglos y que aún hoy seguía arrastrando  su deshonra de por vida.  
Al llegar al atardecer,  encontraron una pequeña casita rodeado de una frondosa arboleda  cerca de un río y un fuerte olor que no fueron capaces de identificar, en la puerta la Gaya una mujer maltratada por la vida cuya mirada inspiraba cierta ternura. 
Hacía mucho frío y agradecieron el caldo que la Gaya les había preparado sabiendo que así se crearía un clima de complicidad entre todos ya que ella no recibía muchas visitas.  
Luis sacó su cuaderno y empezó a escribir con interés todo lo que aquella mujer contaba.
Hace mucho años una bella mujer enamoró a varios mozos del pueblo con los que mantenía relaciones, contaban que tras visitarla los hombres regresaban aturdidos a sus casas y apenas pronunciaban palabra durante varios días, no comían, no dormían, ni siquiera el médico del pueblo podía dar explicación a aquellos hechos tan extraños.
Mientras la Anciana contaba el relato, Marina se levantó del calor de las brasas, estaba sudando   y necesitaba un poco de aire fresco, salió al pequeño porche de la casona observando la gran oscuridad que invadía el bosque, no había estrellas y era raro el cielo estaba despejado, sin embargo no  pudo ver  ni una sola estrella a pesar de que la casa se encontraba muy retirada del pueblo.
Tampoco se oía  ni un solo animal en el bosque. ¿Cómo podía ser que en un bosque no se escuchara lobos, lechuzas o  cualquier otro animal que saliera al amparo de la noche, algo que hiciera pensar  a Marina  que la naturaleza de aquel lugar estaba muerta.
Regreso de nuevo al calor del hogar, ahí estaba sentado Luis, había dejado de anotar en su libreta y miraba a la Gaya boquiabierto,  ¡ven Marina! Escucha,  jamás escuche una historia como esta, siga cuéntele a mi amiga que paso después.
La Gaya era una mujer demasiado mayor  y había estado demasiado tiempo sola,  hablar tanto le había  agotado necesitaba descansar.
Entre tanto Marina mostro a Luis su preocupación por el silencio que inundaba toda la casa, ¿Cómo puede ser que no se escuche nada en el bosque? Luis tengo miedo sabes que no me asusto fácilmente pero hay algo que…. y ese olor cada vez es más fuerte, no quiero saber más de lo que sucedió aquí hace tantos siglos,  presiento un gran dolor y sufrimiento. 
Luis se levantó de la silla y enfadado miró a Marina recriminándola que justamente había sido ella quien quiso venir a esta casa, ella ya sabía algo de la historia de este pequeño pueblo y de sus leyendas. 
Luis decidió retirarse a descansar y calmar así un poco los ánimo quizás más tarde Marina estaría más tranquila y podrían continuar escuchando la historia de aquella misteriosa mujer.  
Marina prefirió quedarse recostada un rato en la mecedor, apenas habían pasado unos minutos cuando escuchó un ruido en el rellano de la casa, hacía mucho frío cogió una manta y se la echo encima de los hombros, el vapor que se acumulaba en la ventana no le dejaba ver y decidió salir fuera.
Había mucha niebla, pero algo se movía entre la maleza, se retiró un poco, volvió de nuevo a acercarse ¿Qué estaba sucediendo?,  algo se acercaba hacia la casa, surgió de la nada, una mujer de melena larga y negra, ataviada con un vestido blanco entallado que dejaba ver su bella figura, era arrastrada por varios hombres y mujeres que no dejaban de insultarla y obligada a arrodillarse ,atada a un árbol con unas cuerdas ante un hombre vestido de negro que todos llamaban el calificador junto con los inquisidores que no hacían más que repetir “herejía, herejía” ¡confiesa tu culpa, serás condenada por seducir con tus pócimas a los hombres de esta comarca has arruinado a  familias enteras destrozado a sus mujeres confiesa ya…
Ella respondió “no recuerdo, quítenme de aquí. Hice lo que los testigos han dicho, el calificador  le pidió que explicara con detalle, “señores, por amor de Dios, tengan piedad de mí ¡oh señor!, ¿no ve que estás personas me están matando?, Miró al cielo pidiendo piedad,  y cayó desplomada a suelo. Hubo un silencio alguien gritó ¡la hemos matado por Dios! ¿Qué hemos hecho? Pero su voz se disipó con los gritos de Justicia, hemos hecho justicia muerte a la Bruja. 
Marina apenas podía respirar, ¿Qué es lo que había visto? ¿Por qué ella? De repente el bosque volvía a tener esa calma inquietante,  y Marina calló al suelo. 
Al despertar,  la Gaya había conseguido arrastrarla hasta dentro de la casa estaba recostada en el sillón y escuchaba el llanto de la anciana. 
Dígame, usted sabía lo que iba a pasar? Como sabía que yo iba a ver como ajusticiaban a esa pobre mujer indefensa. 
Hija no sabía nada de lo que iba a suceder esta noche, esta es la maldición,  solo los descendientes de aquella mujer pueden ver el tormento que sufrió Marina la mujer ajusticiada por la Santa Inquisición.

Alejandro Mora

Comentarios

  1. Moradona... las brujas no existen, pero es muy bonito... Besis..A2
    de parte de 1º B

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