Andrea del Cura (Tres historias de amor)



Tres historias de amor
-Papá, porfa porfa porfa, ¿me cuentas un cuento?
-Anda siéntate bien pero solo si estás calladita, eh.
Érase una vez...
-Papá todas tus historias empiezan igual
-Te he dicho que solo te la cuento si no me interrumpes
-Vale vale...
Era un viaje de negocios, él llevaba su maleta roja y tenía que darse muchísima prisa para no perder el avión de vuelta a casa.
-¿Como tu maleta roja papa?
-¡Si vuelves a hablar te quedas sin historia!
-Lo siento...
No era uno de esos viajes aburridos, de hombres trajeados y ordenadores por doquier, él era actor. Había ido a Colombia por una prueba para un papel en una de las películas del director más famoso de allí, llevaba poco tiempo aún en el negocio y acudía cada vez que le llamaban, fuera donde fuese. Después de todo, aquel era un mundillo difícil. La audición había ido como se esperaba, estaba bastante seguro de que le cogerían, además la película se rodaría en gran parte en casa, no haría falta ir a Colombia muy a menudo. El aterrizaje no fue de los fáciles y con el respeto que él tenía a los pájaros de metal, no había sido plato de buen gusto.
Al fin tierra firme, aeropuerto, gente corriendo, cansancio, pasaportes y maletas.
¡Maletas! Aún tenía que esperar a que saliese la suya en la cinta. Salían de todos los tipos: altas, bajas, más grandes, redondas, blandas, envueltas en ese plástico tan feo... Y una cara. Unos ojos marrones, los más profundos que él había visto jamás, unos labios, el pelo más rizado que existía, el cuerpo con más curvas y sobre todo, la sonrisa más brillante. Parecía que todas las horrorosas luces enlatadas y amarillas del aeropuerto la alumbraban directamente a ella. De repente no había nadie, y ella le miró. Le estaba mirando. A él. Aunque le pesaba apartar la vista de esa chica que parecía un ángel  de piel morena, recién llegada de Colombia, miró el reloj por un momento, y le dio la vuelta a la correa dos veces; como de costumbre. Realmente no quedaba nadie, se había ido marchando todo el mundo, uno por uno, hasta quedar la maleta roja que llevaba por lo menos 50 vueltas, otra bolsa de viaje que giraba al mismo tiempo y ellos dos.
Él la invitó a cenar. Como no podían ir muy lejos, tomaron un sándwich en una cafetería del aeropuerto. Hablaron toda la tarde, y parte de la noche. Se contaron sus historias, sus vidas, sus destinos, los motivos de sus llegadas, incluso sus manías. Él miro de nuevo el reloj, esta vez había pasado aún más tiempo que la anterior. Giró la correa dos veces, se intercambiaron los teléfonos y cada uno se fue por su lado.
-Papi
-¿Ahora qué quieres ?De verdad, es imposible así eh…
-Es que me hago pis, ¿voy corriendo vale?
-Veeenga, date prisa
Iba a hacer nueve años ya desde que todo paso, y a él ya le costaba recordar todos los detalles. Miró el reloj, le dio dos vueltas a la correa y pensó que ya era hora de que su hija se fuera a dormir.
-¡Ya, papi! ¿Qué paso al final con los señores?
-Ya es tarde, otro día acabo de contarte la historia que mañana papá tiene la presentación de una peli muy importante, ¿vale?
-Vale papi, buenas noches
-Buenas noches solete.
Salió del cuarto de la niña y alcanzó un libro que había en una de las estanterías del despacho. Ahí estaba, como siempre. El billete del vuelo 65438GK con salida Bogotá y destino Madrid. Cada vez que se acordaba de esa colombiana, que sin comerlo ni beberlo le cambió la vida un día de aeropuerto, y que tan importante había sido para él pero que por circunstancias que la gente desconocía se fue un día, tomaba el mismo libro y repasaba el trozo de papel con la mirada hasta memorizarlo. Ahora él estaba felizmente casado y con un precioso solete al que quería más que a nada, pero no podía evitar pensar en cómo habría sido todo si hubiese cogido otro avión con destino la morena de ojos profundos y sonrisa deslumbrante.
La historia de los tres amores de su vida, tres historias de amor.

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