Belén Alonso (Sé bondadoso con la gente cuando subas...)



Sé bondadoso con la gente cuando subas; los encontrarás a todos cuando bajes.

Unos Padres, Mateo y Marta..unos hijos , tres,Carlos, Lorena y la pequeña Iria.  Una familia joven, alegre, creada desde el cariño, y el amor de unos padres, pero sobre todo con un valor por encima de todos La Bondad.
Carlos, el mayor, 20 años,  deportista, estudioso, amigo de sus amigos, algo alocado, que vive su vida en cada instante, no piensa más allá de hoy, es de los que cree que el futuro nos tortura y el pasado nos encadena, por eso se nos escapa el presente, y él no está dispuesto a que se le escape.
Lorena, 17 años,  racional, cerebral, todo planificado, pero a la vez divertida y juiciosa, tranquila, busca su espacio y normalmente lo encuentra, para ella cuando no puedes tener lo que quieres, empieza a querer lo que tienes.
Iria, la pequeña de 15, soñadora, habladora, inquieta, lo sabe todo y de todos, aparentemente superficial pero muy sensible, quiere a todo el mundo porque la vida es demasiado corta para perder el tiempo odiando a alguien.
Marta y Mateo, Mateo y Marta,  distintos pero iguales. Mateo optimista, trabajador, humilde, poco a poco saca adelante a su familia con un pequeño negocio de hostelería, tiene un cuidado y elegante restaurante donde su prioridad es la atención a los demás. Piensa que la vida está llena de dificultades, que no está envuelta en un lazo, pero cree que aún así sigue siendo un regalo.
Marta, no trabaja, dedicada a sus hijos y a su marido. Todo perfecto, no les falta de nada, siempre sonriente y entregada, perfecta anfitriona en el restaurante, y perfecta en el cuidado de sus hijos, discreta y cariñosa siempre dice que el mundo andaría mejor si la gente abriera más los ojos y cerrara más la boca.
A todos les define su bondad, su capacidad para estar ayudando y pensando en los demás, sin hacer daño y sin pensar mal de nadie, siempre primero los demás antes que ellos mismos. Cada uno en su particular mundo, sin darse cuenta y sin planearlo saben que amar no es solamente querer, también es comprender y perdonar y que para gobernar a los demás primero deben gobernarse ellos mismos.
Sin embargo la vida está llena de sorpresas, sentimientos, sensaciones y actitudes que creemos que nunca pasan, pero de repente suceden. La suerte es lo que sucede cuando la preparación y la oportunidad se encuentran, y eso es lo que le sucedió a esta familia. Sin saber muy bien porqué, el trabajo de muchos años de Mateo y Marta y la oportunidad del momento hizo que ese pequeño negocio de hostelería, cuidado y elegante, se convirtiera de pronto en una referencia. Todo el mundo quería comer o cenar allí, políticos, ejecutivos, empresarios, estudiantes…modelos, actrices, duquesas y marquesas, todos sin excepción asistían y degustaban la excelente cocina que durante tantos años Mateo había elaborado con su trabajo y la siempre discreta ayuda de su esposa, Marta.
Reuniones importantes, conferencias, presentaciones…ese humilde restaurante se convirtió en un centro indispensable de reunión y toma de decisiones de las grandes empresas y partidos políticos del país. Todos querían conocer y saludar a Marta y a Mateo, conocer su historia, su vida, a sus hijos y familiares, pasaron a llamarse Don Mateo y Dña Marta. Las mesas que antes  ocupaban esos amigos a los que se entregaban, que no pagaban, que estaban invitados, que disfrutaban de interminables tertulias, que se peleaban, que se reconciliaban, que se reían, esas mesas ahora estaban  ocupadas por personajes superficiales donde la vida solo consiste en tres prioridades…dinero, dinero….y dinero. Marta y Mateo, Mateo y Marta olvidaron que la mayor recompensa de nuestro trabajo no es lo que nos pagan por él, sino en lo que nos convierte. Sin darse cuenta, entraron en un mundo que no era el suyo, cambiaron a los empleados de toda la vida en su restaurante, abrieron más restaurantes sin necesidad, se cambiaron de casa, compraron su casa en la playa , vecinos de toda la vida se convirtieron en desconocidos, compraron coches, motos , viajaban, se divertían.
Carlos, dejó los estudios, vivía más el presente que nunca, no dejaba que se le escapase, solo quería diversión y dinero, perdió sus amigos de toda la vida…Lorena se obsesionó con buscar y desear aquello que nunca podría tener, sin acordarse de que cuando alguien desea algo debe saber que tiene riesgos …e Iria esa pequeña e inocente niña empezó a pensar que la vida es lo bastante larga para odiar a alguien y así lo hizo.
Esa familia humilde, trabajadora, sencilla y sobre todo bondadosa, se convirtió por un golpe de suerte en una familia millonaria, llena de lujos, llena de bienes materiales y llena de influencias superficiales. El egoísmo sustituyó a la bondad, la envidia a la generosidad y lo que antes era alegría y vida se convirtió en ambiciones, odios y reproches. Se olvidaron de dar gracias a Dios por estar de pié, se olvidaron de que la mejor forma de salir del mundo en el que estaban era no haber entrado y se olvidaron de que la humildad consiste en callar nuestras virtudes y permitir a los demás descubrirlas.
Pasado el tiempo, esa suerte que tan rápido se presentó, más rápido desapareció.
Esos políticos, ejecutivos, empresarios, estudiantes…modelos, actrices, duquesas y marquesas, desaparecieron. Esas mesas nunca más se reservaron, esos amigos de toda la vida nunca más aparecieron. Esos días felices pasaron veloces, y aquellas pequeñas cosas a las que no daban importancia vinieron a su encuentro para atormentarles por no haber sabido apreciarlas en su momento.
Entraron en una etapa de oscuridad, no más restaurantes, no más casas, no más motos, no más viajes y diversión. Solo deudas y soledad no deseada. Buscaban esos amigos desaparecidos, esos familiares olvidados, esa bondad y generosidad que siempre les caracterizó. Pero nadie aparecíó. Sabían desde siempre que tenían que ser bondadosos con la gente cuando subían y las cosas les iban bien, porque sabían que les encontrarían cuando bajasen, no fue así y no encontraron a nadie.
Marta, Mateo, Carlos, Lorena e Iria, se encontraron sin saberlo y sin tampoco quererlo en una burbuja, donde dentro de ella solo estaban ellos mismos, solo se escuchaban ellos mismos sin darse cuenta de que fuera de esa burbuja había otro mundo que les esperaba y que voluntariamente habían rechazado.
Sin embargo hay un refrán que dice que “el mejor momento para sembrar un roble fue hace 20 años. El segundo mejor tiempo es ahora”. Y nunca mejor que hoy para sembrar esa semilla de bondad que bien regada, con el tiempo se convertirá en una nueva oportunidad para no cometer los mismos errores.
Sé bondadoso con la gente cuando subas; los encontrarás a todos cuando bajes.




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