LA CHICA DE LA CURVA
Hace tiempo que no consigo dormir, la idea de que
algún día cualquier accidente pueda costarme la vida me aterra, y eso es algo
que llevo pensando desde aquella tarde de Octubre.
Yo aún tenía dieciséis años, y me dirigía a la
sierra acompañada de mi padre. Hace años que mi abuela falleció, y desde
entonces solíamos visitar a mis tíos y mis primos cada mes.
Íbamos de camino cuando no a muchos kilómetros lejos
del pueblo mi padre decidió hacer una parada, ya que era tarde y no habíamos
descansado mucho después de un largo y duro día de trabajo y estudio. Yo me
acerqué al escaparate, donde estaban las golosinas, las observé minuciosamente
mientras mi padre daba una vuelta alrededor de la gasolinera buscando el
servicio. Solía fijarme en las etiquetas y los envasados, una de mis muchas
manías para escoger los productos.
Mi padre se acercó al mostrador para pagar un par de
chocolatinas, y una vez pagadas volvimos al coche.
-Marina, ¿Puedes encender la calefacción? Aquí
dentro hace mucho frío.
-Sí, claro. Oye Papá, la semana que viene tengo que
hacer unos trabajos de historia y no me vendría nada mal tu ayuda, se que te
gustan mucho esas historias de los romanos, y justo de eso trata.
- Por supuesto que te ayudaré.
Al levantar la mirada, cuando abrí mi chocolatina,
me fije en una extraña sombra al final de la carretera, pensé que sería mi
imaginación, pero más adelante pude verla con más nitidez. Era una chica
aparentemente joven, no mucho más mayor que yo. Tenía un rostro pálido, vestía
un camisón blanco un poco desgastado y en la mano llevaba un cartel, pero no
pude ver qué ponía. Decidí seguir la conversación con mi padre cuando unos dos
kilómetros más adelante, volví a ver aquella sombra.
-¡Para!
Mi padre dio un frenazo quedando casi a cinco
centímetros de la chica, yo le miré asustada y me bajé del coche lo más rápido
posible para comprobar que ella estaba bien. Al bajar pude ver que la chica
sonreía, y en el cartel estaba escrito el nombre del pueblo donde vivía mi
abuela.
-Dios mío ¿Estás bien? ¡Menudo susto nos has dado!
-Sí, estoy bien gracias. Me llamo Andrea Salgado
Mota y llevo esperando aquí todo el día a que alguien parase para poder llevarme
lo más cerca posible a Muñiz. ¿Podríais acercarme?
-Sí, claro, sube. – contestó mi padre, que había
bajado la ventanilla para asegurarse también de que la chica estaba bien. –
Nosotros vamos hacia allí.
Ambas subimos al coche, y cerramos la puerta al
unísono. Nunca había pasado por una situación así, y el hecho de que una
desconocida, a la que hace un minuto casi habíamos atropellado, se sentase en
la parte trasera de mi coche, no me daba muy buena espina.
Yo aún seguía asustada, aunque ella no pareció
mostrar miedo alguno en ningún momento. Parecía como si fuera algo corriente
para ella, como si cada día, repitiera la misma escena una y otra vez.
-
Bueno, ¿puedo preguntar por qué
estabas allí parada en medio de la carretera? – Preguntó mi padre – Quiero
decir, que es obvio que hacías autostop para llegar hasta Muñiz. Pero ¿cómo
llegaste hasta aquí?
-
Es una larga historia – Contestó ella
con un tono cálido y dulce, pero a la vez misterioso.
A medida que nos íbamos acercando, parecía más
nerviosa y no aparentaba la misma seguridad con la que subió al coche.
-
Oye, ¿te encuentras bien? No tienes
muy buena cara.
-
Las curvas me marean y no me traen
buenos recuerdos. La verdad es que no me encuentro muy bien.
-
Ya casi estamos llegando, pero si
quieres, podemos parar si no te encuentras muy bien. – Contesté.
Mi padre paró cerca del desvío, y por su cara, no
debió de hacerle mucha gracia que la chica nos hubiera hecho parar.
-
Yo me quedo aquí. Este fue el punto
donde tuve un accidente que me costó la vida hace un año.
La chica desapareció entre la niebla y yo me quedé
helada ante la situación. Me subí al coche sin apenas hacer un movimiento y me
dirigí a mi padre.
-
¿Has oído? ¿Crees que será verdad?
-
Marina, parece mentira que no sepas
que la gente no anda muy cuerda por este pueblo, ya sabes que a tu abuela nunca
le gustó relacionarse con nadie de por aquí. Además, ¿De verdad piensas que un
fantasma se va a subir a nuestro coche para avisarnos de su muerte en esa
curva? Deja de pensarlo.
-
Sí, bueno, es verdad. Pero aún así
podría ser verdad.
Lo cierto es que dejé de darle vueltas al asunto,
pero cuando llegamos a casa de mis primos media hora más tarde, la vi sentada
en la entrada a la casa. Entonces fui yo quien tenía la cara pálida, cerré los
ojos y volví a abrirlos pensando que solo sería fruto de mi imaginación. Pero
Andrea estaba sentada en el porche de mis primos, esta vez pude fijarme en una
pequeña cicatriz que tenía en el cuello. Entonces, me agarré al brazo de mi
padre asustada.
-
Papá, es ella.
Mis primos salieron de la casa con una cámara de
fotos en la mano, yo no recordaba qué día era. ¿Cómo no me había acordado? Era
Halloween, y ellos habían conseguido asustarme de verdad. La que había dicho
ser Andrea, la chica del accidente de la curva, resultó ser Laura, la nueva
novia de mi primo Mateo.
Pasamos la noche riéndonos de la historia y de cómo
podía habérmelo creído. La verdad es que me sentí estúpida, pero lo pasamos muy
bien. Cuando subí a mi habitación encendí el ordenador y busqué el nombre de la
chica, solo por curiosidad. Entonces la encontré, era ella, Andrea Salgado Mota.
Lo más espeluznante de todo, es que al fijarme en el
final de su cuello, pude ver que tenía una cicatriz y era igual que la de
Laura.
No he querido mencionarlo, ni mucho menos decirle
nada a ella. Pero si algo es cierto, es que Laura no me causa buena impresión y
cada vez que pasamos por aquella curva, no puedo evitar pensar en ella y en si
algo de lo que esa noche pudo ser solo una broma, podría ser verdad.
Qué miedo!!!! Vera
ResponderEliminarDe parte de 1º B