ETRÉUM
Esta es una de esas historias que
comienzan con la misma escena con la que acaban. En ésta, un hombre se
encuentra sentado sobre un sofá, con el brazo tendido sosteniendo una pistola.
La diferencia reside en que el hombre del principio está muerto, el hombre del
final está vivo.
El proyectil salió disparado de la
boca del ser inerte, emergiendo del mundo de sombras al que había sido
condenada. A su paso hacia la máquina de muerte atrajo hacia sí el color
bermejo, limpiando de muerte la estancia. La sangre volvió a su lugar de
origen, volvía a la boca de la persona fallecida, insuflando vida a lo que
nunca debió haber vivido. Los ríos de sangre corrían hacia arriba; como si
Newton no significara nada para ellos, como si en momentos cruciales de la
historia la trascendencia del suceso permitiera que la gravedad no tuviera
poder allí.
Carecía de toda lógica, pero a
medida que la sangre volvía al lugar del que provenía, los ojos del hombre iban
adquiriendo consciencia, tras una eternidad de ojos vidriosos podía ver con
claridad que apretar el gatillo había sido la mejor decisión que había tomado
en vida.
La bala avanzaba imparable hacia la
máquina de muerte, que estaba apoyada en el labio inferior del hombre,
ligeramente introducida en la boca, y por fin la bala entró en el cañón del
arma, donde se produjo la fusión perfecta entra la bala y su casquillo en el
momento exacto en el que la pólvora explotaba, provocando un sonido de escasa
duración pero gran potencia. Desde luego, el último sonido que oiría nuestro personaje.
O quizá el primero…
El proyectil ya había atravesado el
cañón, pasado por la recámara y bajado al cargador, donde esperaría paciente a
morder y arrancar la vida de cualquier desgraciado.
La nuez en su garganta se movió, de
abajo a arriba, de arriba abajo. Señal inequívoca de que tragaba saliva. Sus
ojos seguían cerrados. No había arrepentimiento en él. A pesar de que portaba
una enorme carga sobre los hombros. La razón de que fuera a acabar con su vida
no era la búsqueda de redención, ni siquiera el deseo de acabar con ella. Lo
que le arrastraba a hacer lo que iba a hacer era que había perdido, simple y
llanamente. Había perdido la guerra que él mismo había decidido comenzar.
Esta no es la historia de los
últimos momentos de una persona, porque, en cierto modo, llevaba mucho tiempo
muerta. Había causado demasiadas víctimas, la muerte de inocentes, cosa que en
vez de horrorizarlo, le enorgullecía.
¿Qué efectos tiene en una persona provocar la muerte de otras?
Podríamos introducir el término de deshumanización. Pero este concepto ni se
acerca a lo que significa que una persona mate a otra. Los seres humanos somos
la única especie con escala moral, y no por ser mejores o peores somos más
humanos. Desde el mayor de los santos
hasta el más vil de los diablos, todos humanos.
Es por eso que matar a seres de la misma especie por interés
es una acción puramente humana. En el resto de animales nunca encontraremos
odio, envidia o venganza.
Nuestro personaje tenía una mente fría y calculadora, en
cambio, su corazón no era frío, simplemente estaba podrido. Pero con la
decisión que había tomado conseguiría enfriarlo también.
Aunque no lo parezca, lo que aquí había sucedido era la
muerte de un escritor, un escritor de un
único libro que trataba sobre la guerra del escritor. Su error principal fue
trasladar esa guerra al mundo real, con consecuencias mundiales. Con ella trató
de matar una idea, la libertad, pero olvidó uno de los pilares fundamentales de
la vida, las ideas son indestructibles, y al intentar matar la idea solo
consiguió que fuera él el que muriera.
Escritor maldito, maldito escritor.
Autodidacta y lector empedernido. Amante de los animales.
Aunque parece que del resto de animales, puesto que no amaba al ser humano.
¿Cómo puede existir el racismo en la mente de un lector? O lo que es más
escalofriante, ¿cómo puede existir el racismo en la mente de nadie?
La bandera roja en cuyo centro
blanco se encontraba la negra cruz gamada estaba colgada en la pared enfrente
del cuerpo del hombre. Símbolo ancestral, de culturas y religiones milenarias
que ahora estaba manchado. El significado de la esvástica estaba completamente
mancillado. Ahora solo representaba odio, muerte y el derramamiento de sangre
de inocentes.
Al fin abrió los ojos. Ya no había
rastros de sangres. Se sacó la pistola de la boca y bajó el brazo, pegado al
cuerpo. La pesadilla de millones de judíos acababa de comenzar. Adolf Hitler
estaba vivo.
Si las agujas del tiempo giraran en
sentido inverso, si recorriéramos caminos hacia atrás, sin mirar por dónde
pisamos, condenados a no vivir el futuro pero a morir en el pasado, ¿viviríamos
en un mundo mejor, uno peor, o quizá en el mismo mundo pero con personas que no
saben por dónde caminan? Caminamos a ciegas incluso cuando tenemos los ojos
abiertos, las personas se han olvidado de las cosas que no se perciben por los
ojos. La humanidad necesita ver más allá.
Ohhhh...muy profundo...;) de parte de los alumnos de 1º B xD
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