Ana Morales Peñacoba (Yolanda)





YOLANDA

Era un día como otro cualquiera, a las 7 de la mañana el sol ya alumbraba como si fueran las 12 del mediodía , mi padre se había levantado pronto para ir trabajar, a mí me parecía que trabajaba demasiado y sobretodo que la recompensa era muy baja ,ya que más de una vez he tenido que ir a pedir comida a algún vecino o incluso me he visto en la situación de tener que robar un par de barras de pan para poder alimentar a mi familia; y lo peor de todo es que apenas le veía ,ya que se iba  antes de que amaneciera y volvía cuando ya era de noche, cenaba algo y se iba a la cama.
Yo me quedaba con mi madre ayudándola a recoger la cosecha de arroz  que habíamos conseguido tras mucho trabajo, y después me iba al colegio pero no sin antes despertar , vestir y arreglar a mis dos hermanas pequeñas Aroa y Nerea ; me sentía muy afortunada de poder tener ese lujo, muchos de mis amigos no podían permitirse ir a la escuela y todos los días al volver de clase me ponía a explicarles todo lo que había aprendido aquel día, la verdad es que me encantaría poder ser profesora de mayor, y poder enseñar a mis alumnos a escribir y a leer. En cierta parte me sentía culpable de que mi padre trabajase tanto para poder mantener mis estudios, aunque él me decía que era feliz haciéndolo.
Aquel día vimos a mi padre regresar a casa más pronto de lo habitual, estaba asustado, le temblaban hasta las piernas, un tornado se aproxima a Filipinas dijo, meteros en casa y cerrad todas las ventanas. No recuerdo haber pasado tanto miedo en mi vida, tenía en mis brazos a Nerea y podía ver el miedo en los ojos de mi madre  aunque ella intentaba aparentar tranquilidad, cuando por una pequeña rendija que había en la ventana pude ver como “Yolanda” se estaba llevando por delante todo a su paso; el agua comenzó a inundar mi casa, y tuvimos que salir de ella ya que quedarnos allí habría significado una muerte segura.
El viento cada vez azotaba con más fuerza, apenas podía andar,  y tenía que ir agarrándome a los coches para poder avanzar, el pánico se había propagado por toda Filipinas, la gente corría de un lado a otro buscando un lugar para refugiarse, yo no entendía nada, no sabía que estaba pasando, estaba aterrorizada. Apenas me quedaban fuerzas en el cuerpo, cuando vi como un árbol empujado por la fuerte corriente de agua se llevaba por delante a mi padre, y con él a mis dos hermanas que iban en sus brazos, intente nadar lo más rápido que pude para alcanzarlos , pero todo esfuerzo era inútil, la corriente de agua era demasiado fuerte y el viento me impedía ver con claridad, comencé a llorar de impotencia; impotencia de haber visto a mi familia desaparecer, impotencia de no haber podido salvarles, impotencia de saber que no volvería a verles.
 Finalmente mi madre y yo nos subimos al techo de una de las pocas casas  que aún lo conservaba y esperamos a que aquella pesadilla pasase, pude observar como amigos y compañeros de clase estaban siendo arrastrados, a madres gritando por la desaparición de sus hijos, personas asustadas que no podían ni  moverse del miedo…..Pensé que ya nada podía ir a peor, pero obviamente estaba equivocada.
Los días que siguieron a esta catástrofe fueron como estar en el mismo infierno, no había ni comida ni bebida, la gente se estaba muriendo de hambre, había multitud de niños pequeños andando por la calle solos, sin un sitio al que ir y sin una familia que les protegiese.


El olor de las calles se hacía insoportable, las ayudas humanitarias de los demás países no podían llegar ya que todas nuestras carreteras estaban inundadas, llenas de escombros y de ramas. La gente necesitaba medicamentos, tratamiento médico, y multitud de cosas que eran imposibles de conseguir.
Recuerdo que nos llevaron a todos los niños a una sala mientras los adultos se iban en busca de supervivientes; cuando de pronto escuche a una mujer que estaba en la calle gritando, salí en su ayuda, aquella mujer estaba embarazada y estaba dando a luz  en mitad de la calle, una de las mujeres que estaba a nuestro cargo le ayudo a tener el niño y cuando este nació su madre murió, aquel bebe acababa de llegar al mundo y acto seguido se acababa de quedar huérfano, no entendía por que nos pasaba todo eso y  no hacía más que pregúntame ¿Por qué a mí?, ¿Por qué a nosotros? ¿Qué habremos hecho mal?
Se me hacía imposible volver al lugar donde estaba mi casa y ver como nuestras cosechas de arroz habían desaparecido, solo quedaba una pequeña parte de la habitación de mis padres en pie y no pude recuperar nada, Yolanda se lo había llevado todo, pero lo que más difícil se me hacía era pensar que había perdido todo de la mañana a la noche. Mi escuela estaba totalmente derrumbada , no pude retener las lágrimas al ver que todo mi sueño terminaba allí, que ya no iba a poder enseñar a mis vecinos, que ya no iba a poder ser profesora y por encima de eso ,que todo el trabajo de mi padre se había desperdiciado por competo.
No puedo evitar culparme cada día por no haber nadado lo suficientemente rápido para salvar a mis hermanas y a mi padre, o por no haber bajado de aquel tejado para ayudar a mis compañeros. El dolor y el sufrimiento que se ve en la calle es imposible de explicar con palabras.
Yolanda no solo se ha llevado a mi familia, no solo se ha llevado mi casa y a mis amigos, ha acabado con mi sueño de ser profesora, ha destrozado  mi país, ha dejado sin comida ni agua a la gente y ha dejado a miles de niños huérfanos en la calle. Yolanda cambió aquel 8 de Noviembre millones de vidas en toda Filipinas.


FIN.

                                                                       Ana Morales Peñacoba 1ºBachillerato B  nº11

Comentarios

  1. Valoras mucho más las cosas que tienes cuando te das cuenta que en otros países lo pasan tan mal...
    De parte de 1º B

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