YOLANDA
Era un día como otro cualquiera, a las 7 de la
mañana el sol ya alumbraba como si fueran las 12 del mediodía , mi padre se
había levantado pronto para ir trabajar, a mí me parecía que trabajaba
demasiado y sobretodo que la recompensa era muy baja ,ya que más de una vez he
tenido que ir a pedir comida a algún vecino o incluso me he visto en la
situación de tener que robar un par de barras de pan para poder alimentar a mi
familia; y lo peor de todo es que apenas le veía ,ya que se iba antes de que amaneciera y volvía cuando ya
era de noche, cenaba algo y se iba a la cama.
Yo me quedaba con mi madre ayudándola a recoger la
cosecha de arroz que habíamos conseguido
tras mucho trabajo, y después me iba al colegio pero no sin antes despertar ,
vestir y arreglar a mis dos hermanas pequeñas Aroa y Nerea ; me sentía muy
afortunada de poder tener ese lujo, muchos de mis amigos no podían permitirse
ir a la escuela y todos los días al volver de clase me ponía a explicarles todo
lo que había aprendido aquel día, la verdad es que me encantaría poder ser
profesora de mayor, y poder enseñar a mis alumnos a escribir y a leer. En
cierta parte me sentía culpable de que mi padre trabajase tanto para poder
mantener mis estudios, aunque él me decía que era feliz haciéndolo.
Aquel día vimos a mi padre regresar a casa más
pronto de lo habitual, estaba asustado, le temblaban hasta las piernas, un
tornado se aproxima a Filipinas dijo, meteros en casa y cerrad todas las
ventanas. No recuerdo haber pasado tanto miedo en mi vida, tenía en mis brazos
a Nerea y podía ver el miedo en los ojos de mi madre aunque ella intentaba aparentar tranquilidad,
cuando por una pequeña rendija que había en la ventana pude ver como “Yolanda”
se estaba llevando por delante todo a su paso; el agua comenzó a inundar mi
casa, y tuvimos que salir de ella ya que quedarnos allí habría significado una
muerte segura.
El viento cada vez azotaba con más fuerza, apenas podía
andar, y tenía que ir agarrándome a los
coches para poder avanzar, el pánico se había propagado por toda Filipinas, la
gente corría de un lado a otro buscando un lugar para refugiarse, yo no
entendía nada, no sabía que estaba pasando, estaba aterrorizada. Apenas me
quedaban fuerzas en el cuerpo, cuando vi como un árbol empujado por la fuerte
corriente de agua se llevaba por delante a mi padre, y con él a mis dos
hermanas que iban en sus brazos, intente nadar lo más rápido que pude para
alcanzarlos , pero todo esfuerzo era inútil, la corriente de agua era demasiado
fuerte y el viento me impedía ver con claridad, comencé a llorar de impotencia;
impotencia de haber visto a mi familia desaparecer, impotencia de no haber
podido salvarles, impotencia de saber que no volvería a verles.
Finalmente mi
madre y yo nos subimos al techo de una de las pocas casas que aún lo conservaba y esperamos a que
aquella pesadilla pasase, pude observar como amigos y compañeros de clase
estaban siendo arrastrados, a madres gritando por la desaparición de sus hijos,
personas asustadas que no podían ni moverse del miedo…..Pensé que ya nada podía ir
a peor, pero obviamente estaba equivocada.
Los días que siguieron a esta catástrofe fueron como
estar en el mismo infierno, no había ni comida ni bebida, la gente se estaba
muriendo de hambre, había multitud de niños pequeños andando por la calle
solos, sin un sitio al que ir y sin una familia que les protegiese.
El olor de las calles se hacía insoportable, las
ayudas humanitarias de los demás países no podían llegar ya que todas nuestras
carreteras estaban inundadas, llenas de escombros y de ramas. La gente
necesitaba medicamentos, tratamiento médico, y multitud de cosas que eran
imposibles de conseguir.
Recuerdo que nos llevaron a todos los niños a una
sala mientras los adultos se iban en busca de supervivientes; cuando de pronto
escuche a una mujer que estaba en la calle gritando, salí en su ayuda, aquella
mujer estaba embarazada y estaba dando a luz en mitad de la calle, una de las mujeres que
estaba a nuestro cargo le ayudo a tener el niño y cuando este nació su madre
murió, aquel bebe acababa de llegar al mundo y acto seguido se acababa de quedar
huérfano, no entendía por que nos pasaba todo eso y no hacía más que pregúntame ¿Por qué a mí?,
¿Por qué a nosotros? ¿Qué habremos hecho mal?
Se me hacía imposible volver al lugar donde estaba
mi casa y ver como nuestras cosechas de arroz habían desaparecido, solo quedaba
una pequeña parte de la habitación de mis padres en pie y no pude recuperar
nada, Yolanda se lo había llevado todo, pero lo que más difícil se me hacía era
pensar que había perdido todo de la mañana a la noche. Mi escuela estaba
totalmente derrumbada , no pude retener las lágrimas al ver que todo mi sueño
terminaba allí, que ya no iba a poder enseñar a mis vecinos, que ya no iba a poder
ser profesora y por encima de eso ,que todo el trabajo de mi padre se había
desperdiciado por competo.
No puedo evitar culparme cada día por no haber
nadado lo suficientemente rápido para salvar a mis hermanas y a mi padre, o por
no haber bajado de aquel tejado para ayudar a mis compañeros. El dolor y el sufrimiento
que se ve en la calle es imposible de explicar con palabras.
Yolanda no solo se ha llevado a mi familia, no solo
se ha llevado mi casa y a mis amigos, ha acabado con mi sueño de ser profesora,
ha destrozado mi país, ha dejado sin
comida ni agua a la gente y ha dejado a miles de niños huérfanos en la calle.
Yolanda cambió aquel 8 de Noviembre millones de vidas en toda Filipinas.
FIN.
Ana Morales Peñacoba 1ºBachillerato B nº11
Valoras mucho más las cosas que tienes cuando te das cuenta que en otros países lo pasan tan mal...
ResponderEliminarDe parte de 1º B