Beatriz Ballardo (Ciudadano sin voz)






    CIUDADANO SIN VOZ    

Por fin, hogar dulce hogar, aunque tal y como están las cosas ni si quiera en casa se puede estar tranquilo. Venimos del colegio, mama ya no deja que volvamos en autobús y mucho menos andando asique sale antes de trabajar para venir a buscarnos.
Cuando voy en el coche intento no poner la mirada en las calles, pero es inevitable que el rabillo del ojo quiera ver lo que está pasando.
Es muy duro ver como tienes a alguien a tus pies desangrándose y que el gobierno no ponga medidas para evitarlo.
Llega el fin de semana y desde hace un mes mi padre no me deja salir con mis amigas a dar una vuelta por la plaza, temen que me encuentre dentro de una de las violentas manifestaciones.
Desde mi casa se ve como la gente en un intento desesperado de cambiar las cosas se avalancha en masa contra los antidisturbios, sin obtener mayor respuesta que lesiones cerebrales, palizas desmesuradas e incluso la muerte.
A penas nos dicen nada en las noticias gracias a Dios que aún nos quedan las redes sociales, tengo amigas que intentan comunicarse con gente del exterior para que vean lo que aquí está ocurriendo realmente, con imágenes con videos que prueban el abuso policial que se está realizando. El gobierno tiene puestos un gran número de francotiradores en las azoteas de los edificios localizados en los puntos más centrales en los cuales se realizaran las protestas.
Hace un par de días una chica de la clase de mi hermano, dejo de ir a clase sin decir nada a ningún profesor y cuando llamaron a sus padres para preguntarles por la niña, estos le comunicaron a la profesora que no iría nunca más al colegio. Su hija estaba siendo enterrada. Ella fue una de las víctimas mortales de estas protestas, tan solo tenía siete años y muere de un tiro en la cabeza por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.

No puedo evitar pensar en cómo sería vivir en un país donde las calles son seguras, el gobierno escucha a su pueblo, donde la gente no sea asesinada tan solo por estar en la calle, un país donde si necesitas comprar leche o huevos puedas entrar en el primer mercado que veas y encontrarla y no tener la necesidad de ir mercado tras mercado viendo como las baldas blancas cada vez se hacen más presentes, mercados donde uno se tiene que pelear por conseguir el ultimo brick de leche porque hasta dentro de un mes no volverán a traer ningún tipo de mercancía.
Tengo amigos en importantes grupos opositores y me han contado como hace dos años cuando los chavistas se reunían en la plaza de Venezuela, apenas había hueco entre estos, se concentraban alrededor de 400 mil personas. Y hace un mes volvieron a

Esta plaza, donde se podían contar apenas dos mil personas, cada uno sacara sus propias conclusiones.

Estoy cansada de ver cómo va cada vez peor mi país, cansada de ver como algo normal, cadáveres tiroteados en las calles, cansada también de tener miedo al salir de mi casa, de que mi madre tenga que recogerme del colegio a pesar de mis diecisiete años y teniendo que cruzar tan solo tres calles, de hablar con personas extranjeras que no saben apenas de nuestra situación.

Seguramente habréis oído algo en las noticias sobre lo que aquí está pasando, pero... realmente sabéis porque protestamos, protestamos porque estamos cansados de hacer largas colas para comprar leche, azúcar, harina, papel de baño y otros más. Porque según estadísticas un venezolano muere cada veinte minutos, porque nos matan por un teléfono móvil, porque no tenemos como enterarnos de lo que está ocurriendo en nuestro propio país, ya que el gobierno nacional censuro y cerró los medios de comunicación independientes. También protestamos porque hay estudiantes y líderes políticos que están presos tan solo por defender nuestros derechos como ciudadanos. No es justo vivir así, las autoridades venezolanas han decidido hacer oídos sordos a nuestros reclamos, todo esto ocurre bajo la mirada cómplice de los gobiernos de la región.
Mis padres están buscando cambiar de cuidad, no solo de cuidad de país también, pero es difícil tomar ese tipo de decisiones. Hemos estado mirando vuelos a Madrid para movernos un tiempo por lo menos hasta que las cosas se calmen, pero ya es tarde apenas quedan aerolíneas que hagan esos trayectos, y en caso de haberlos son precios tan elevados que su mínimo esta en los dos mil euros. Muy pocas personas aquí se pueden permitir el lujo de pagar esa cantidad. Nosotros somos cinco hermanos y mis padres no pueden hacer frente a esas tasas tan elevadas.
Tan solo soy una niña de 16 años, y sé que mucho no puedo hacer por cambiar esta situación tan solo soy una voz sin importancia tapada por mi juventud y los medios, pero sé que si todos colaboran contando la verdad de lo que aquí ocurre si habrá un cambio.
Atentamente, Daniela.

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