Ana Morales Peñacoba (Mariano)





Mariano

El día que cumplió los catorce supo que su infancia había quedado atrás definitivamente, eran muchos en casa, eran tiempos muy duros, había que colaborar para mantener a la familia y él, ya era un hombre. Al día siguiente comenzaría a trabajar, y allí descubriría a los dos grandes amores de su vida.
Aquel chaval moreno de pelo ondulado y rebelde  que tenía un cuerpo  demasiado delgado para su estatura, entró a trabajar como ayudante de cabina en un cine, y allí aprendió a amarlo. La vida fluía sin demasiadas complicaciones, un par de trabajos, estudiar por las noches y ayudar a una familia numerosa, ese era su mundo, hasta que en el verano que cumplía sus dieciséis años, la vio entrar en la sala, ella era morena de pelo largo negro, unos ojazos increíbles, solo tuvo que parpadear para que él quedara enganchado para siempre. 

Y así año a año fue construyendo su futuro, por supuesto junto a Rosario, cuando le llegó la hora de ir a la mili su relación ya era formal, la mili fue larga pero gracias a ser un gran deportista y mejor nadador, consiguió alguna serie de privilegios y fue algo más llevadera su estancia, su pasión por el deporte y la natación le llevaron hasta los campeonatos de castilla de natación, pero no eran tiempos para sueños y mucho menos para hobbies, eran tiempos de trabajar duro para labrarse un futuro.

Su gran fuerza de voluntad y su afán de superación hizo que nunca se rindiera y siguiera luchando, luchaba por su futuro, estudiaba para llegar más lejos y se sacrificaba sin dudarlo por conseguir sus metas. Trabajaba en el ministerio de educación entre otros sitios, cuando consiguió llevar a Rosario al altar. Siguió estudiando por las noches, cursando estudios de cámara y sonido en la escuela de cinematografía.

Los primeros años de matrimonio fueron duros, trabajaba y estudiaba muchísimo, pero por primera vez sentía que había encontrado su sitio. Y este sentimiento se reafirmó cuando a los tres años nació su primera hija y claramente sintió que las piezas de su vida tomaban forma, que todos los sacrificios y momentos duros que había tenido habían merecido la pena, ahora lo veía. Poco a poco la familia fue aumentando, después de su creativa primogénita, llego su segundo hijo, un varón que llevaría su nombre y su perseverancia, más tarde llego la rebelde de la familia (mi madre), allanando el camino al más pequeño, el cual siempre sabía sacar una sonrisa su madre.

Tuvo la suerte de poder disfrutar de su familia y ver cómo iba creciendo, vio como sus hijos se casaban y ni que contar tiene que se le saltaron las lágrimas con su primera nieta todo le parecía poco para los suyos y así, entre celebraciones, reconocimientos y dedicación, fueron llegando a su vida sus nietos, esos que tanta alegría le causaron y de los que tanto disfrutó, y por qué no decirlo, también los sufrió en muchos veranos en la sierra en las noches que se quedaban a dormir en casa de los abuelos porque sus padres estaban de escapada de fin de semana… pero en su interior esto le producía un gran placer, su mujer que tanto y tan bien le conocía podía ver ese brillo de felicidad en sus ojos mientras protestaba.

Uno de los momentos más especiales de su vida fue cuando por sus bodas de oro; pudo invitar a toda su familia a embarcar  en un crucero, su mujer de la que seguía enamorado más si cabe, sus cuatro hijos y sus nueve nietos, incluida la más pequeña que tenía apena unos meses, y no se cansaba de presumir con la gente de que estaba con toda su familia de viaje.

Montó su propia empresa,  consiguió éxito y dinero, nadie hubiera adivinado que aquel chaval delgaducho y trabajador que entro fascinado en una cabina de proyecciones de un cine y le dedico su vida, llegaría tan lejos, pero nada le hacía más feliz que el estar rodeado de su familia, para él esta era su gran obra,  y lo que daba sentido a su vida.
En todas las celebraciones se podía ver ese brillo especial en sus ojos y lleno de orgullo, tras una sonrisa radiante y con todo su pelo ondulado y blanco, le decía a mi abuela, “Charo ya somos demasiados, esto es un follón, este es el último año que lo organizamos…” y todos reíamos. 

El ya no está desde hace tres años, pero todos seguimos reuniéndonos y diciéndole a mi abuela, “abuela, este año sí que es el último que nos juntamos, esto es un follón somos demasiados”.

 Fue un gran trabajador, una persona luchadora, conquisto muchas metas, a pesar de que la vida no se lo puso fácil, pero él de lo que realmente se sentía orgulloso, era de todos nosotros.




Ana Morales Peñacoba │1ºB Nº11

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