MEMORIAS
Hace un tiempo
genial, hemos tenido mucha suerte porque últimamente estaba haciendo muy mal
tiempo aquí. Es una preciosa luna de miel. Siempre quise estar en Japón, pero
el hecho de estar con Valentín, el hombre de mi vida es algo que me supera. Es
todo tan perfecto que parece un sueño. Los árboles, la gente, la cultura… Hay
tanto de lo que aprender y tanto de lo que disfrutar juntos que no sé por dónde
empezar. A unos metros de distancia, observo un pequeño cervatillo, voy a
acariciarlo, y justo cuando mi mano va a tocar su lomo, todas estas imágenes se
borran y empiezo a oír una voz exterior.
“Pilar,
despierta, ya es casi la una, si no te levantas ya no llegaremos a misa.”
Efectivamente,
era todo un sueño, demasiado bonito para ser cierto.
Abro lentamente
los ojos y veo a una mujer de poca altura, morena, con el pelo corto que me
ofrece la mano. Me siento perdida, no sé dónde estoy, ni quién es esta mujer,
ni cómo he llegado hasta aquí.
-Ehm, buenos días,
¿dónde estoy?- Pregunto asustada, temiendo su respuesta.
-Ay pilar, estás
en tu casa- dice mientras suelta una carcajada- venga vamos a desayunar. Te he
hecho ya el café, las pastillas están a la derecha del zumo, como siempre. Ah,
y no nos olvidemos de las tostadas con mantequilla, como a ti te gustan.
¿Ha dicho ‘como
siempre’? ¿De qué pastillas habla?¿Nos conocemos? Aterra el hecho de que esta
chica sepa tanto de mí, juraría no haberla visto en mi vida, pero debe de ser
el sueño, me acabo de despertar y todavía estoy algo dormida, es normal estar
un poco perdida.
Desayuno
rápidamente, y al salir de la cocina me vuelvo a cruzar con ella.
-Hoy hace muy
buen día, así que no te empeñes en coger ese abrigo de piel que tanto te gusta,
o te asarás.
-Oh, claro, ese
abrigo- dije, aunque no tuviera ni idea de qué abrigo me estaba hablando- me
pondré algo cómodo entonces.
-Perfecto, la
espero en el salón, y dese prisa o no llegaremos.
-Sí, claro, oye
una cosa… ¿Cómo decías que te llamabas?
-Mari. Ay,
Pilar, pero si nos conocemos desde hace ya décadas- dijo con un tono un tanto
tranquilizante.
Cada vez que
entablo conversación con esta mujer, me asusto más. ¿Por qué sabe tanto de mí?
Tendré el día tonto.
Vamos a misa, y
al salir, Mari me lleva junto a un coche y se despide. De el asiento del
copiloto de dicho coche de repente sale un joven de unos dos metros de
estatura.
-¡Abuelita!
Vamos entra, hoy te has entretenido más tiempo que de costumbre eh
Me giro
lentamente y le pregunto a Mari en voz baja que a dónde se supone que voy, a lo
cual ella me responde que a comer a casa de mi hijo. Hoy no es mi día, desde
luego, porque hasta que esta mujer me lo ha dicho, no recordaba tener hijos.
Me dirijo a el
asiento del copiloto, y al subirme al coche, veo a mi izquierda en el asiento
del conductor, a un hombre alto, muy elegante, con una camisa de manga
larga a rayas blancas y azules, barba grisácea y muy cuidada, y con una sonrisa
de medio lado que me está mirando.
-¡Hola mamá!
Vaya, ahora que
le veo me acuerdo perfectamente de él. Es Pepe, mi querido y pequeño Pepe. Qué
bueno ha sido siempre. Siempre cuidando de los suyos. Sólo hay que observarle
para ver en su mirada que sigue siendo igual que de pequeño.
Le doy dos
besos, y el coche se pone en marcha.
Llegamos a su casa,
y nos abre la puerta otro joven, al cual la sigue una chica aún menor. Ambos me
reciben alegres y muy cariñosos, a lo cual no sé cómo reaccionar porque no
recuerdo con certeza quienes son, supongo que mis nietos. El mayor me coge la
chaqueta que llevo, y se va a guardarla, y mientras la pequeña me lleva al
salón a charlar.
-¿Qué tal se
presenta el día, abuelita?- pregunta.
Miro mi reloj, y
veo que este marca las dos menos cuarto. Ya es medio día, y no recuerdo nada de
lo que he hecho en toda la mañana. Ni siquiera recuerdo con claridad cómo he
llegado hasta aquí.
-Ehm, bien, ¡te
has teñido! Cada día estás más guapa, te queda muy bien el rojo.-Dije para
cambiar de tema y evitar situaciones incómodas.
-Sí, bueno,
gracias, pero llevo con el pelo rojo desde Diciembre, abuela.
-Sí, sí, me
acuerdo, pues te queda muy bien.- no recuerdo ni de qué color tiene realmente
el pelo, la verdad que no la recuerdo muy bien, lo único que sé es que algo
habré dicho que de un momento a otro se le ha borrado la sonrisa.
Vamos todos al
comedor, y allí comemos los seis. Una comida muy agradable, todo ha de decirse.
La comida estaba muy bien, lo único que quemaba un poco, y todos muy majos
conmigo. Pasan las horas, y el mayor de todos me lleva a casa de vuelta.
Al llegar a casa,
me recibe una mujer bajita, con el pelo corto y de color oscuro, entonces la
curiosidad me puede y le pregunto
-Hola, eh… ¿nos
conocemos?
-Ay Pilar… ¿Ya
estás igual que esta mañana? Soy Mari, llevo trabajando aquí años, venga dame
el bolso y la chaqueta que los dejo en tu habitación.
Me suena de
algo, pero no recuerdo haber contratado a nadie en mi casa, y su cara no me
resulta familiar. Estoy asustada y necesito la compañía de Valentín, me dirijo
directamente a la habitación para ver si está allí, y no le veo. Le busco por
toda la casa, y no le encuentro. Es tarde, y me extraña que a estas horas esté
fuera de casa. Entonces busco a Mari y la pregunto asustada:
-Oye, ¿dónde
está mi marido Valentín?
-Pilar… -
responde ella con una voz de desesperación y pena - Valentín falleció hace ya
16 años.
No sé cómo
reaccionar. Me quedo quieta, cabizbaja, mirando al suelo y asintiendo con la
cabeza lentamente.
-Ya…-dije con
tristeza- me voy al salón a ver si ponen algo interesante.
Me dirijo al
salón, y por el camino me doy cuenta de que es cierto, ya no tengo a Valentín
conmigo, y me duele pensarlo. Lo mejor será que vea una película o algo y
olvidarme un rato.
Enciendo la
televisión y todo son noticias sobre el Rey, programas de cotilleo, series de
dibujos y animales que hablan… Hasta que de repente llego a un canal en el que
ponen una película que me suena bastante. Oh, ya recuerdo, Qué Bello Es Vivir.
Esta película solía verla con Valentín siempre. Seguro que está en nuestro
cuarto leyendo, iré a buscarle y la veremos juntos.
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