Marina Liaño (Un viaje de despedida)



Un viaje de despedida

Llegué a mi casa y como no, ahí estaba mi hermano discutiendo con mis padres como de costumbre, Hugo tenía dieciséis años, tenía el pelo negro , era más alto que yo y se podía decir que tenia una personalidad difícil, pero a lo largo de los años mis padres habían aprendido a lidiar con él y las peleas no iban más allá de unos gritos y unas cuántas cenas incómodas.
Me fui a duchar , cuando bajé a cenar estaban los tres en la mesa hablando tranquilamente como si nada hubiese pasado, era increíble la rapidez con la que se podían desenfadar, pero supongo que eso reflejaba todo el cariño que se tenían.
Nos pusimos a cenar, mi madre había cocinado una cantidad ingente de comida, estuvimos en silencio un rato hasta que por fin mi padre lo rompió.

-Dentro de unos días tendré que volver a irme de viaje- dijo mi padre mientras se servía la comida.
-¿Otra vez? No creía que los médicos viajaran tanto.
Al oír el tono de mi hermano mi padre dejó de comer y empezó a contarnos una historia sobre un amigo suyo que se había ido como voluntario a un hospital en una zona no muy conocida de África. Mi padre también era médico, era una de las mejores personas que había conocido, vivía por y para los demás aunque eso a veces le afectara a él.
-Yo también iré dentro de unos días y vuestra madre va a acompañarme así que estaréis toda una semana sin nosotros en casa, espero que seáis responsables,Sofía, te dejo al cargo.
Me encantaba la idea de que mis padres se fueran de viaje y más para ayudar pero por mucho que me dejará a mí al cargo no iba a impedir que mi hermano hiciera lo que quisiese, pero aun así asentí y sonreí.
-De todas formas no os podéis quejar- Dijo mi madre centrándose más en mi hermano- hemos pensado que para pasar tiempo juntos estas navidades podríamos hacer un viaje a Nueva York.
La cara de mi hermano cambió por completo pero no dijo nada, sabía que le había hecho muchísima ilusión pero no iba a demostrarlo y menos después de haber tenido una pelea.
-Y Sofía por fin podríamos subir al Empire State.
Mi padre y yo teníamos una extraña debilidad por lo que llamábamos el “culmen de la ciudad”, por algún motivo siempre que íbamos de viaje mientras los demás iban a museos o a exposiciones nosotros aprovechábamos para subir a sitios donde se pudiera ver todo, supongo que eso era para mi lo mejor de una ciudad, verla en todo su conjunto.
Habían pasado tres días desde que mis padres se fueron de viaje, habíamos estado relativamente tranquilos, mi hermano estaba sentado en el sofá buscando una película para ver, mientras yo iba la cocina a preparar palomitas cuando de repente sonó el teléfono y por alguna razón fui con prisa a cogerlo.
Colgué el teléfono, sentía que el mundo se me venía encima, en ese momento no había nada claro, pasaban muchos pensamientos por mi cabeza pero no podía concentrarme en ninguno, de repente las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos sin ningún control, no podía pararlas y tampoco quería.
Perdí la noción del tiempo, cuando oí pasos que se acercaban, en frente de mí estaba mi hermano, me abrazó y segundos mas tarde se puso delante de mí, esperando a que le contara que estaba pasando, pero no tenía fuerzas para hablar así que apenas pude pronunciar unas palabras.
-En el avión… Papá y mamá…
No pude terminar la frase, no podía mantenerme más en pie, me senté en el suelo llorando, ni siquiera podía ver como había reaccionado mi hermano.
Lo siguiente que escuché fue el ruido de un portazo, mi hermano nunca expresaba sus emociones en público. Subió y se encerró en su habitación.

Habían pasado dos días y no había ni un solo momento en el que no pensara en ellos, solo podía llorar, ni siquiera pude apoyarme en mi hermano, se había pasado estos dos días encerrado en su habitación excepto ayer que salió por la noche y no había vuelto a saber nada más de él.
A lo largo de estos dos días habían traído más flores de las que cabían en mi casa, y aunque me gustara que mostraran respeto por mis padres, ya no quería más flores, ya no quería el lamento de más personas, tenía suficiente con el mío.
Unas horas más tarde apareció Hugo por la puerta, tenía todo el ojo y la boca ensangrentados y rasguños a lo largo de toda la cara.
-Hugo ¿Qué te ha pasado?- Pregunté cortándole el paso para que no pudiera subir por las escaleras.
-Nada de tu incumbencia.
Me apartó de la escalera y subió sin darme ninguna explicación, asique subí detrás de él.
-Eres la única persona que conozco, que puede hacer más difícil un momento como este.
Se quedó mirándome unos segundos y cerró la puerta. No había conocido a una persona más egoísta que él. No sabia como iba a superar esto. Al tener dieciocho años pasaría a ser directamente la tutora de mi hermano, era injusto, era muy injusto que me quedara sin mis padres, sola, yo no podía hacer esto, no estaba preparada todavía, me fui a mi cuarto y me dejé llevar por las lágrimas, no podía parar de llorar así que no hice ningún esfuerzo por impedirlo.
Pasaron tres días, hoy era el funeral de mis padres, hoy nos despedíamos de ellos definitivamente. Me vestí con un vestido y unos zapatos negros, y fui a ver como iba mi hermano ya que dentro de poco nos tendríamos que ir.
Entré en la habitación de Hugo y todo lo que vi fue a mi hermano tirado en la cama sin ni siquiera la ropa preparada.
-¿Qué se supone que estas intentando con todo esto?- le grité mientras le quitaba las sábanas de encima. ¿Es que se te ha olvidado que día es hoy?
-Nuestros padres ya no están y no van a volver por más que vaya y diga lo que la gente quiere oír sobre ellos.
-No se trata de que vayan a volver, se trata de darles la despedida que se merecen- dije con las lágrimas apunto de salir- ellos te querían y nunca te habrían hecho esto por muy dolidos que estuvieran porque esto no lo haces por ti, lo haces por ellos.
-¿Y lo de no ir a clase? Te están soportando muchas cosas, ahora todos son delicados contigo, te ayudan, te consuelan y hacen la vista gorda porque saben
 por lo que estás pasando pero a medida que vaya pasando el tiempo, ellos van a seguir con su vida, no te van a consolar y tampoco te van a ayudar eternamente, porque su vida sigue y lo mejor que puedes hacer es que la tuya también lo haga.
-No te digo que les olvides, ni tampoco que no estés triste por ello, porque te estaría pidiendo algo imposible, solo quiero que les recuerdes como los padres que lo hicieron todo por ti, los padres que murieron al ir a dar su ayuda a gente que realmente necesitaba.

30 de diciembre:
Hacía frío pero tampoco era ese frío insoportable de invierno del que muchos me habían hablado, la ciudad era muy grande, desde esta altura se podían ver los pequeños edificios al lado de esos rascacielos enormes que tanto caracterizaban esta ciudad.
-Vámonos ya, que llegaremos tarde a comer -Dijo mi hermano mientras se dirigía a la salida.
-En un minuto voy, ve bajando.
Solo quería despedirme de este lugar, este edificio que ya no solo era un simple rascacielos para mi, el Empire State Builiding, se había convertido en el símbolo de la persona que más admiraba en este mundo, mi padre.


MARINA LIAÑO
1ºB














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