ÉBOLA
Le tuve que echar valor
para ofrecerme voluntaria, nadie quería y si salía mal me podía haber llevado a
la muerte.
Cuando llegó el segundo
misionero al Carlos III la entrada estaba llena de periodistas, yo salía en
segundo plano, no era importante en esos momentos. Los días fueron duros,
agotadores y el final se vio venir, murió a finales de Septiembre. Me merecía
un descanso un descanso aunque yo creo que elegí mal en cogerlas esos días.
Me empecé a sentir mal
y con mucho miedo me esperaba lo peor, mi marido preocupado le aconsejaba que
se alejara de mí. Después de una semana me ingresaron, de ser una enfermera
cualquiera a ser la 3ª persona que tenía el ébola en España. No paraba de darle
vueltas de cómo y en qué momento me había contagiado, había seguido todos los
pasos aunque a decir verdad, nuestro protocolo para estas enfermedades era
demasiado poco fiable, los guantes los teníamos que sujetar con cinta adhesiva
y nuestros trajes nos quedaban cortos de mangas y de piernas.
Estuve más de un mes
entero en la sexta planta del Carlos III, la televisión no funcionaba, el
teléfono móvil me lo quitaron ya que en los primeros días revelaba información
a mis familiares más cercanos y estos, se los comunicaban a la prensa, el
gobierno no quería eso. Mi único entrenamiento era observar esas cuatro paredes
tan tristes y esperar. Algunas veces venían a verme los médicos, que a la
mayoría conocía porque había trabajado con ellos toda mi vida y me decían que
aguantase que lo podía superar, esas conversaciones duraban escasos minutos ya
que no podían estar demasiado tiempo en la habitación por precaución.
Las dos primeras
semanas fueron horribles, tenía los órganos vitales casi destrozados y sentía
como mi cuerpo poco a poco iba perdiendo vitalidad. Unos días estaban bien y
otros no tan bien. Lo que más me dolió fue que hayan sacrificado a mi perro sin
ni siquiera saber si le había contagiado o no. Me tuve que enterar de la
decisión por los medios de comunicación, nadie se dignó a decírmelo, sentí
mucha impotencia y demasiada rabia. Deben de pagar por esto, por los recursos
que nos proporcionaron tan excesivamente mediocres como llevar este caso a
lugares tan extremos.
A la mitad del mes me
inyectaron varios sueros, parecía una rata en un laboratorio, pero por lo menos
estaba estable. El suero que me salvo la vida era de la misionera Paciencia, no
sé cómo agradecérselo.
Me decían que si no
empeoro podré salir de esta, aunque tendría que estar unos días más recuperándome
de las secuelas que me había dejado el ébola. Empezó a salir gente de las
plantas bajas por ejemplo mi marida y enfermeras. Yo lo único que quería era
salir del hospital y visitar a mi madre en Galicia y pasar unos largos días con
ella.
Salí a finales de
Octubre, me pidieron que con hiciera una entrevista a las cámaras con todo este
largo y horroroso suceso que me ha pasado y aquí estoy. Me encantaría contestar
a vuestras preguntas pero me han advertido que no lo debo hacer.
Por último querría
decir que para que no haya contagiados como ellos dicen “en el primer
mundo” tiene que solucionar el problema
de raíz, que es en África. Y tener con conciencia sobre esto, porque solo nos
preocupamos cuando cuando llega a los países
desarrollados y giramos la cabeza cuando hay hambres y epidemias en los
demás países.
Me llamo Teresa Romera,
la 3ª paciente del ébola en España.
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