Arturo Temboury (Reflexiones sobre la vida)



REFLEXIONES SOBRE LA VIDA

Se trata de un hombre anónimo, eso sí, con un nombre y una vida escrita, que refleja la manera en la que las cosas pueden perder valor con el tiempo. Sí, el tiempo, aquello que al hombre se le escapa inexplicablemente desde su nacimiento. Tantas horas vacías de actividad, mal empleadas, desperdiciadas, perecederas. Jamás sabremos qué habrá sido del tiempo que nunca aprovechamos, y dicho tiempo empleado en analizar este hecho, ya es tiempo pasado. Entonces, ¿De qué manera deberíamos aprovechar el tiempo si no es evitando desperdiciarlo?
Puedes darte por aludido si no habías reflexionado sobre esto antes.
Pero, ¿de verdad tiene valor esto que analizas? Probablemente no lo tenga, de hecho, alguien te dirá que nada tiene valor en esta vida, y no sólo un pesimista te ofrecerá esta perspectiva. Ahora, ¿te sientes orgulloso de haberte dado por aludido? En un intento de parar el tiempo, pienso: Entonces, ¿qué narices hago escribiendo esto? Si quisiera, y he querido numerosas veces, podría introducir mi mente en una infinita espiral abstracta pero ciertamente realista sobre el mundo en el que vivimos.
Jamás daría con una respuesta que no me refutara otro ser, y es que dudo que hayamos sido diseñados para estar de acuerdo los unos con los otros. Por ello somos diferentes del resto. Creo que la respuesta está en la observación que profundiza en la reflexión. He aquí la riqueza de la diversidad humana. Muchas veces tratamos de programarnos, y este programa que nos aplicamos es solo un débil e indefinido camino hacia el gran objetivo que hemos situado detrás de esa tela de acero. ¿Puedes ver tu objetivo? ¿Qué grosor tiene esa tela? ¿Me ves? al menos, ¿puedes oírme?




Queremos programar la vida, queremos controlar no sólo la velocidad si no la manera en la que debe correr el tiempo, pero esto vuelve a ser un intento fallido de sostenernos en el aire sin alas. Por ello, volar sin alas es la paradoja que personalmente considero como definidora de la mayoría de los fracasos humanos.
¡Que se acerque la diversidad humana a discutírmelo!

De pronto, despertó. Había estado reflexionando toda la noche, pero nunca lo hizo despierto. ¿A qué se debía esto?
 El único momento en el que sus reflexiones dejaban de ser útiles y perdían valor, era aquel en el que abría los ojos dejando escapar ideas del subconsciente por el precio de un mísero rayo de sol mañanero. Si su vía de escape para las ideas era tan débil y accesible, ¿por qué no trataba de evitar emplearla? Volvemos al vuelo sin alas. El subconsciente puede robarnos lo mismo que nos da, con la misma rapidez, con la misma rapidez que se nos escapa el tiempo.
No apreciamos el poder de la reflexión en nuestro tiempo, y cuando tratamos de darnos cuenta, ya hemos abierto los ojos hacia una nueva etapa de la vida, con un inexpresable e irremediable sentimiento de culpa.

Aprovecha tus días de juventud.


Arturo Temboury


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