Solo
sé, que se merece el cielo
Hoy es lunes, un lunes
cualquiera, pero hoy hay algo que no me deja pensar con claridad, algo que no
me deja estar tranquila. Así que decido ir a verla para que me alegre el día.
Ahora estoy sentada en
la mesa de su cocina mientras ella prepara su famosa paella. Hace mucho que
deje de preguntarle por qué motivo cocinaba como si fuéramos veinte personas,
cuando en realidad, solo comemos dos. Siempre responde lo mismo: Niña, hay que
estar preparadas por si viene más gente.
Y yo siempre pienso ¿y que gente? Si siempre comemos solas. Pero prefiero no contestarla porque sé que
tiene la esperanza de que alguien más se una, y si eso le hace feliz, a mi
también.
La miro fijamente a los
ojos y asiento de vez en cuando para que no se de cuenta de que hace ya más de
cinco minutos que he desconectado de la conversación, a veces hago un intento
de enterarme de lo que me está contando, pero cada vez que lo hago, se trata de
temas tan distintos, que prefiero seguir fingiendo que la presto atención en
vez de hacerlo. ¿Cómo es posible que hable tanto? O mejor ¿cómo es posible que
la gente la entienda hablar con ese acento andaluz tan cerrado? Siempre me ha
parecido increíble que siga teniendo acento habiendo dejado Málaga con tan solo
tres años.
Mientras sigue
hablando, la observo, me encanta ver la forma en que se rie, y es algo que
suele hacer continuamente, nadie entiende cómo lo hace, después de la vida tan
complicada que ha tenido, derrocha alegría allí por donde va. Y digo complicada
por haber tenido que superar la muerte de las tres personas que más quería en
el mundo, y no sólo eso, sino las enfermedades que sufrieron antes de que se
fueran de su lado.
Y ahí sigue, en pie, día a día, siempre
dispuesta a comerse el mundo. Dice que lo hace por nosotros, que ella no se
puede ir porque tiene que cuidarnos, y tiene toda la razón, no sé qué haría sin
ella.
Probablemente sea la persona
más necesaria en mi vida. Echo la vista atrás y me doy cuenta de que ha hecho
que sea la persona que soy ahora. Ha estado absolutamente en todos los
momentos, me ha dedicado todos y cada uno de sus días y también sus noches;
todavía recuerdo esas noches, en las que
nos quedábamos los cuatro primos durmiendo en su cuarto y el que conseguía
sitio en su cama era el más privilegiado; me vienen a la mente las canciones
que improvisaba en el momento para que nos durmiéramos, ojalá pudiera volver a
esos tiempos.
De repente escucho “Lucía,
yo siempre que me necesites voy a estar, nunca te voy a fallar, ¿lo sabes?
Vuelvo a la conversación, no sé cuánto tiempo llevo sin escucharla mientras
pensaba. Analizo la frase que me acaba de decir, era justo lo que necesitaba
escuchar en ese momento. ¿Cómo lo hace? ¿Cómo consigue decirme siempre lo que
quiero oír?
Ahora repite la misma
frase de siempre: “No quiero verte llorar nunca, incluso en mi funeral quiero
que te rías” Cuando dice la palabra funeral me enfado con ella, porque no me
imagino un mundo en el que no esté y le hago prometer que nunca se va a ir de
mi lado.
Entonces le respondo:
“Toti, te quiero, gracias por ser la mejor abuela del mundo” y ella me abraza y
me susurra: “Todos los problemas tienen solución”. Y la verdad, no sé si este
la tiene o no, pero sé que la tengo cerca y todo lo demás pasa a segundo grado.
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