¿La decisión de Val?
No paraba de dar
vueltas alrededor de su habitación. Los nervios hacían que su cabeza no pudiera
pensar con claridad. No era posible, no podía ser. Le quedaba mucha juventud
por delante, muchos planes por hacer y muchos sueños que cumplir. Tenía que
acabar el bachillerato, entrar en la universidad, hacer viajes y conocer gente.
No podía irse todo al traste.
Empezaba a marearse
y se sentó en el suelo. Las lágrimas caían por sus mejillas descontroladamente.
Cogió el móvil, marcó su número y llamó. -No, no me veo capaz- Pensó ella.
Colgó. Volvió a repetir el mismo proceso tres veces más, hasta que él fue el
que para sorpresa de ella, llamó.
-Ey, no contestas a
mis mensajes, ¿te ocurre algo?-
-Pues…- No podía
apenas pronunciar las palabras, su voz temblaba.- ¿vendrías a verme a casa?-
-Sí, llego en un
minuto, no te preocupes.-
Se levantó del
suelo y corrió al baño a lavarse la cara. Menos mal que hoy sus padres no
estaban en casa porque no hubiesen dejado a su novio entrar. Se miró en el
espejo y le sorprendieron las profundas ojeras y los ojos hinchados. Además aún
estaba en pijama. Se lavó los dientes, se hizo una coleta y cogió lo primero
que vio en su armario. Llamaron al timbre y corrió a abrir la puerta.
Era él, con un
inusual semblante serio y preocupado.
-Explícame que
ocurre, Val.- Susurró mientras le abrazaba.
Val le miró a los
ojos y cogió aire.
-Estoy embarazada.-
Y a partir de ese momento, todo ocurrió muy despacio.
Empezó a llorar
otra vez y él se quedó en silencio, sin saber cómo asimilar la noticia. Pasmado
en frente de la puerta viendo como todo su futuro se le escapaba de las manos.
Entonces empezaron
hablar sobre lo que debían hacer. Él le decía que no era una opción abortar y
hacer como si nada, que tenían que asumir las consecuencias de lo que habían
hecho. Ella no lo tenía tan claro.
Lo que sí tenía
claro, era que sus padres necesitaban saberlo cuanto antes.
Esa misma noche,
cuando llegaron del trabajo, Valeria les había preparado la cena, tenían que
estar del mejor humor posible.
-Cariño, ¿desde
cuándo nos haces la cena?- Preguntó su madre mientras se sentaba en la mesa.
-Pues… papá, mamá,
es que tengo que deciros algo… o mas bien enseñároslo.- Entonces Val, con la
mano temblorosa, sacó del bolsillo de su pantalón el test que daba afirmativo y
se lo dio a su madre. Esta, se tapo la boca con la mano y miró a su marido
asustada mientras le pasaba el pequeño objeto.
Valeria no sabía
que hacer, miraba desesperada a sus padres esperando una mínima reacción, un
enfado, gritos, lloros… pero nada de eso ocurrió. Su padre se levantó de la
mesa y mirando al suelo dijo:
-Mañana tu madre te
acompañará al médico, esto tiene fácil solución.-
Val no podía
creerse que su padre, uno de sus mayores apoyos estuviese obligándola a
abortar. Ella pensaba que era decisión suya y de Jorge, su novio, no de sus
padres. Su madre le dio un abrazo con lágrimas en los ojos y se fue.
Val no pudo dormir
esa noche y menos aún Jorge, que no podía creer que estuviera a punto de perder
a su hijo solo por la decisión de sus suegros, o lo que fueran.
A la mañana
siguiente, Jorge corrió a casa de Val, antes de que salieran para ir al médico.
Empezó a hablar con la madre de Valeria diciéndole que era su hijo y que no
estaban en su derecho de quitárselo. Llegó el padre y le empezó a gritar,
echándole la culpa de que su hija estuviese en ese estado y diciéndole que le
mataría si volvía siquiera a verla.
Valeria no podía
creerse lo que estaban viendo sus ojos. Ella aún no sabía si estaba haciendo lo
correcto pero no quería defraudar más a sus padres y necesitaba hacerles caso.
Entonces Jorge, la
miró y empezó a hablar:
-Valeria yo no
quiero esto, yo no lo he elegido, pero ha surgido así y después de un embarazo
viene un niño y no hay otra opción. Si tú y yo fuimos mayores para estar juntos
y para tener sexo, también lo somos para afrontar las consecuencias. El bebé no
es de tus padres, es nuestro, y si alguien debiera elegir somos nosotros, pero
es que ni siquiera creo que tengamos ese derecho.
Valeria lloraba sin
parar, sabía que tenía razón pero pensaba en sus padres, en no defraudarles.
Pensaba en ir al colegio con una barriga enorme viendo cómo todos sus compañeros le apuntaban con el dedo y
cómo sus profesores y amigos le daban de lado. Veía cómo iba a pasar su verano
de los 17 encerrada en casa sin salir, sin fiesta, sin playa. Y cómo iban a ser
así el resto de veranos de su vida. Pensaba en cómo terminaría sus estudios, en
si iría a la universidad. Pensaba que tener ese bebé haría que se saltara la
parte de su vida que más había deseado, su juventud.
Valeria pensaba
todo esto mientras su madre le arrastraba hasta el coche y su padre gritaba al
que era progenitor de lo que llevaba dentro.
María Tercero
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