LA
AMARGA REALIDAD
Abro la puerta y me
preparo para salir. Abandono mi casa y abordo el camino habitual para ir a la
escuela. Cruzo por el puente sobre la M-30, avanzó las manzanas restantes hasta
llegar al cole. Subo las escaleras, de manera que, sin darme cuenta, llego hasta
mi clase rápidamente. Los minutos antes de que el profesor entre intento hablar
con el chico que me gusta, llamado Pedro Pablo. Intercambio un par de palabras
con él, y poco después el profesor llega a clase, con su coleta reglamentaria.
El profesor pasa lista, han faltado 3 alumnos, y sé que
por lo menos 2 no volverán. Uno ha huido del país al tenerse constancia de que
su padre había ido a una congregación falangista, y la otra no tuvo tiempo de
huir. El tercero, bueno, supuse que estaba enfermo. Comenzó la clase de Lengua
y Literatura. Aburrida, como todas las demás. Mis padres me decían que debía
estudiar más, que en casa no hacía nada. Divagando, la hora finalizó y me
prepare para enfrentarme a una clase de antiderechismo, nueva asignatura
apoyada por las Cortes. El profesor, un intelectual, se dedica a hablarnos del
PP, y de contarnos como había martirizado y esclavizado a la sociedad española
durante el mandato de Mariano Rajoy, insinuando que el PP era una organización
criminal infiltrada. En cierto momento, Pedro, mi amor platónico, levanta la
mano, esperando a que el profesor le diera el turno. Al hacerlo, pregunta algo
inesperado: ¿Si el PP era una organización de crimen organizado, entonces, que
es lo que son ustedes? Ante esta respuesta, Antonio, mi profesor, se quedó
atónito por un momento, antes de responderle a Pedro que porque no le
preguntaba esto a las fuerzas policiales del Estado. Acto seguido, se lo llevan
por la puerta. Intervengo rápidamente gritando un no en voz muy alta. Ante el
paripé, Antonio me dice que porque no le acompaño, que hago muy buena pareja
con él, ante las risas generales de la clase. Mirándole muy seriamente, me voy
de clase con Pedro al despacho del portentor, que es un miembro de Podemos que dirige
el comportamiento de los alumnos y procura que se siga el principio de “España,
siempre fue en parte roja” y, además controla al director. Nos presentamos ante
él portentor, que habló con Pedro, y le preguntó que le parecía hacer lo que
había hecho. Pedro calló. El portentor insistió, y Pedro, casi temblando, le
espetó al portentor si tenía idea alguna de lo que era perder a alguien por la
culpa de unos asquerosos como vosotros. El portentor asintió y comentó que una
corrección valdría para amansarle. Llamó a unos guardias de seguridad, que se
lo llevaron. El portentor se dirigió a mí. Preguntó qué porque había saltado a
defenderle. Callé. Insistió, con un tono más meloso, como un gato a punto de
saltar. Empiezo a tener miedo, le miró y le digo lo mejor que podía decirle: la
verdad. Me mira, casi comprensivo, y me dice que siente lo que hace, pero que
no tiene más opción. Pienso que quiere que me vaya y me levanto, acercándome a
la puerta, me dice que pare, que aún le queda un tema por hablar conmigo. Me
vuelvo a sentar, y me pilla descolocada preguntándome por mi madre, no la de mi
casa, sino la de verdad. Pienso en ella, la recuerdo como un ángel de la
guarda, alguien que me cuidaba. Aún conservó su nombre, María, y aunque haya
perdido parte de mis recuerdos de él, recuerdo a mi padre, un hombre agrio y
frío, pero que me quería con locura. Con lágrimas en los ojos, le digo que no
me importa lo que haya hecho, que no soy como ella. Su carta de suicidio fue
publicada en las noticias de Antena 3, suprimiéndose el canal mediante un
movimiento armado. Sé que estoy en la cuerda floja, e intento parecer segura de
mí misma. No funciona. Me dice que lo lamenta, pero que dejar cabos sueltos
solo causaría problemas. Llama a los guardias, intentó huir pero, obviamente,
no puedo. Los guardias me levantan y me llevan a una sala cerrada. La abren y
allí veo a Pedro, absolutamente destrozado. El brazo estaba roto, y le habían
roto varios dientes, estaba rajado por todas partes. Me ve y me da un abrazo,
mientras dice que siente que por su culpa se haya llegado a esto. Yo no puedo
contener mis lágrimas. Los guardias sacan un revólver, me apuntan, pero, cuando
disparan, Pedro se pone en medio. Muere al instante. 5 segundos después tres
pistolas apuntan a mi cabeza. Solo pienso en mi madre.
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