EL
RECUERDO DE MI POBLADO
(AQUELLOS
“EXTRAÑOS” 2ª PARTE)
20
años después….
Esta
vez era una misión sencilla; estábamos próximos a la aldea, sólo teníamos que
entrar, matar a los jefes de la tribu, llevarnos a los niños y a las mujeres
jóvenes. Pero no ocurrió así, en un momento nos rodearon muchos hombres con
mejores armas y una táctica superior a la nuestra. En un par de segundos habían
eliminado a más de la mitad de nuestro grupo. A mí me capturaron y no recuerdo
nada más. Hablaban un extraño idioma, me metieron en una sala donde había una
silla y unas herramientas. Pasado un tiempo entró un hombre que hablaba mi
idioma, me empezó a interrogar a cerca de donde se encontraban mis superiores y
nuestra base. Me dijeron que si les daba esta información, me liberarían. Ah
por cierto, olvidé deciros que desde hace un par de años estoy al mando un
escuadrón de mi poblado.
Como
ya sabéis, desde que llegué aquí a mis
compañeros y a mí nos han comido el coco con historias de la religión, de que
Dios es grande y debemos acudir a su llamada de guerra. Desde hace unos años,
estamos mucho mejor formados y entrenados. Nos llegan órdenes desde muy lejos,
por eso mismo fuimos a atacar ese poblado. A pesar de ser yo un jefe de
escuadrón, solo me envían órdenes y he de acatarlas.
Volviendo
a lo anterior, puesto que yo no conocía ninguna de las respuestas a las
preguntas de aquel hombre, no le pude contestar nada. Pero aquel hombre no me
creyó, por ello perdí una pierna.
Pasados unos siete días en una celda cochambrosa, muerto de sed y desnutrido,
conseguí escapar. Lo que no me sirvió de mucho, ya que me di cuenta que
estábamos rodeados de desierto. Traté de coger suministros, agua y alimentos.
Me pilló un soldado enemigo y con un simple bolígrafo le atravesé el estómago,
pues no era la primera vez, como ya he dicho estábamos bien entrenados.
Recordaréis que perdí los escrúpulos hace mucho tiempo. Aún recuerdo la cara de
Ibrahima mientras le degollaba con
aquel cuchillo de tres dedos. Al soldado que maté le quité la pistola y la
munición. No sé cómo, pero me descubrieron. Con aquella pistola logré escapar.
Tras unos cuantos días (perdí la cuenta…) caminando por el desierto, me
encontré una tribu. Allí me dieron alimento y agua. De lo que no me había dado
cuenta de que aquella aldea era el lugar
donde nací y me crié. Me vinieron unas palabras a la cabeza: “resiste y algún
día volveremos a vernos”, lo que me recordó a mi madre. Me daba un poco de
miedo la idea de volver a verla, había pasado mucho tiempo y no sabía si me recordaría.
Cuando me estaba acercando a mi vieja casa, vi que de ella salía un niño de
unos 12 años y una mujer bastante mayor con un hombre. Entonces comprendí que
mi madre vivía aparentemente feliz, había conocido a un hombre y tenía otro
hijo. Parecía que había olvidado todo lo que ocurrió y no quise entrometerme en
su nueva vida ya que hacerle recordar el pasado podía romperle el corazón.
Entonces
me hice con nuevos suministros y puesto que creía saber volver a mi base, robé
un camello y me fui…
Alejandro
Gozalo Yáñez - 4ºE- Nº 9
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