Alejandro Gozalo (El recuerdo de mi poblado)




EL RECUERDO DE MI POBLADO
(AQUELLOS “EXTRAÑOS” 2ª PARTE)


20 años después….

Esta vez era una misión sencilla; estábamos próximos a la aldea, sólo teníamos que entrar, matar a los jefes de la tribu, llevarnos a los niños y a las mujeres jóvenes. Pero no ocurrió así, en un momento nos rodearon muchos hombres con mejores armas y una táctica superior a la nuestra. En un par de segundos habían eliminado a más de la mitad de nuestro grupo. A mí me capturaron y no recuerdo nada más. Hablaban un extraño idioma, me metieron en una sala donde había una silla y unas herramientas. Pasado un tiempo entró un hombre que hablaba mi idioma, me empezó a interrogar a cerca de donde se encontraban mis superiores y nuestra base. Me dijeron que si les daba esta información, me liberarían. Ah por cierto, olvidé deciros que desde hace un par de años estoy al mando un escuadrón de mi poblado.
Como ya sabéis, desde que llegué  aquí a mis compañeros y a mí nos han comido el coco con historias de la religión, de que Dios es grande y debemos acudir a su llamada de guerra. Desde hace unos años, estamos mucho mejor formados y entrenados. Nos llegan órdenes desde muy lejos, por eso mismo fuimos a atacar ese poblado. A pesar de ser yo un jefe de escuadrón, solo me envían órdenes y he de acatarlas.
Volviendo a lo anterior, puesto que yo no conocía ninguna de las respuestas a las preguntas de aquel hombre, no le pude contestar nada. Pero aquel hombre no me creyó, por  ello perdí una pierna. Pasados unos siete días en una celda cochambrosa, muerto de sed y desnutrido, conseguí escapar. Lo que no me sirvió de mucho, ya que me di cuenta que estábamos rodeados de desierto. Traté de coger suministros, agua y alimentos. Me pilló un soldado enemigo y con un simple bolígrafo le atravesé el estómago, pues no era la primera vez, como ya he dicho estábamos bien entrenados. Recordaréis que perdí los escrúpulos hace mucho tiempo. Aún recuerdo la cara de Ibrahima mientras le degollaba con aquel cuchillo de tres dedos. Al soldado que maté le quité la pistola y la munición. No sé cómo, pero me descubrieron. Con aquella pistola logré escapar. Tras unos cuantos días (perdí la cuenta…) caminando por el desierto, me encontré una tribu. Allí me dieron alimento y agua. De lo que no me había dado cuenta  de que aquella aldea era el lugar donde nací y me crié. Me vinieron unas palabras a la cabeza: “resiste y algún día volveremos a vernos”, lo que me recordó a mi madre. Me daba un poco de miedo la idea de volver a verla, había pasado mucho tiempo y no sabía si me recordaría. Cuando me estaba acercando a mi vieja casa, vi que de ella salía un niño de unos 12 años y una mujer bastante mayor con un hombre. Entonces comprendí que mi madre vivía aparentemente feliz, había conocido a un hombre y tenía otro hijo. Parecía que había olvidado todo lo que ocurrió y no quise entrometerme en su nueva vida ya que hacerle recordar el pasado podía romperle el corazón.
Entonces me hice con nuevos suministros y puesto que creía saber volver a mi base, robé un camello y me fui…



Alejandro Gozalo Yáñez - 4ºE- Nº 9


Comentarios