LEGADO
DE DASSLER
Empezamos juntos el y
yo. Lo curioso es que él es el que se unió a mí. Éramos dos hermanos. El y yo
contra el mundo. Es gracioso cómo pasa el tiempo pero yo lo recuerdo
perfectamente como si fuese ayer. Estábamos en nuestra casa en nuestra ciudad.
Yo empecé un negocio, más bien una fábrica de calzado. Más tarde se uniría mi
hermano y nos embarcaríamos en una aventura inigualable. Él era el que expandía
el negocio, el que se relacionaba con las personas, el que nos conseguía
contactos. Yo por el contrario era el creativo el diseñador del producto.
Fuimos expandiéndonos y más tarde conseguimos fichar a un chaval americano que
sin darnos cuenta en un par de años nos haría famosos pero por poco tiempo.
Cuando le fichamos algunos nos miraban mal porque nosotros éramos los
perdedores de la gran guerra y ellos eran los americanos triunfadores pero aún
así nosotros creíamos que eso ya era agua pasada, bueno, por lo menos yo. Rudi
era diferente a mí. Poco a poco me iba dando cuenta de quién era en realidad
pero no quería verlo, es decir, era mi hermano, no quería que le pasase nada,
pero acabaría pasando.
En 1936, Jesse Owens,
el chaval que habíamos fichado, ganó 4 medallas de oro en los juegos de Berlín
con nuestro equipamiento. El momento en el que le vi ganar la cuarta medalla
solo pensaba en lo que todo el mundo estaba pensando, a partir de ese momento
solo podía ir mejor porque significaba que ahora seríamos conocidos. Me
equivoqué. Yo y todos los demás. Nos reclutaron unos años después al estallar la
segunda guerra mundial. Nos dedicábamos a fabricar botas para el ejército que
provocó la anterior guerra. La guerra lo cambio todo, la vida social, la vida
profesional, las dietas y tu modo de pensar. Llegamos incluso a fabricar un
lanzagranadas. ¿Cómo pudimos pasar de fabricar calzado para deportistas a botas
y armas para Hitler? Rudolf sin embargo se le veía más contento como si
estuviésemos haciendo el bien. Me decía: “es por nuestra patria hermanito” o
“piensa que si ganamos esta nuestra empresa estará en todos los rincones del
mundo”. El no comprendía que si ganábamos esta guerra todos los rincones del
mundo estarían destruidos y que las personas no serían las mismas. Habría
muertos, heridos y gente mutilada por consiguiente nuestro negocio no es que
fuese a ir como un cohete. Como dije antes, el ya no era el mismo, por lo menos
no el niño inocente que yo vi crecer.
Un día mientras
fabricábamos botas me vino y me dijo: “tranquilo esto se va a acabar pronto”.
En ese momento el nazismo estaba en su máximo esplendor y lo que él no sabía es
que, sí, se iba a terminar, pero íbamos a volver a perder. Unos años después se
terminó tal y como yo dije y seguimos con nuestro negocio en nuestra ciudad con
nuestra familia. Cuando llegaron los americanos es cuando me di cuenta de quién
era Rudi de verdad. Tuve que delatarle. No me quedaba otra. Planeba un atentado
contra los americanos y le arrestaron. En ese momento la empresa era mía. Podía
hacer lo que yo quisiera con ella, pero si se hundía, me hundía yo con ella.
Primero le cambie el
nombre a algo más apetecible, más atractivo y simple para que la gente lo
recordase. Le puse “adidas”. Venía de mi nombre Adolf o como me llamaba mi
madre Adi Dassler. Desde ahí solo me concentré en una cosa. Ser la mejor
empresa a nivel deportivo del mundo. Fueron pasando los años y fui ampliando mi
negocio pero no fui el único ya que Rudi fundó otra empresa para hacerme
competencia llamada “Puma”. Más tarde me
di cuenta que no todo es trabajar y tuve mi propia familia, mi legado. El
negocio iba bien y todo me sonreía, ya era mundialmente famoso, la gente y los
deportistas compraban mis productos y aún así no era suficiente. Entonces
pensé: ¿Por qué no ampliar las posibilidades y crear zapatillas para los
jóvenes? ¿Por qué no les prestamos tanta atención a los golfistas? Y poco a
poco el negocio se fue haciendo más y
más famoso.
Ahora mi imperio es
grande y mi objetivo está cumplido. Horst te toca a ti continuar mi legado.
A mi me gusta más Nike...
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