El
principio de una nueva vida
En estos momentos no
querría haber nacido, solo culpaba a mi madre por aquellos nueve meses que
aunque para ella seguramente hubiesen sido los mejores de su vida, para mi solo
fueron el comienzo de una abrumadora historia.
Mi nombre es Federico,
tengo 12 años, soy un niño delgaducho y de tez pálida. Lo normal sería iros
nombrando a todos mis amigos y contándo anécdotas acerca de ellos pero
diciéndolo fríamente no tengo amigos, de hecho nunca he tenido.
Ya que nunca he tenido
una verdadera amistad podríais pensar que ya me he acostumbrado a ello pero
realmente no, una persona no puede acostumbrarse a no poder contar con nadie,
tener que llegar a clase y únicamente escuchar a personas contándo su fin de
semana a otras y tú no poder hacerlo; pero casi era mejor cuando simplemente me
sentía ignorado o indiferente para los demás.
He sufrido burlas,
golpes e impertinencias de todos y cada uno de mis compañeros de clase pero no
se lo contaba a nadie, no me gusta dar pena, nunca me ha gustado.
Un día estaba
tranquilamente sentado en un banco del patio jugando con mi reloj, como de
costumbre. Se me acercaron cinco niños y me preguntaron que si quería
pertenecer a su grupo, yo no me lo podía creer, estaba atónito, con una
felicidad inmensa pero a la vez dudoso, tenía miedo, no sabía qué se hacía al
pertenecer a un grupo y tampoco sabía si era de verdad o simplemente otra de
las muchas bromas sin gracia.
Al final, me decidí y
titubeante dije que sí, yo pensaba que ahí terminaba todo y ya está, tras ocho
largos años sin nadie con quién jugar, lo tenía y estaba ahora junto a ellos.
Cada vez estaba más convencido de que era verdad hasta que el chico que
manejaba los hilos de los cinco, se dirigió a mi explicándome que paraentrar en
el grupo era necerario pasar una ‘prueba de acceso’ y que quedaríamos a la
salida del colegio en las vías del tren al lado del descampado, yo acepté, por
supuesto.
Salí del colegio y me
dirigí velozmente al punto de encuentro, no tenía ni la más remota idea de lo
que me esperaba pero de lo que estaba seguro es de qué fuese lo que fuese lo
que fuese pensaba hacerlo.
Llegué y ya estaban ahí
mis cinco futuros amigos, o eso pensaba yo hasta el momento.
Me saludaron de manera
fría y comenzaron a explicarme la prueba paso a paso aunque no tenía mucho
misterio, consistía en tumbarse en las vías del tren con los ojos tapados,
evidentemente la intenció era poner a prueba la valentía afinando el oído para
así conseguir salvar tu vida.
Uno de ellos, por ahora
es único con un poco de cabeza, comenzó a poner pegas y se negó a que me
hiciesen la prueba, sabía que era demasiado peligroso pero los otros cuatro le
callaron y le terminaron convenciendo.
Ya estaba tumbado ahí,
solo se me pasaba por la cabeza la imagen del tren y el deseo infinito de que
esto acabase cuanto antes. Se empezaron a escuchar ruidos, las vías comenzaron
a temblar, yo notaba que llegaba el momento, no sabía cuando levantarme, cada
vez se escuchaba más alto y más cercano, hasta que al grito de ¡Fede! y un
fuerte empujón todo había pasado.
2003, tengo 30 años y
me encuentro sentado en el sofá rememorando con uno de mis buenos amigos Carlos
aquel momento en el que sin pedir nada a cambio y haciendo caso a su
inteligencia, me empujó fuera de las vías decidiendo así salvar mi vida y
pasando a ser mi primer y más recordado amigo.
Marta Prado Calvo
1ºA Bachillerato
Comentarios
Publicar un comentario