Gonzalo del Saz Albert (Mi segunda casa)



MI SEGUNDA CASA

110 Valley Rd, Plymouth, MA, cada vez que escucho esta dirección, tengo la misma sensación que cuando escucho la dirección de mi casa, una sensación que me dice que sí, que ese lugar forma parte de mí, que me pertenece, un lugar con el que me identifico. Uno de esos pocos lugares en el mundo que no dudaría en elegir para pasar el resto de mi vida. Es un lugar, sí y puede que suene raro decirlo, pero lo que hace especial a ese lugar, no es el sitio, sino la compañía.

Nuestra vida es como un largo camino en el que uno recorre una infinidad de sitios, lugares y destinos diferentes. Yo no diría que hay lugares mejores que otros, sino lugares que te marcan más que otros. Son esos lugares en los que te sientes como en casa. Puedo afirmar, y seguramente no me equivoque, que lo que marca la diferencia entre unos y otros lugares, son los momentos que pasas en dichos lugares , así como las personas con las que disfrutas esos momentos. Casa no hay solo una, sino todos aquellos sitios en los que te sientes como en casa. Por ello siempre he considerado este lugar como mi segunda casa.

Este es mi cuarto verano consecutivo yendo allí, pero todavía recuerdo, como si se tratase de ayer, la primera vez que pisé ese lugar. Era un 26 de Junio de 2012, al ser la primera vez los nervios se apoderaban de mí, no era la primera que cruzaba el Atlántico, pero sí la primera que lo hacía solo, el viaje era lo de menos, lo que me corroía por dentro era una tremenda incertidumbre sobre lo que me depararía ese lugar.

Nada más llegar, supe que ese lugar entrañaba algo especial. Se encontraba en medio de un pinar, colindante con un lago; por todo el recinto había unas pequeñas cabañas numeradas del 1 al 15 estilo peli americana. Fuese adonde fuese había gente, en su mayoría americanos y con algún que otro francés, ruso, árabe,…

No me  dio tiempo a recorrer todo el recinto cuando de repente se me acercó un hombre mayor llamado Arnie, me preguntó qué tal me había ido el viaje y acto seguido me asignó mi cabaña; todavía me acuerdo, cabaña 12, en frente de las pistas de tenis. Por dentro, la cabaña era al más puro estilo americano, todo de madera, con camas y unos pequeños depósitos para guardar tu ropa. Me tocó dormir al lado de Jack Labourne, y de un árabe que se llamaba Sultan .

Los primeros días me sirvieron un poco de adaptación, quieras o no, ahí todo es muy diferente y uno debe acostumbrarse, porque cuando uno viaja, un país extranjero no está diseñado para hacerte sentir cómodo, está diseñado para que su propia gente se sienta cómoda. A pesar de ello , el periodo de adaptación fue mucho más corto de lo que me esperaba. A los 5 días ya tenía hecho mi grupo de amigos y cada vez me sentía uno más de ellos.

En momentos como estos, son cuando uno se da cuenta que valores como la amistad, derriban todo tipo de barreras de nacionalidad, origen o procedencia. Todos tenemos nuestra propia nacionalidad, la vemos como una seña de identidad, hablamos con orgullo de las costumbres, ciudades, monumentos, canciones, en general, de las cualidades de nuestro país. Defendemos a ultranza nuestras tradiciones, nos identificamos con los deportistas de nuestro mismo país, y hay quien incluso cree, que por el hecho de tener una nacionalidad se siente superior al que tiene otra diferente . Al fin y al cabo como decía el escritor George Wells: “Nuestra verdadera nacionalidad es la humanidad”.

En este lugar se involucra mucho los deportes en el día a día, se forman equipos de fútbol, basket, hockey, beisbol, tenis, vela e incluso canoa. Yo me suelo apuntar al de fútbol y es ahí donde he vivido momentos inolvidables. Ellos el deporte lo llevan a su máximo exponente, allí hay gente que vive por y para el deporte. Al ser tal la locura, se crea un clima de unión, en cada uno de los equipos, irrompible.

Pero sin ninguna duda, donde he pasado los mejores momentos de este lugar ha sido en la cabaña. Cuando hablaba de compañía me refería a la perfecta combinación de 12 personas de diferentes nacionalidades quienes hemos congeniado desde el primer año, Jack, Sam, Face, Sultan, Reed, Andrew son algunos de ellos . Hemos vivido infinidad de experiencias juntos. Nos hemos levantado a las 4:30 de la mañana para ir a ver el amanecer al lago. Hemos jugado a “¿y tu qué preferirías?, noches y noches.., este, es un curioso juego en el que te proponen dos opciones sobre cualquier tema y tienes cinco segundos para elegir entre una de las dos. Hemos llegado a hacer un fondo común para comprar una mascota para la cabaña, que acabaron siendo unas ranas que murieron a los tres días, por causas todavía desconocidas. Podría seguir contando anécdotas, una tras otra, pero muchas de ellas no son aptas para este relato.

También he disfrutado de maravillosos momentos junto a todos los integrantes de este lugar, al agruparnos todos alrededor del fuego cada uno con un stick y una nube,  cantando canciones country. O el famoso color war, en el cual todos los integrantes del lugar se dividen en dos colores gris y azul. Durante tres días todos nos uniformamos con nuestro color correspondiente y competimos en diversos deportes. En este periodo no se está permitido hablar con nadie del otro color. Se vive un clima de máxima competitividad para llevar cada uno su color a lo más alto.

Si hay alguien que no puedo olvidar en este relato ese es Sam Goldberg, desde mis primeros pasos por este lugar, congenié a la perfección con Sam, el fue quien me introdujo en mi grupo de amigos actual y es con él, con quien he llegado a entablar una mejor relación. Tanto es así que el año que viene tiene planeado venirse a España en verano.

Todo esto se me queda corto para definir la que ha sido y siempre será mi segunda casa.

CAMP BOURNEDALE, SUCH A NICE PLACE.


Comentarios