Alba Olalla (Hora a Hora, Minuto a Minuto)



Hora a Hora, Minuto a Minuto

 Esta historia se remonta a los años treinta, en una casa en la calle Los Almendrales de Madrid, donde pasé unos años preciosos con Julia, sus siete hermanos, cuatro mayores que ella y tres menores y sus padres Juana y Francisco.


 Recuerdo todas y cada una de las navidades en las que, por tradición, en vez de seguir por radio o por el televisor, las campanadas para el cambio de año, Francisco, con mi ayuda cogía un cazo y un puchero y las cantaba él y todos comían a toda prisa sus uvas y reían y contaban chistes hasta la madrugada.


 También recuerdo  los cumpleaños de los chicos, que invitaban a sus amigos y todos jugaban mientras yo, desde la estantería, les envidiaba, y a cada hora en punto, siempre les pegaba un pequeño susto y todos me miraban y cantaban conmigo, ese era uno de mis momentos preferidos del año, realmente todos fueron mis momentos favoritos, hasta que comenzaron los problemas.


 Se estaba viviendo unos momentos difíciles en España, el país entró en una guerra civil, y su padre y sus hermanos mayores tuvieron que combatir, por entonces Julia tenia 9 años, y su madre estaba embarazada del octavo hijo.


 Su madre no se caracterizaba por ser muy cariñosa con sus hijos, pero se preocupaba en que, en tiempos de guerra, no les faltara de nada.


 Julia cuidaba mucho de sus hermanos menores, de hecho una de ellas, pasó el sarampión en sus brazos, era como una segunda madre para ellos.


 Uno de los días recuerdo que Juana salió sola a la calle para comprar comida, y yo pasaba las horas, y no regresaba, en la casa comenzó a retumbar el sonido de las sirenas que avisaban de bombardeo, y yo veía muy asustada a Julia, pero pese al miedo que sentía consolaba a sus hermanos pequeños para que no sintieran temor, Juana regresó a la mañana siguiente con un pequeño individuo entre sus brazos, al llegar le contó a Julia que cuando comenzaron a sonar las sirenas fue a resguardarse al metro, y que allí dio a luz con la ayuda de algunas personas que se encontraban en el metro, y que era un milagro que el bebé estuviera vivo y como era niña decidieron llamarla Milagros.


 Francisco volvió a casa unos meses después, el ejército contrario, les había cogido prisioneros a él y a unos soldados más y les metieron en trenes en la estación de Atocha para dirigirse a campos de prisioneros. Francisco se conocía a la perfección la estación de trenes ya que él trabajaba allí, entonces, cuando llegaron al destino y los prisioneros se disponían a bajar, él se quedó escondido al fondo del vagón hasta que se hizo de noche, y cuando estuvo seguro de que no había nadie, salió de allí y se dirigió a casa. El mayor de sus hermanos murió y de los otros tres no se tenía noticia. Las bombas cada vez se aproximaban más a nuestra casa así que Juana y Francisco decidieron trasladarse a la casa de la tía de él.


 Era una casa muy grande y allí fue donde Julia aprendió a leer, porque como la guerra comenzó cuando ella apenas había ido un año a la escuela, aún no sabía y al enterarse de eso su tía, le dio muchos libros y le enseñó a leerlos y cuando aprendió, le enseñó a escribir y a hacer operaciones matemáticas.


 Meses después, las bombas se acercaron también a la casa en la que nos encontrábamos, así que tuvimos que realizar otra mudanza, esta vez a una casa que pertenecía a la madre de Juana hasta que ésta murió, hace años.


 En esta casa estuvimos un año entero, hasta que un día, por sorpresa una bomba aterrizó en nuestra casa y destrozó por completo la cocina y parte de la sala de estar, en la que yo me encontraba.


 La familia quiso huir de allí a toda prisa, así que al día siguiente ya habían partido a un refugio, y esta vez no me llevaron con ellos, permanecí en esa casa hasta el final de la guerra, siempre recordaré ese día porque cesaron las bombas y solo se me oía a mi retumbar las horas en la amplia y solitaria habitación.


 Fue  años más tarde cuando irrumpieron en la casa Julia y sus entonces doce hermanos, habían venido a recoger antiguas pertenencias, ya todos estaban muy mayores, y por lo que comentaban, algunos estaban casados.


 Francisco murió dos años después de acabar la guerra, y Juana lo hizo unos años mas tarde, me llevé una agradable sorpresa cuando Julia, me cogió y me llevó a su casa, se había casado con un hombre llamado Pablo y tenia dos hijos, Luis y Eugenio.


 A partir de ese momento marqué todas las horas de sus vidas , tuvieron mas adelante otras dos hijas a las que llamaron Beatriz, y Diana.

 Se fueron todas y cada una de las vacaciones de verano a un pueblo de Ávila llamado Las Navas del Marqués y me llevaban con ellos, y allí eran muy felices.


 Años más tarde todos sus hijos, excepto Eugenio, se casaron y tuvieron hijos, pero como no, la tragedia no dejaba tranquila a la pobre Julia, años más tarde Luis, el mayor de sus hijos sufría una muerte repentina, y tres años después, lo hacia Eugenio, de un ataque al corazón.


 A partir de estos acontecimientos Julia no se sentía bien, pero encontró el apoyo en sus dos hijas  para seguir adelante. Beatriz tuvo dos hijos, y Diana una niña que era el ojito derecho de Julia, ésta le cuidaba y se pasaba el día con ella jugando, años después moría su marido Pablo de un tumor en el pulmón, pero ella siguió fuerte, para cuidar a sus nietos.


 Julia,  a día de hoy sigue sana y cuidando de los suyos y me encantaría que mis engranajes funcionaran para poder marcar hora a hora minuto a minuto y segundo a segundo, la vida de esta familia, que ahora, es la mía también.



Alba Olalla Cabo 1ºA   Nº16

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