Andrés Besada (Historia de un atentado)




HISTORIA DE UN ATENTADO

Llegó el día, el día en el que mi padre, un hombre sencillo, consiguió ahorrar algo de dinero de su pésimo sueldo de minero para llevarnos a mi hermana y a mí a París, más concretamente a Disneyland. Ups…que maleducado soy, permitid que me presente mi nombre es Nikolay, habitante de un pueblo del norte de Rusia, llamado Várzuga. Trabajo en una fábrica siderometalúrgica con un sueldo bajo con el que ayudo a mi padre a pagar los gastos. Con mis 18 años siempre he soñado con visitar la ciudad del amor junto a mi padre (Andrey) y mi hermana (Katia). Mi madre falleció al dar a luz a mi hermana de 8 años.

Cuando bajamos del avión, dejamos atrás el paisaje blanco nevado, para adentrarnos en la capital de Francia. No teníamos dinero para un hotel, por tanto pagamos cinco euros a Bernard, un portero de un viejo edificio restaurado después de la Segunda Guerra Mundial, donde nos pudimos alojar en su azotea. No trajimos equipaje, por lo que salimos a contemplar la bella ciudad iluminada al anochecer.

Estuvimos dando paseos ante aquella maravilla de ciudad, recorrimos el Parque de los Elíseos, contemplamos la Torre Eiffel iluminada y era espectacular. Recorríamos las estrechas calles, en una de ellas, encontramos un edificio de arquitectura china, parecía un teatro, pero no estábamos seguros, por lo que nos acercamos a mirar, y efectivamente era un auditorio, Le Bataclan. Como no teníamos nada más que hacer decidimos entrar.

Las 21:30, aquel lugar  era inmenso tenia asientos para cerca de mil quinientas personas. Preguntamos a un señor, que parecía de la zona, qué grupo iba a tocar a continuación, nos contestó que a continuación saldría el grupo americano Eagles of Death Metal. No conocíamos aquel grupo, sacaron sus guitarras comenzaron a cantar y a tocar rock. Katia se quería marchar, decía que era molesto y que le iba a perforar los tímpanos, pero a mi padre parecía que le gustaba.






Nos quedamos un rato más y después nos iríamos, o eso prometió  mi padre. Eran las diez pasadas, y entonces pasó. Entraron dos hombres, musulmanes, armados hasta los dientes, y gritaban:”Alahu Akba” (Alá es el más grande). Entre los gritos y los sollozos de la muchedumbre oí a mi padre decir: ¡Nikolay, corre!, yo observé, como Katia lentamente se desvanecía, hasta que finalmente cayó fulminada al suelo con un agujero de bala en el pecho. Gritaba, lloraba, maldecía, pero todo era inútil. Me tiré al suelo, como más tarde me indicó mi padre, los dos asesinos caminaban lentamente por la sala exterminando a todo aquel que estaba en el suelo muerto o haciéndoselo (como era mi caso o el de mi padre), yo contenía la respiración cuando pasaban cerca de mí, pero mi padre fue incapaz. Escuché como mi padre suplicaba piedad pero los sanguinarios no conocían esa palabra. Yo estaba muy nervioso, finalmente llegó la policía y las fuerzas del Estado y consiguieron acabar con los dos criminales.

Finalmente me levanté, y todo me daba vueltas. Varios psicólogos y médicos acudieron en nuestro socorro. No entendía lo que me decían, ni lo que querían. No hablé con nadie ni hice nada, no quería pensar, todo estaba acabado, no tenía a nadie en el mundo.

Fui al viejo edificio donde tenía el alojamiento en la azotea, cuando entré ví llorar a Bernard, no le entendía lo que decía, supuse que su hija murió en el concierto. No contesté, solo asentimos la cabeza y cuando subí a la azotea,  juré que si ellos  me han arrebatado a mi familia, quizás yo tome represalia sobre la suya.

Comentarios