Cristina Fernández Delgado (LLegó el momento)



Llegó el momento

Despertarte, despertarte y ver cómo están tu mujer y tus tres hijos, las personas que más quieres en este mundo, junto a ti encima de la cama.

Tu mujer te coge de la mano, la notas caliente y a la vez como va apretando poco a poco como si no te quisiera soltar nunca.

De repente giras un poco la cabeza, sosteniéndola todavía en la almohada y vas notando a medida que vas girando la cabeza lo fría que esta, y ves a esas personas que te han cambiado la vida por completo, sí, no hay duda, son mis hijos.

Te vas fijando en cada uno de ellos y ves cómo han podido cambiar durante estos años. Intentas recordar cómo enseñaste a los tres a dar sus primeros pasos, sus primeras palabras…

Todo eso ya paso, y ahora, te encuentras en la cama de un hospital, con un rostro horrible, demacrado por la quimioterapia, y a su vez cansado, cansado de todo el sufrimiento acumulado durante tantos años, pero ahora eso no importa, lo que te importa ahora es pasar tus últimos momentos, esos que sabes que tarde o temprano van a llegar, con las personas que más quieres.

Alguien llama a la puerta, es mi yerno, que trae en brazos a mi última incorporación de la familia, mi querida y primera nieta, Sofía.

Es igual que su madre, la primera vez que la cogí, me recorrió por el cuerpo una sensación extraña pero a la vez increíble, hace ocho días que soy abuelo por primera vez.

Aunque no sea nuevo en esto, me cuesta cogerla en brazos, ya que de tanto tiempo tumbado en una cama, sin poder moverte, cuesta levantar todos esos músculos a la vez, pero intento hacer el mayor esfuerzo posible para que no se note. Mi yerno, cuidadosamente pone a mi queridísima nieta encima de mí. Me impresiona ver que tiene los mismos ojos que mi segunda hija, su madre. Me viene un deja vu, de la primera vez que cogí a mi hija en brazos, y noto como se me van inundando los ojos y lo empiezo a ver todo borroso.

La lágrima me cae lentamente por la mejilla hasta que al final noto como se desprende finalmente de mí y va a parar a la cara de mi nieta, la escucho llorar, y me emociono todavía más.

Es cuando decido cantarle una nana, la nana que les cantaba a mis hijos cuando no podían dormir por la noche o cuando lloraban. Empiezo a cantarla como si me fuera la vida en ello, pero no demasiado alto, ya que podría molestarla, y veo como deja de llorar y empieza a sonreír, sin duda es una Delgado.

Empiezo a sonreír, a sonreír igual que un niño pequeño cuando le regalas un juguete, y a la vez giro la cabeza y empiezo a mirar a mí alrededor y veo como toda mi familia está llorando al ver como canto aquella nana.

Mi primera hija, es la que más se emociona, ya que me escuchaba todas las noches cantar aquella canción a sus hermanos pequeños cuando se despertaban a mitad de la madrugada.
Al ver a mis tres hijos, mi yerno, mi mujer y mi nieta todos ahí sentados conmigo, a mi alrededor, viendo como un abuelo es la persona más feliz al tener a su primera nieta en sus brazos, me vuelven a inundar las lágrimas los ojos.

Todos se acercan alrededor de la cama, para darnos un fuerte abrazo todos juntos, sería la última vez que estuviésemos así.

Se ha hecho tarde, y mis hijos deciden ir todos a comprar algo de comer, mientras nos quedamos mi mujer y yo en aquella sala fría e incómoda del hospital.

No aguanta y veo como empieza a llorar, se acerca a mí y me dice todo lo que me quiere, y yo a ella, la digo que tiene que sr fuerte, tiene que sacar a esta familia adelante, que aunque yo no este siga disfrutando de la vida, ya que gracias a ella tengo a mis hijos, son mi todo, son mi familia.

Al día siguiente me noto mucho más cansado que ayer, casi no me puedo mover he incluso me han tenido que poner una mascarilla para poder respirar bien, lo sé, hoy es el día.

El día en el que mi familia lo recordara siempre, el día en que mis hijos perdieron a su padre, lo noto, y al ver el rostro de mi familia, veo que ellos también lo saben, pero intentan hacer todo lo posible para intentar disimularlo, pero no pueden.
Nos encontramos todos en aquella asquerosa habitación en la que pasare los últimos momentos de mi vida, aquella habitación que ha visto como una persona se va demacrando poco a poco gracias al cáncer, un cáncer que no tiene cura.

Pero en ese momento solo soy capaz de pensar en mi familia, es lo único que me importa, mi familia y solo mi familia, nada más.

Empiezo a sentirlo, sentir como se me van cerrando los ojos, como me va costando respirar aun así con la mascarilla y siento como todos me cogen de las manos y me dicen que todo va a estar bien, que me voy a curar, pero no, no es así.

Me voy, aprovecho mis últimos momentos para decirle a mis hijos y a mi mujer lo que les quiero, y que les voy a estar cuidando desde ahí, desde arriba, que nunca van a estar solos, que me van a tener siempre con ellos.

Y ya llega ese momento, mis ojos ya no aguantan más y mis pulmones cogen el último aliento posible, lo empiezo a ver todo borroso, y solo oigo como mi mujer, la mujer que me ha hecho feliz durante todos estos años me dice te quiero.


Cristina Fernández Delgado, 1ºA BACH, 23 de Octubre de 2015

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