Un adiós inesperado.
Lo teníamos todo preparado. Tan solo faltaban unas horas para irnos.
Me puse a hacer las maletas con Carmen, mi mejor amiga. Organizando los
billetes, la ropa, el neceser… todo. Tan ansiosas estábamos que Carmen se puso
a hacer la cena más pronto de lo normal para tranquilizarse un poco. Ya
cenando, nos pusimos a hablar sobre qué podíamos visitar, los planes que
podíamos hacer… ¡No nos podíamos callar!
Nos fuimos a acostar. Carmen se durmió en seguida, en cambio yo no pegué
ojo en toda la noche.
Por fin sonó la alarma y nos comenzamos a vestir. Cerramos las maletas,
salimos de casa y cogimos el taxi.
Llegamos al aeropuerto y ya vimos a Juan, Sofía y Jorge, que se les notaba
incluso más nerviosos que nosotras. Al estar ya todos fuimos a facturar las
maletas y subimos a la zona donde podíamos esperar antes de embarcar.
A pesar de que teníamos que esperar varias horas, nadie se levantó del
asiento, ni siquiera para comer. Tal vez tantos nervios eran exagerados pero
era nuestro primer viaje juntos.
Todos nos dormimos a la espera de embarcar hasta que llegó la hora de subir
al avión. Una vez hubo despegado llegamos en un abrir y cerrar de ojos.
Al llegar al hotel, dejamos las maletas y, sin pensárnoslo, fuimos a
visitar la ciudad. A cada paso que daba me iba gustando cada vez más; y de
repente la vi… tan reluciente, tan alta… ¡allí estaba la Torre Eiffel! No dudé en
hacerme todas las fotos que pude.
Más tarde, surgió algo que no teníamos previsto. Llegó Jorge y nos dijo que
no podíamos ir a cenar, que había conocido a un grupo de gente que le había
dicho que fuéramos a una fiesta donde iba a tocar un grupo muy famoso y
nosotros ni lo dudamos.
Llegamos allí. Había tanta gente que uno no se podía ni mover. Lo estaba
pasando bien, muy bien, no paraba de bailar y cantar. De repente la música se
paró, la gente dejó de bailar y entró en un estado de pánico. Yo no sabía muy
bien por qué hasta que lo vi… Había un grupo de hombres con pistolas amenazando
y matando sin corazón a la gente.
Me quedé en estado de shock… no sabía qué hacer. Comencé a buscar a mis
amigos pero noté que algo me lo impedía… alguien me estaba agarrando. Me giré
creyendo que era Juan viniéndome a buscar pero me equivocaba. Era uno de ellos
con la pistola apuntándome en la cara. De pronto me puse a llorar suplicándole
que no lo hiciera, pero antes de que terminara apretó el gatillo y gritó: ¡Alá
es grande!
En ese momento sentí cómo caía al suelo y me golpeaba la cabeza, pero aun
así seguía consciente. Cada vez me iba apagando más, hasta que noté algo que me
sujetó la mano muy fuerte… era Carmen que lo había visto todo desde lejos y
había venido a por mí. No paraba de repetirme que aguantara, que iba a salir de
esta.
Mis fuerzas se iban agotando hasta que supe que había llegado mi momento.
Actualmente la vida
de la gente normal se puede ver alterada radicalmente por la actuación de
terroristas que pueden atacar en cualquier momento y en cualquier lugar. Con
estas acciones se crea un ambiente de miedo que entre todos debemos vencer. La
normalidad en la vida de la gran mayoría de las personas depende de que se
pongan de acuerdo todos los países en trabajar coordinadamente contra el
terrorismo y conseguir que la vida de todos nosotros sea normal.
Elena Bazán del
Castillo; 1º de Bachillerato A.
Noviembre de 2015.
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