Enrique Infante (Kyrat)





KYRAT



Querido hijo, sé que no te he dejado mucho, conoces mi situación, quiero que dejes mis cenizas en Kyrat, ahí conocí a tu padre, espero que entiendas mis orígenes y los de tu padre, ya sé que te duele no haberle conocido, allí hallarás las respuestas que yo no supe darte. Te quiero hijo mío. Amiita


Releí las últimas palabras de mi difunta madre, estaba ya en Kyrat, en un camión con bastante gente con su pasaporte en mano para acceder a una zona un complicada del país según los paisanos.

Nos pararon unos guardias armados, y comenzaron a revisar el autobús, no tenía nada que ocultar pero me sentí muy incómodo, un hombre me guiño un ojo queriendo tranquilizarme; de repente un soldado comenzó a gritar algo que no entendí, acto seguido estábamos siendo disparados por los soldados.

A mi no me alcanzaron, pero como a varias personas nos sacaron del bus y ataron de manos. Cuando creía que iba a morir disparado, un helicóptero bajó del cielo y los soldados se pusieron firmes, como esperando a un cargo militar; del helicóptero bajó un hombre con rasgos de allí y un vistoso traje amarillo.

Se dirigió hacia el jefe de aquellos militares, que estaba evidentemente nervioso.
-Para el bus –dijo tajantemente.
-Me suena que dije para el bus y no dispara al bus.
-Para el bus, dispara al bus, no sé, me suena diferente.
-Para, dispara, en fin. Sacó un puñal de su bolsillo y acuchilló varias veces al soldado en el cuello, la sangre le salpicó por todo el traje y pegó varias patadas al cadáver.
-Me he manchado el traje tío, y es nuevo -le dijo al cadáver.
Se giró hacia mi y me ayudó a levantarme mientras me soreía.
-¡Mathew! Te estaba esperando, -yo no sabía quien era ese hombre.
-Eh… ¿te conozco?
-No no creo, yo conocí a tu madre, pero ahora te lo cuento en mi palacio –me ayudó a subir al helicóptero y me dijo alegremente: -¡Bienvenido a Kyrat!

Las vistas eran impresionantes, el país limitaba con el Himalaya, y este se veía perfectamente desde el helicóptero, nunca había visto un paisaje tan hermoso, prados verdes decorados con grandes elefantes, árboles frutales y cascadas que parecían insignificantes desde nuestra posición.
-Bueno, no te he contado nada con las prisas, soy Paigan Min, gobernador de Kyrat, yo salía con tu madre, fue mi único amor, ¿no te contó nada? Bueno, para eso estoy yo.
-¿conociste a mi padre? Él iba a contestar pero se calló y dijo: -Mira Mathew, mi palacio, ¿no es hermoso?

Al principio me chocó el aspecto del palacio de Min, era rojo, con adornos en dorado, pero parecía más bien un templo.

Me reuní con él en el comedor de su palacio, yo no me sentía cómodo con él, la forma en la que mató a aquel soldado…

Mientras cenábamos entraron dos hombres, Min se sintió molesto, pero se fue con uno de los dos por una “emergencia que tenía que solucionar”, el otro hombre se quedó conmigo, me golpeó en la cabeza y no recuerdo más.

Me desperté, no estaba en el palacio, entró un hombre, era fuerte y estaba armado.
-Siento las formas Mathew, pero no sabíamos como sacarte de allí.
-¿Y porqué teníais que sacarme de allí?
-Oh, veo que no te han puesto al día, bien, te explicaré todo, ahora estás a salvo.

Resultaba que ese hombre era el hermano de Paigan Min, y él era su hermano, Paigan Min era un dictador militar que destrozó y explotó a todo el país, su hermano, Yasuo, no podía soportarlo y montó un grupo armado revolucionario llamado: La Senda Dorada, mi madre le ayudó.

Yo no entendía nada, sabía que mi madre nació en Kyrat, pero nunca me contó nada de eso.

-¿Qué tenía mi madre que ver en todo esto? ¿Por qué te ayudó?
-Ella era la novia de Min, pero ella no podía ni mirarle, es un psicópata, y me ayudó a reunir gente para la causa, destronar a Min e instaurar una democracia.
-¿y mi padre? ¿le conociste?
- Tu padre era de la senda dorada, y se enamoró perdidamente de tu madre, Min se enteró y pensó que tu madre había huido de él porque prefería a tu padre, y lo mató, pero ella estaba embarazada, así que la ayudamos a huir a Estados Unidos, y ya conoces el resto. Todos la queríamos muchísimo, y siempre le deberemos nuestras vidas.

Me uní a la Senda Dorada, hacía todo lo que me pedían, recolectaba armas, ayudaba a los ancianos, pero sobretodo atacábamos lo que más le dolía a Min, fábricas de armas para su régimen, plantaciones de droga…

Después de meses y meses de preparación, decidimos que era la hora de asestar el golpe final, asesinar a Min de una vez por todas.

Yo formaba parte del comando de élite, los encargados del asesinato.

Para cuando llegamos al cuarto de Min solo quedábamos 6 hombres, la respuesta de la guardia había sido muy eficaz.

Abrí la puerta y le vi, riéndose a carcajadas sentado en un gran sillón rojo mientras un hombre de rodillas sujetaba una granada.

-Bueno bueno, se acabó la historia Mathew, con lo bien que nos lo hubiésemos pasado juntos, pero ya te habrás enterado de lo de tu padre, ¿puedo invitaros a una copa?

-Debes pagar por lo que hiciste, eres un loco y un salvaje.

Frunció el ceño y dijo: -Tienes el carácter de tu madre, hasta nunca querido.

Tiró de la anilla de la granada.

Alguien tiró de mí y me gritó que corriese, así lo hice, 4 segundos después el ruido fue fortísimo.

 -¿y qué pasó papá? –preguntó mi hija curiosa.

FIN.

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