LO
CORRECTO NO ES JUSTO
La oscuridad se adueñaba
del cielo cuando llegué a casa. Había estado trabajando durante todo el día y,
verdaderamente, estaba cansado. No había sido un buen día, después de todo. En
mi trabajo, tengo que estar picando la tierra durante varias horas, legislado
por varios “jefes” que nos indican lo que hacer. Al menos me dejan volver a
casa, otros no tienen la misma suerte y otros ni siquiera viven ya.
Ah, cierto, no me he
presentado. Mi nombre es Akhila Al-Zubihairud, tengo 12 años, y hasta hace unos
meses vivía en Siria. El gobierno en mi país hace cosas malas. He visto a gente
que moría porque no creía en Alá, y he visto como sin tapujos, aquellas
personas eran decapitadas o acribilladas hasta morir.
También me han pasado
algunas cosas malas. Una vez, unos de nuestros jefes me obligo a venir con él,
y me hizo cosas malas y que dolían mucho. Algo parecido le pasó a otra chica
que trabajaba en el campo. Nunca volví a verla de nuevo.
Apenas tenemos dinero,
y nuestras reservas de comida son ínfimas. Hoy, de hecho, la comida es agua
embarrada y una hogaza de pan. He oído que nuestro gobierno ha hecho una cosa
muy buena en una ciudad llamada París, a unas personas que no creían en Alá.
Supongo que sí ha sido algo bueno, lo estarán pasando bien, y eso me
reconforta.
No lo he dicho antes,
pero hace 3 años iba a la escuela. Se me daban muy bien las Matemáticas y la
Lengua, y era buena estudiante. Pero un día, sin explicación, dejé de ir al
colegio porque mi padre me obligó, y desde entonces trabajó aquí. Como mi padre
se lleva bien con altos mandos del Estado, ya que tiene información clave sobre
ellos, me permiten dormir en mi casa después de trabajar en los campos de
concentración.
La vida en los campos
puede ser muy dura. El sol, la arena, los picos, todo era muy pesado, y si te
frenabas entonces te pegaban. Hoy me han dado dos latigazos porque me han visto
parada. Se lo digo a mi padre mientras cenamos, y me responde que es mi culpa
por no saber trabajar. Mi madre intentó defenderme, pero se detuvo cuando mi
padre levantó el brazo para golpearla. Acto seguido, se va mi madre y mi padre
se abalanza sobre mí. Mi padre solo me pega cuando hago algo mal, así que
entonces, tenía que haber hecho algo mal, aunque no supiera que era.
La paliza me rompió un
brazo y me dañó la mandíbula. Al día siguiente, en el trabajo, al no poder
ejercer bien, los supervisores se ensañaron conmigo. Volví a casa completamente
destrozada, física y mentalmente. Tras cenar, esta vez sin incidentes, me fui a
la cama.
Una vez allí,
reflexioné. La vida no era justa, pensé, mientras se me anegaban los ojos de
lágrimas. Los maestros nos habían dicho una vez que la vida es un regalo de
Alá. Si esto era un regalo, entonces la muerte sería una bendición. Sopesé la
opción de quitarme la vida, pero sabía que no iba a ser capaz.
El día siguiente se
suponía que iba a ser normal, pero hacia la media mañana, ocurrió algo anormal.
Una especie de ave, que los profesores denominaban como avión, se aproximaba
hacia nuestra ubicación en el campo. El avión no tardó en soltar un objeto de
forma redondeada, y cuando cayó…
La explosión erosionó
el terreno. Quede semiinconsciente, y al recobrarme, vi que todo estaba
arrasado, y el cielo, en pleno día, estaba completamente oscuro. El cielo se
había vuelto completamente negro. Pensé en mi familia. Volví corriendo a mi
casa, y vi cosas absolutamente asquerosas. Gente con quien yo había hablado
alguna vez, tendida en el suelo, enterrada, descuartizada, y otras cosas que no
quiero describir: Pero cuando llegué a mi casa, se me cayó el alma a los pies:
No estaba, en su lugar, solo había un gigantesco cráter. No podía ser, pensé
yo. Mi padre, mi madre, toda mi vida…Destrozada
Escuché una voz gritar,
y vi a un hombre detrás. Un hombre muy alto y rubio, y de ojos azules. Gritó
algo y me cogió sin preguntar. Es el que me trajo aquí. Mi madre detestaba lo
que había hecho el que denomináis ISIS, y no tuvisteis pudor en matarla.
Cometéis una injusticia al hacer que paguen justos por pecadores, Señor. Mi
vida y la de muchos otros han sido destruidas por vuestra arrogancia y solo os
regocijáis en ello. Señor, lo lamento, pero no puedo suministraros la
información que mi padre poseía para que podáis asesinar a gente a la que
quise.
El hombre que me
hablaba, de mirada azulada y semblante serio, comunicó algo que un traductor me
transmitió. Había dicho, “Si no me das la información, los mataré de igual
forma, salvo que morirá más gente, tú decides”. Mucha gente no había hecho nada
malo, dije yo. A lo que él respondió: Te prometo que si cooperas, ayudarás al
mundo, podrías hasta salvarlo.
No puedo, Señor, negué.
Muy bien, respondió el hombre. Entonces no me dejas otra elección que matarte.
Podrías acabar como uno de ellos y no me voy a arriesgar. Dios te perdonará,
porque es su deber hacerlo, igual que el mío es acabar con vosotros. Lo
lamento.
Ahí un hombre apunto su
arma contra mí. Solo pensé en mi madre.
Rodrigo Peñuelas
Sanz-Llano. 1º B. 14/11/2015
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