LA
ÚLTIMA CAÍDA
29 de Octubre de 1929.
Sonó el despertador en
la casa de los March, las seis y media de la mañana. Como de costumbre James, el
padre de familia, se despertó antes que su mujer y que sus pequeños y se
dirigió hacia la cocina, desayunó, se preparó y se marchó a trabajar
recorriendo su enorme pasillo y observando todas las fotos de las paredes dónde
aparecían su pequeña Sally en la función del colegio o su pequeño John jugando
al fútbol, les dio un beso a cada uno y salió por la puerta.
Su vecindario estaba
silencioso, algunas casas se vendían, pero James sabía que nadie las iba a
comprar, se subió al coche y emprendió su viaje diario.
A pesar de las malas
noticias que había recibido durante los pasados dos días, el joven James no
creía lo que decían sus compañeros, no podía ser tan grave, o al menos eso
pensaba.
Tras 15 minutos de
reflexión, llegaba a su trabajo, un gran rascacielos en Wall Street. Saludó a
la recepcionista y cogió el ascensor hasta la última planta, su despacho.
Tras oír los veinte
timbres diarios, llegó a la planta 21, las puertas del ascensor se abrieron y
con paso firme se dirigió hacia su despacho.
“Buenos días Harry, ¿Cómo
va todo?” Preguntó March. Harry, su mejor amigo, trabajaba con él, se conocían
desde la universidad, era uno de los grandes pilares de James, siempre estaba
allí para él, era como el tío que nunca llegaron a tener sus hijos, y él lo
apreciaba mucho.
“Hoy no son buenos días
Jamie” Al oír esas palabras la
sonrisa de nuestro protagonista se borró de inmediato, había ocurrido lo que se
esperaba. “Lo siento mucho James, por mi culpa te metiste en esto, yo no quería
que esto nos arruinara, yo solo quería triunfar”
“Somos triunfadores
Harry” Hubo un gran silencio después de que James pronunciara esas palabras,
solo un resoplido de Harry lo interrumpió. “Estamos endeudados James, lo hemos
perdido todo.” March, sorprendido, no se podía creer lo que estaba oyendo. Se
giró sobre sí mismo y se apoyó en la gran cristalera de su despacho, no tenía
fuerzas.
“Te estaba esperando
para decírtelo, en una hora marcharé a Londres con mi familia, solo quería darte
las gracias por todos estos años James, espero que salgas de esta como saldré
yo. No te des por vencido”
James pasó minutos en
silencio apoyado en su ventanal, con los ojos cerrados, respirando hondo,
rezando para que esto solo fuera una pesadilla.
Pero no lo era, lo que
más miedo había causado en James durante 10 años se había hecho realidad, todo
por lo que había luchado y trabajado lo había perdido, y al Sr. March solo se
le ocurrían dos salidas, y las dos eran fondos.
Por un lado se
encontraba el fondo de una botella, y por otro se encontraba el fondo de la
calle tras 21 pisos de caída.
Pero a James nunca le gustó beber.
Al abrir los ojos pudo recordar
un paisaje familiar para él, una pequeña casa la cual apenas estaba rodeada por
algo de vegetación, el tejado se estaba hundiendo y dos niños jugaban por los
alrededores. Eran él y su hermano pequeño, Holden.
James vivió los primeros diez años con su
familia en condiciones catastróficas, pero él siempre fue un chico activo y
fuerte, a diferencia de su hermano, James, pidió con todas sus ganas ir a la
escuela y poder estudiar, sus padres ampliaron la jornada de trabajo por su primogénito,
y este se lo agradeció consiguiendo las notas más altas de la escuela.
A los dieciocho años
James pasó a la universidad, a estudiar lo que él siempre quiso, bussiness,
durante el primer año conoció a Harry, un chico con iniciativa, alegre y atlético.
Su compañero jugaba al
fútbol y presentó a James a la que hoy es su mujer, Hazel.
Tras sacarse su título,
James sufrió una pérdida muy importante, y que lo atormentaría por el resto de
sus días. James perdió a Holden, su hermano, en un atropello y desde aquel día,
James olvidó toda la relación con su familia para comenzar una nueva con Hazel,
Harry y lo más importante para él, los negocios.
Años después James,
gracias a Harry, consiguió una fortuna invirtiendo en acciones de a centavo,
tuvo dos hijos, Sally y John, dos niños inteligentes y con ganas de aprender
como su padre.
La vida de los March
era perfecta, viajes, todos los lujos que querían, una casa grande, un buen
colegio para sus pequeños… Hasta que la luz se convirtió en tinieblas.
Sonó el despertador,
James se despertó y miró el calendario, 26 de Octubre de 1929, tras su rutina
diaria marchó hacia el trabajo, tras la caída de la bolsa del 24 su oficina no
era lo mismo, faltaban personas, faltaba trabajo, faltaban beneficios.
Tres días después, el
29, todo ya se había terminado, pero James era incapaz de verlo, todos esos
viajes, todos esos lujos, esas barbacoas los domingos por la tarde con los
compañeros de trabajo, todo se había acabado.
Tras despedirse de su
gran amigo Harry, James, que continuaba apoyado en su gran ventanal seguía
convencido de que solo había dos salidas, el fondo de una botella, o cruzar ese
ventanal, sujetó con firmeza el manillar de este, lo giró, tiró de él y se
subió al fino y pequeño borde de la ventana.
Un gran viento despeinó
su tupé engominado, él solo respiró hondo y pronunció “Ojalá me gustase la
bebida”.
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