Itziar Bernal Paradinas (Premonición)



PREMONICIÓN

Antes de leer esta misiva quiero explicaros el porqué de todo esto. Yo no tengo la culpa, me engañaron con todo esto, creí que era bueno pero ha resultado ser mi maldición más grande, lo que me ha llevado al sufrimiento a mí y a mis seres queridos. Lo siento muchísimo por todos vosotros, creí que os ayudaba, pero al final los caminos del tiempo son inescrutables. En fin, allá vamos, lector, tú que me lees, entiende lo que pasé y sufrí, e intenta que este error no vuelva a repetirse: Me llamo María Astudillo Linares. Desde pequeña he tenido una especie de enfermedad, o de don, que me permitía, mientras dormía, de sentir sucesos del futuro.


En ocasiones, cuando dormía, veía u oía cosas que me extrañaban, pero tras un tiempo determinado, esas cosas pasaban. Al principio, eran cosas sencillas, lo primero que soñé fue a mi gato comiéndose el mando de la televisión, una tontería, pero al cabo de dos semanas acabó ocurriendo.


Puede parecer una tontería, sí, pero las visiones fueron a más. Poco a poco se fueron recrudeciendo, un día fue ver al perro de mi vecina persiguiendo a un chico joven, gracioso, hasta que de una dentellada le hizo una brutal herida en el brazo. La crudeza de estos sueños fue subiendo, y, un día, me quedé completamente sorprendida al ver la muerte de mi hermana desde la vigilia.


Al despertar, estaba temblando. No veía cual era la causa de la muerte, pero si veía una cortante herida en su estómago. Tuve mucho miedo. Le dije a nuestra madre que por favor no le dejara salir, pero ella no sabía nada de mis sueños y, de habérselo dicho, habría ignorado mis palabras. Decidí empezar a vigilarla, a ver por donde salía, con quien se juntaba, a quien veía, a controlarla. No ocurrió nada. Poco a poco me estaba tranquilizando, todo iba bien y nada había ocurrido. Quizá había sido un sueño normal después de todo.


Durante los próximos dos meses, no ocurrió nada. Pero cometí un grave error. Creí que el problema vendría de fuera, cuando ya estaba dentro. Fue un día como otro cualquiera, volvía del trabajo, y al llegar, vi la misma escena de mi sueño. Mi hermanita, tirada en el suelo de la cocina, con una sangrante herida en su abdomen, ya fallecida. Fue su novio. Habían discutido y en un arrebato de ira él la apuñaló. La culpa era mía.

De que me servía tener ese poder si no podía emplearlo para nada. Había perdido a una de las personas que más me importaban y todo era por mi culpa. Pasé una depresión sin soñar nada más. Hasta que un día volvió a ocurrir. El sueño fue simple, una decisión que tomar. O perder mis poderes o perder a mi mejor amiga, así se mostraba. O perdía mis poderes o ella moriría. No sabía qué hacer.

Si la última vez tuve miedo ahora estaba aterrorizada. No sabía a qué se referiría. Y, de nuevo, el tiempo pasó. Un año y nada ocurrió. Dicen que uno no entiende hasta que ve, y solo cuando lo vi pude entenderlo. El novio de mi hermana se alzaba en frente mío, pistola en mano, mirada sosegada. Decía que no podía dejar pruebas de que había escapado de la cárcel. Y lo vi. O mi vida o la de ella. Fui una cobarde y salí corriendo. Ella fue abatida por los disparos, pero a mí no me alcanzaron. Lloré, grité y sufrí. No me merecía esto, poder ver estas cosas y no poder evitarlas. Pero era mi culpa.

Había sido una cobarde, había huido y por mi culpa Laura estaba muerta, mi hermana…

¿Cuántos caerán por culpa de mi egoísmo? Por eso escribo esta carta, para que sepas mi dolor, mi culpa. Y para que entiendas que, a pesar de todo fui una auténtica cobarde. Lo siento mucho y adiós, no volveremos a vernos nunca. Nunca volveré a verte sonreír, y eso es lo que más duele. Hasta siempre, María, hija mía.

Itziar Bernal Paradinas. 1º B, 18 de febrero de 2016

Comentarios