Juan Quijano (La Ruleta de la Fortuna)



La ruleta de la fortuna
Nota 04
“Señorita Marta pase por caja 4 por favor”, era la quinta vez que la gerente me llamaba y siempre era porque a una abuela se le había olvidado coger algo, la noche anterior había dormido dos horas y tenía una resaca que no podía ni pensar.
Hola, por si no os habíais dado cuenta mi nombre es Marta del Olmo, tengo 29 años y mi vida es un completo asco, se suponía que iba a llegar lejos, mi padre tiene un despacho en Barclays, mi madre es pez gordo en el ABC, y yo aquí malviviendo en un Mercadona de mala muerte a las afueras de Madrid.
Parece que siempre he sido una perdedora, pero hace 4 años, en 2008, todo me iba bien, había acabado la carrera de derecho hacía un par de meses con unas notas bastante buenas, y parecía que iba a acabar en un bufete ganando un buen dinero y viajando cada mes con mi novio Carlos, pero el destino, que descargó toda su ira sobre mí, me lo quitó todo: mi futuro laboral, mi novio y mis ganas de vivir. Os voy a contar cómo he pasado de ser una directora potencial de un bufete a una empleada a media jornada en un supermercado de San Sebastián de los Reyes, y cómo me he convertido en millonaria en 40 segundos.
La crisis acababa de estallar con una fuerza que hizo temblar a toda Europa, y nosotros, la juventud, estábamos sumidos en el miedo. Creo que era marzo cuando volvía del gimnasio y pillé a Carlos con otra, pero no una cualquiera, no, era mi mejor amiga Belén, con la cual había crecido, además de todo esto, los sinvergüenzas, por no llamarles de otra forma, estaban en mi casa, en la que se había quedado Belén a dormir una semana ya que sus padres estaban en Buenos Aires, Carlos ni siquiera vivía conmigo.
La cosa se puso bastante fea y acabé echando a esos dos impresentables de mi casa a patadas y encerrándome en mi cuarto dos días sin parar de llorar y comiendo lo que pillaba en el armario.
A la semana me di cuenta de que no podía estar en ese estado más tiempo y decidí salir a buscarme un trabajo para poder pagar el alquiler, ya que me niego a ser una mantenida por mis padres.
De milagro encontré un trabajo en un Starbucks, de 8 a 4, bastante bien pagado y cerca de mi casa, no me lo podía creer pero a diferencia de muchos había conseguido un trabajo a jornada completa mientras que todos se mataban por 350 euros al mes.
Obviamente el chollo no duró mucho, y a los cinco meses no solo me quedé sin el trabajo, sino que el local cerró por falta de clientela, ahora estaba en la calle, con una crisis que estaba siendo comparada con la depresión de los años 30 y además a mi padre le habían reducido el sueldo en un 30%, el miedo me estaba corroyendo por dentro.
Decidí empezar de cero y me fui a vivir a Viena, donde creía que me esperaba un futuro mejor, en estos países pasase lo que pasase la gente seguía viviendo como reyes en sus casas que ríete tu de las nuestras.
Tras un tiempo buscando trabajo encontré un puesto en un pequeño bufete llamado Anwälte Österreich (quiere decir abogados en Austria), allí me encargaba de traducir textos al francés y español, me pagaban genial y me había hecho un grupo de amigos, ahora sí que remontaba, daba igual que fuera en otro país y me daba igual todo realmente, lo único que importaba era que podía vivir mejor.
Al año tuve una fuerte pelea con mi jefe, quien últimamente me estaba explotando, teniéndome en el trabajo como una esclava, de sol a sol. Tras varias tensiones decidí hacer algo de lo que a día de hoy veo como el error más grande de mi vida, dejé ese trabajo.
No se me presentaba ningún trabajo, y a las semanas cogí un avión de vuelta Madrid, otro fallo sumado a la lista.
En Madrid me enteré de que mis padres estaban sufriendo mucho por el dinero y tenía que encontrar una manera de vivir, en mi nuevo piso, la mitad de pequeño que el de Viena, hacían falta muebles, y fui a comprarlos a Ikea, cerca de allí vi un Mercadona y decidí entrar a comprar algo para la cena. Justo había un cartel que pedía empleados, y yo aproveché, me cogieron y empecé, llevo aquí demasiado tiempo, me aburro demasiado y esto lo escribo en mi bloc de notas de la Blackberry que como está de moda me ha costado un ojo de la cara…
Un compañero no me deja de acosar pensándose que va a conseguir conquistarme a base de mirarme y guiñarme, marcando musculitos, que alguien le diga que tengo más luces que eso, por Dios.
De repente me encuentro en el suelo una moneda de un euro, y obviamente la cojo, miro alrededor y veo un puesto de la ONCE y me entra el impulso de ir a comprarme un rasca y gana, me encanta el anuncio de Pancho el perro; empiezo a rascar, sale en la primera casilla una cifra que me pone la piel de gallina, un millón de euros, uffff, lo que haría con ese dineral, sigo rascando, y sale otra vez, me rió pensando en cómo juega la ONCE con mis sentimientos, ha vuelto a salir ese número, rasco la tercera casilla y…

Comentarios