Diego Gismero García (Algo insignificante)



Algo insignificante

El pasado jueves tuve revisión médica en el hospital Niño Jesús. 

Llevo 3 meses con una medicación contra el acné muy fuerte, y cada poco tiempo tengo que hacerme análisis y alguna prueba.

Todos los que padecemos este problema o lo han sufrido anteriormente sabemos muy bien que es algo incómodo, y muchas veces difícil de llevar, debido en gran parte a que el acné suele aparecer en edades en las que valoramos mucho la belleza y el exterior en sí, y nos preocupamos demasiado de lo que los demás puedan pensar sobre nosotros. 

El caso es que salí de casa para ir a la revisión que tenía a las 9:30.

Cuando llegué me senté en la sala de espera de dermatología y esperé a que me llamasen. Mientras tanto, pensé en lo bien que estaría que me subiesen la dosis de la medicación, y así terminar cuanto antes con mis granos.

Pasados 10 minutos me dijeron que fuera a la consulta dos, cogí mi mochila y mi abrigo y entré. En la sala había un grupo de 4 jóvenes que estaban de prácticas en aquel hospital junto al doctor, y por lo visto, hoy me iba tocar ser uno de sus ejercicios.

Tras examinarme un rato la cara, me dijeron que la dosis con la que estaba en este momento me estaba yendo muy bien, y por eso, no me la iban a subir. Además, no podía hacerlo sin el consentimiento de mis padres.

Salí de la consulta dando un portazo y con una cita para dentro de un mes, muy enfadado con el doctor y también con mis padres, por no haber venido..

Estaba saliendo del hospital para ir al colegio cuando vi sentados en un banco a una madre con su hijo. El niño debería tener unos 6 años y tenía cáncer, por lo que no tenía pelo. Jugaba con un dinosaurio de peluche y sonreía, mientras su madre, no le quitaba el ojo de encima y observaba feliz como jugaba su hijo.

 Me quedé un rato mirándolos disimuladamente, haciendo que buscaba algo en el móvil. Vi como el niño, cansado de jugar, se sentaba encima de su madre, la abrazaba, y al poco rato se quedaba dormido.

Sentado en el metro escuchando mi música, pensaba en lo que había visto. Me sentía fatal conmigo mismo por haber pensado que no había peor cosa que los granos, cuando en realidad es una cosa insignificante comparada con una enfermedad como el cáncer o cualquier otra que se le asemeje.

Comparaba mi vida actual con la de ese niño. Mientras yo intentaba combatir los granos de mi cara, él luchaba entre la vida y la muerte. Desde aquel día cambié un poco mi manera de ver las cosas, tanto física como mentalmente. Me he dado cuenta de que muchas veces nos preocupamos por ese tipo de cosas tan insignificantes, sin llegar a pensar en que otras personas tienen problemas infinitamente más grandes.



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