Alejandro Aparicio (Un zumbido familiar)



Un zumbido familiar

Como cada mañana el sonido del agua me despertó, pero esta vez no era el sonido al que estaba tan acostumbrado, era un zumbido que se extendía por el agua.

Levanté la cabeza y a través del agua vi un pedazo de carne, querrán lo de siempre, pensé; como cada día el pedazo de carne estaba elevado sobre la superficie del agua, podría parecer que estuviera muy alto, pero esa era mi ventaja, que nadie sabía cuánto era capaz de saltar.

Bajé hondo hacia el fondo y me impulse hacia la superficie con la cola, en cuanto salí del agua abrí mis dos potentes mandíbulas, unas mandíbulas capaces de aplastar y triturar a cualquiera,  a continuación las cerré y cacé el pedazo de carne.

Vi a unos extraños en la superficie metálica de la que provenía el zumbido, nunca los había visto desde hace tres días, siempre hacían el mismo recorrido ,siempre a la misma hora, y todas las veces que salía a la superficie unas luces blancas me cegaban los ojos.

Volví a caer al agua con el pedazo de carne en la boca y nadé hasta reunirme con mis compañeros, desde hacía tiempo cada vez quedábamos menos en este río, lo peor era que no  solo en este río desaparecían, algunos que habían venido de otros ríos más lejanos coincidían en que cada vez éramos menos era como si alguien o algo nos estuvieran cazando, habíamos pasado de cazador a  presa.

Subí y salí a la superficie, me tumbé en la arena caliente de la orilla del río, el contraste entre mi piel mojada  y la arena caliente era gratificante era por ello que siempre me quedaba dormido y esta vez no fue una excepción.

Me desperté al atardecer, mi presa siempre avanzaba hacia mi trampa a la misma hora, como cada día la esperé en el fondo del río, siempre venía a la misma orilla a beber, y es que ese era el cebo de mi trampa, algo tan simple como la sed.


Mi presa avanzó y comenzó a beber, le dejé que bebiera un par de segundos para que se confiase, en cuanto sentí que era mi momento salté y le agarré con mis mandíbulas el cuello, la presa era demasiado grande y pesada para mí, así que le empujé hacia abajo, la presase hundió en el agua, en ese momento yo ya sabía que iba a ser mía, le empujé más y más hondo y comencé a darle vueltas para que los pulmones se le llenara de agua, pasados unos minutos dejó de moverse y yo pude saborear tranquilo lo que había cazado.

Mientras estaba comiendo un sonido me distrajo, era otra vez el zumbido, pero esta vez era más pequeño, en la superficie vi otra vez un trozo de carne y me lancé hacia él.

Pero esta vez no fueron el sonido de los flashes lo que oí sino un chasquido, acto seguido una red me atrapó, lancé dentelladas pero no podía hacer nada, noté un pinchazo, me estaban arrancando la piel, otra extraña criatura apareció, me apuntó con algo y lo último que oí fue un zumbido, como aquel que oía por la mañana.
  Alejandro Aparicio Estrada 1Bachillerato A Nº1, Junio del 2016

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