Álvaro Ruiz (Nueva York)



Ya estoy en Nueva York

Ya estoy en Nueva York. Miro hacia arriba y me siento como una hormiga, insignificante. Miro hacia abajo y me creo importante por tener el mundo a mis pies. Así  me parece Nueva York. Una ciudad que te hace experimentar continuos contrastes, un lugar en el que se viaja de arriba a abajo, deprisa y despacio, deslumbrante y oscuro, amable y frío, pero siempre atractivo.

Después de dar la bienvenida a la Estatua de la Libertad, rozo el cielo, en un momento mágico, desde la azotea del primer edificio que subo, el Empire, admirando cualquiera de las azoteas del bosque de cemento y cristal que forman sus inmensos rascacielos.

Luego bajar a los “infiernos” en un viaje por el  tenebroso suburbano. Es toda una aventura. Tiene más de mil kilómetros de túneles y 419 estaciones y te conduce de un extremo a otro de la ciudad.

Aparte de los incontables museos con los que cuenta Nueva York, lo mejor de cualquier  ciudad es pasear, deslumbrarte con  sus tiendas con los mejores escaparates de deportes, ropa... en  la famosa Quinta Avenida y seguir camino  entre teatros  y cines en Times Square y Broadway que por la noche se iluminan con grandes  anuncios que te hacen sentir que allí nunca anochece.

Recorro  barrios como el de Wall Street, centro de finanzas estadounidense y en pocas calles pasas a la rica y cálida diversidad humana de los barrios de emigrantes italianos, judíos...y sobre todo chinos, asentados en el famoso laberinto de callejuelas estrechas de Chinatown, verdadera reproducción en reducidas dimensiones, de la vida de una comunidad china. Pequeñas ciudades dentro de la propia Nueva York.

Tras el ruido de la ciudad, es recomendable dejarte llevar también por la tranquilidad de su inmenso parque, Central Park, 340 hectáreas de naturaleza, llena de lagos, praderas y actividades callejeras.

Lo más impactante es la zona Cero donde estaban las Torres Gemelas. La zona sobrecoge. En el  solar donde estaban levantadas, se han construido un complejo formado por varios edificios entre los que destaca un gran rascacielos, el más alto del hemisferio norte, y  dos  piscinas gigantes en cuyos bordes están inscritos los nombres de cada una de las víctimas y en el que  el agua es engullida hacia un pozo sin fondo. Un cierto escalofrío te recorre la espalda.

Todos tenemos una imagen preconcebida de esta ciudad pero su visita no te defraudara. Encontraras una ciudad que se te hace familiar desde un primer momento por las típicas escenas de películas y series. Ensordecedora en el trasiego diario que se crea en cada una de sus avenidas. Un escenario teatral donde gente anónima sueña con triunfar.



                                   Álvaro Ruiz Vera 1B        1 de junio de 2016

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