RUTINA
Suena el despertador,
las siete y media, me levanto y voy directo a la cocina. Como de costumbre mi
padre ya no estaba se había marchado hace un rato, mientras muerdo la misma
tostada de cada día, pienso en todas las asignaturas que tendré que soportar
hoy. Cuando me acabo el vaso de leche corro hasta mi habitación para poder
dormir un poco más hasta que llega mi madre y me mete unos gritos para que no
llegue tarde. Me ducho me visto rápidamente y cojo los libros y los desgastados
cuadernos de las clases de hoy. Salgo de casa y como ya es de costumbre, a
esperar diez minutos al ascensor (que bien empieza el día). En cuanto llego a
la planta de abajo y me cruzo con el portero, mantenemos la misma conversación
(si se puede llamar así) de “buenos días” y “hasta luego”.
De camino al colegio
solo pienso en las seis horas que hay que aguantar o, a veces, siete. Entro en
clase, es primera hora no me acuerdo ni sé quién soy y qué estoy haciendo allí,
pero aún así el profesor me suelta la misma charla de siempre mientras estoy copiando y escribiendo lo más rápido que puedo
a esas horas de la mañana. El profesor se marcha de clase, parece que había
ganado la batalla hasta que viene el siguiente, y algo más despierto sigo sus
órdenes e indicaciones. La clase antes del recreo es la peor de todas ya que lo
único que quiero es salir al patio y apenas atiendo a la explicación,
únicamente cuando dice “Podéis marcharos”. Después de todo este tiempo mirando
el reloj continuamente y ver de qué manera pasa tan lento el tiempo (que ya
podría pasar igual de lento como cuando duermo). Ya en el ansiado descanso de
treinta cochinos minutos me reencuentro con mis amigos de las otras clases y
sus caras reflejan exactamente lo mismo que has vivido tú.
Ya finalizado el patio
aguanto las últimas lecciones y podré irme a casa. Con los dos primeros
profesores pasa exactamente igual que en las dos primeras horas, solo que ya no
tengo ese sueño atroz que tenía antes, y me siento más despejado, pero cuando
llega el último, a mirar el reloj como un loco .Suena el timbre y por fin
después de estar seis horas pensando en irme a casa lo logro. Al entrar al
edificio saludo con más ímpetu y más alegría
como si me hubiese tocado la lotería pero simplemente he pasado un día de clase
de los muchos que me quedan.
Al llegar a casa tiro
los zapatos por la habitación, voy a comer y en cuanto termino, me echo la siesta, recuperando las horas
perdidas de sueño a causa del despertador. Después de una siesta de una hora
toca ponerse a estudiar, pero como no he atendido en clase, pues no sé ni a qué
día estamos, por consiguiente, no sé que estudiar y empollo lo primero que se
me pase por la cabeza. Una vez acabado todo me pongo a ver la tele hasta que
llega la hora de la cena, ya terminada la cena, vuelvo a convertirme en una
lapa pegada al sofá hasta que me quedo dormido o me voy a la cama…
Suena el despertador,
las siete y media, me…un momento, ¿esto no lo he vivido yo antes?
Andrés Besada
Hernández 1ºBachillerato B 03/06/2016
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